Cortemos (pero no del todo)

25. Final...¿feliz?

THIAGO

Si alguien me hubiera dicho hace dos semanas que mi vida iba a convertirse en una telenovela transmitida en cámara lenta, probablemente le habría dicho que exageraba. Ahora… ahora estoy atrapado en el capítulo número ochenta y nueve, versión “especial escándalo”, y al parecer sin derecho a adelantar ni cinco segundos.

Estoy de pie en el balcón de mi apartamento, el mismo donde hace una hora Zoe estaba peleándose con su madre, la cual prendió un sahumerio tan fuerte que mis sensores de humo casi llaman a los bomberos. El humo todavía flota en el aire, dándole a todo el lugar un aspecto de ceremonia ancestral practicada por amateurs descontrolados.

Y sin embargo, en medio de ese caos aromatizado, siento algo que no sentía desde hace años: certeza.

No la certeza del marketing. Ni la certeza del club. Ni la certeza del público.

Sino la certeza de la vida que quiero.

Y la vida que quiero está apoyada en mi mesada de la cocina, mirando su celular con el ceño fruncido, rodeada de trending topics a su favor, con una madre mística circulando detrás de ella como un espíritu chocarrero, y el cabello recogido en un moño que amenaza con desarmarse en cualquier momento.

Zoe Valdés.

Mi caos favorito.

Mi problema más grave.

Mi única solución posible.

Zoe ha venido a casa luego del desastre sucedido ayer, uno de esos desastres que llegan para ponerle a todo el orden que necesitaba.

—Thiago —dice Zoe levantando la mirada del celular—, esto se está descontrolando más de lo que esperábamos.

—¿Recién te das cuenta? —pregunto mientras me acerco.

—Mira lo que dicen ahora —responde, mostrándome la pantalla.

Leo un encabezado nuevo:

“INFLUENCERS Y PERIODISTAS PIDEN QUE EL CLUB SE DISCULPE CON ZOE VALDÉS.”

Y otro:

“ESCÁNDALO: SE FILTRA QUE LA CAMPAÑA CON CAMILA FUE ORQUESTADA POR LA DIRECTIVA.”

Y otro más:

“SI LA CAMPAÑA SALE, ZOE NO PARTICIPARÁ. INTERNET ESTÁ INDIGNADO.”

Zoe presiona la pantalla con el dedo como si quisiera atravesarla.

—Thiago… esto… esto está a punto de explotarme en la cara. Siento que salgo airosa, pero ante el mínimo paso en falso, soy consciente de que estamos eligiendo a un enemigo muy vil como es el club.

—No —respondo—. Le va a explotar en la cara al club. Y no hay casco espiritual que los salve.

—¿Qué?
—Lo que escuchaste.

Ella frunce el ceño. Su madre, detrás, murmura algo sobre “las energías masculinas y la justicia cósmica”, pero la ignoro con habilidad de deportista profesional.

Tengo un plan. Uno monumental. Uno que probablemente me cueste una fortuna. Uno que definitivamente va a incomodar a muchas personas con traje.

Pero cuando la veo ahí, respirando hondo, intentando no hundirse, intentando resistir como lo hizo toda su vida, sé que cualquier número es pequeño comparado con ella.

Me acerco a Zoe. Mucho. Lo suficiente como para que su respiración tropiece con la mía de la manera más sagrada posible.

—Necesito que confíes en mí —le digo.

—Thiago… —susurra, y su voz se quiebra un poquito—. Cada vez que confío en ti el universo me manda un terremoto.

—Entonces quédate cerca de mí —respondo suavemente—. Yo puedo parar un terremoto si te tengo lo suficientemente cerca.

Ella baja la mirada. Tiene los ojos húmedos, pero no es tristeza. Es cansancio, vulnerabilidad y un hilo de esperanza que intenta no mostrarse demasiado.

Zoe siempre trata de parecer más dura de lo que es. La mitad del mundo la llama trepadora. La otra mitad la llama víctima.

Ninguna de las dos sabe quién es. Yo sí.

—Thiago… si te metes en problemas por mí…

—Ya estoy metido en problemas muy serios—respondo—. Y no hay obstáculo que no pase y me detenga con tal de querer cuidarte.

Ella abre los labios para decir algo, pero su madre aparece como una aparición anunciada.

—Hija, acabo de hablar con tu tía Clotilde. Dijo que soñó con un pelo rubio cayendo de una torre. Eso es un mal augurio de mujer falsa. ¡Camila tiene pelo rubio! Te lo dije, hija. ¡Esta mujer quiere tu ruina energética! ¡Yo lo sabía desde el primer documental que vi de ella en YouTube!

Zoe cierra los ojos.

—Mamá, por favor…
—Yo solo protejo tu aura.
—Mi aura está bien.
—¡Tu aura está BAJÍSIMA!

Yo me llevo una mano a la frente. La madre de Zoe es un tornado. Pero uno que, curiosamente, parece querer defenderla más que cualquier persona del escándalo, lo cual me hace saber que estamos en el mismo bando.

De pronto mi celular vibra e intento ignorarlo, pero vuelve a hacerlo y vuelve y vuelve. Insistentemente.

Es el presidente del club. Perfecto. Justo a quien quería escuchar.

Atiendo.

—Thiago, por favor dime que no vas a publicar nada.
—¿Publicar qué?
—Ese comunicado interno filtrado no debió salir a la prensa. No podemos confirmar ni negar nada.
—Yo sí puedo.
—Thiago…
—Voy a aclarar todo en una hora.
—¡NO TE ATREVAS!
—Yo ya estoy harto de todo este circo.
—Thiago, si hablas ahora… pierdes el contrato.
—Lo sé.
—Y la inversión.
—Lo sé.
—Y el puesto como director deportivo.
—Lo sé.
—¿Entonces?
—Nunca debí haber aceptado que manejaran mi vida.
—Thiago…
—Les di demasiado poder. Se terminó.
—No cometas un error.
—El error fue no haber pensado en Zoe antes.
—Thiago, piénsalo…
—Ya lo pensé.
—No puedes hacer esto.
—Ya lo hice.

Corto sin más palabras de por medio. El silencio es inmediato.

Zoe me mira. Su madre también, pero ella vibra de emoción mística.

—¿Qué hiciste? —pregunta Zoe, acercándose.
—Lo que debí hacer desde el primer día —respondo—. Voy a salir a hablar. Voy a tirar abajo esta mentira. Voy a decir lo que realmente pasó. Que tú no hiciste nada. Que nunca fuiste la mala. Que el club manipuló todo para favorecer a Camila. Que te usaron. Y que yo no voy a ser parte de eso.
—No… no puedes…
—Puedo.
—Y el club…
—Que reviente.
—Thiago…
—No voy a dejar que sigan destruyéndote.



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En el texto hay: comedia romantica, amor-odio, romcom

Editado: 24.11.2025

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