8 de noviembre, camino por las calles solitarias de mi vecindario mientras esa brisa fría anuncia la llegada de la noche, apresuro mi pasó mientras transito esos pequeños senderos.
Estoy a pocos metros de mi casa, y entre aquella fría tarde logro escuchar el susurro del viento “Cariño estas aquí” se me eriza la piel, mi estómago se contraje cuando aquellos ojos cafés me miran de esa manera y esa sonrisa me hice temblar por completo.
Solo estaba a dos casas de mi destino final, solo estaba tan cerca de poder llegar y descansar. Ahora solo pienso en todas las veces que me equivoque, en todas esas veces que me humille, en todas esas veces que me arrodille y comí fango.
Pero en esa fría noche de noviembre, en la comodidad de mi caliente hogar. Me dispongo a limpiar el pequeño cuchillo que alguna vez rompió mi corazón.