Uno de esos días en los que el sol se oculta por la ventana y las nubes negras cubren la luminosidad de la tierra.
Se encuentra un gato blanco con los ojos completamente negros, sentados en el tejado de una casa gris, mirando a lo lejos a una niña de ojos azules, la cual saltaba y gritaba por todos los lados. La miro tanto hasta aprender todos sus movimientos a imitarla y también a controlarla desde la sombra.
Un pequeño maulló le cambio el color de sus ojos y una sed de sangre la hizo enloquecer.
Buscando a nadie camino sin parar, a sus siete años camino sin parar, solo hasta que vio una sombra en sus manos encontró un poco de lo que había buscado.
- Él es mío, se escucharon los gritos.
- y yo soy Nadia y él es Nadie, reprocho la niña con voz grave.
- Él es nadie, pues él es mío, grito la sombra mientras salía de los arbustos del parque.
Un par de ojos negros y una piel completamente blanca la rodeo y supo de inmediato que el era su señor.