Cortemos (pero no del todo)

24. De víctima a estrella internacional, según mamá “por obra de Saturno en Marte” o algo así

ZOE

En cuanto la van sale de la zona privada y se encuentra con la gente, damos de lleno contra un grupo de extraños fans recientes que me dejan aturdida.

—¡¡ZOE, TE AMAMOS!!
—¡¡ERES UNA REINA!!
—¡¡QUÉ GRAN DISCURSO!!
—¡¡TE ADOROOOOO!!

Un cartel gigante dice:
“Perdón por dudar de ti, Zoe” con una foto mía llorando que seguramente alguien me tomó en estos días de crisis.

Claro, ahora vuelven a seguirme en redes, la audiencia es falsaaa.

Thiago también saluda al bajar el vidrio y se toma algunos gritos en su favor:

—¡TE AMAMOS A TI TAMBIÉN, THIAGOOO!
—¡ZOE ES PARA TI!
—¡DEJA A CAMILAAAA!
—¡HACEN UNA PAREJA! ¡¡TÓXICA PERO LINDAAA!!

Yo quiero morirme. Literalmente morirme. De vergüenza, de exposición, de la cantidad de notificaciones que están vibrando en mi bolso como si tuviera un enjambre atrapado adentro.

Cinco segundos después, mi madre está firmando un palo santo como si fuera un autógrafo y lo arroja por la ventanilla.

—Mamá, POR FAVOR —le digo—. Tenemos que irnos.

—¡Pero hija, mira qué lindo! ¡Me reconocen por mi energía!

—No. Te reconocen por gritar en televisión nacional.

Finalmente conseguimos salir. Voy sentada entre Thiago y la ventana. Mi madre está en la tercera fila, contando monedas “para atraer buena fortuna”.

—Hija, no voy a usar billetes en este ritual porque la fortuna se asusta con lo material.

No la contesto. Estoy ocupada viendo cómo el mundo se derrite en mi celular.

Mis redes equivalen a una explosión nuclear.

Instagram: +120K seguidores nuevos.

TikTok: Tres videos virales: uno mío llorando en el baño (hermoso, gracias internet), uno de mi madre gritando “¡Energía masculina alterada!” que ya tiene 800 mil likes, y uno de Thiago protegiéndome del mar de periodistas.

Twitter:
#TodosSomosZoe
#ZoeInocente
#TaurusMiente
y mi favorito personal:
#PaloSantoMamáHeroína

Thiago mira de reojo mi pantalla.
—¿Estás bien?

—No —respondo, sincera.

—¿De uno a diez?

—Menos ocho.

Thiago baja la mirada.
—Perdón —dice.

Y ahí lo quiero matar. Matar fuerte.

—No me pidas perdón —respondo—. No eres tú el que armó el escándalo. No eres tú el que filtró a Camila. No eres tú el que me trató de estrategia descartable.

—Igual —dice él—. Estuve ahí. Y no hice nada a tiempo.

No lo digo, pero lo pienso: No hiciste nada antes. Nunca lo haces cuando toca, pero ahora al menos…reaccionaste.

Me muerdo la lengua. Mi madre canta un mantra desafinado en su fila. Thiago respira hondo. Y yo también, con unas ganas severas de arrojarme a sus brazos, pero no ahora todo con él ha quedado tan raro que no sé qué dirección me conviene tomar.

Llegamos a mi edificio y bajo. La vereda está llena de cámaras, pero la seguridad del lugar los mantiene a distancia.

—¿Quieres que suba? —pregunta Thiago.

Por un micro instante, lo quiero ahí. En mi living. En mi caos. En mi vida.

Pero después recuerdo que me deshice emocionalmente en un baño, en medio de un escándalo internacional, porque él nunca dice lo que tiene que decir cuando debe decirlo.

—No —respondo suave—. Estoy bien.

Es mentira. Soy un desastre. Una criaturita frágil al borde de morir. Pero no quiero depender de él.

Thiago asiente y su sonrisa triste casi me rompe.

—Cualquier cosa que necesites —dice—, estoy.

—Lo sé.

—Buenas noches, Zoe.

—Noches, Thiago.

Mi madre se baja detrás mío con dos bolsas llenas de merchandising espiritual que le regalaron fans.

—Yo sí quiero que suba —dice ella señalando a Thiago con una sonrisa pícara.

—¡MAMÁ!

Thiago se ríe.
—Mejor me voy antes de que me adopte.

—¡Demasiado tarde! No he olvidado lo que hiciste a mi hija, pero tu gesto de hoy vale la pena—grita mi madre desde la vereda.

Yo quiero evaporarme, pero Thiago entiende el mensaje así que se despide. La van se va. Así que no nos queda de otra y subimos las dos. Por todos los cielos…

Apenas entramos al departamento, suelto el bolso y me desplomo en el sillón. Mi madre abre todas las ventanas “para renovar el aire tóxico del escándalo”.

Yo cierro los ojos. Soy una esponja exprimida. Una galleta remojada. Una influencer a la que le tiraron una bomba mediática encima.

Mi celular vibra de nuevo.

Un número desconocido.

—¿Hola? —pregunto.

—Hola, Zoe. Habla Marina Vellini, directora creativa de Icon Global Agency.

Yo me siento de golpe. Se me congela el cerebro. Icon Global. ICON GLOBAL.

La misma agencia que pidió mis datos. La misma que trabaja con artistas enormes. La misma que podría sacarme de la precariedad emocional y financiera en la que vivo.

—Queríamos hablar contigo —continúa—. Vimos tu conferencia. Tu autenticidad. Tu manejo del caos. Y creemos que tienes algo que buscamos hace tiempo.

—¿Sí? —pregunto, con la elegancia de un hámster tartamudo.

—Queremos que seas la imagen de nuestra próxima campaña internacional de labiales, justamente eso es lo que buscamos: actitud, rebeldía, valores, principios.

Mi alma abandona mi cuerpo. Flota. Da dos vueltas. Vuelve. Se sienta a mi lado.

—¿”Internacional”? —repito.

—Internacional —dice ella—. Con base en Londres, pero vamos por más. París, Ciudad de México, Santiago, Madrid. Queremos que seas la protagonista.

Protagonista.

La palabra me pega fuerte.

Yo. Zoe. La chica que vivía en un departamento pequeño, con un padre enfermo, con deudas, con una madre que prende sahumerios a las 5 AM.
Yo.
Protagonista de este monstruo.

—Necesito pensarlo —digo, como si fuera una actriz francesa calmada y no una oveja desmayada.

—Tienes hasta mañana. Te enviamos el contrato por mail.

Cuelgo.



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En el texto hay: comedia romantica, amor-odio, romcom

Editado: 24.11.2025

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