Cosas Pendientes

CAPÍTULO 3

Muchos años atrás, en el interior de una sala tan pequeña como una caja de fósforos, se escuchó cómo el sonido proveniente de la pequeña televisión inundó la casa entera.

—...Todo parece indicar que en realidad sí existe un club secreto de boxeo. Según los reportes que hemos recibido, han estado ocurriendo reuniones clandestinas en el que parece ser un verdadero club de boxeo ilegal. Lamentablemente, aún las autoridades no han logrado dar con la ubicación de este lugar, pero lo que sí se conoce es que esta organización está moviendo cantidades impresionantes de dinero que claramente afectan al boxeo profesional… ¿Quién va a querer prepararse por tantos años para ganar menos dinero que un boxeador clandestino? ¡Las apuestas están abiertas, pero suena como que todo está enloqueciedno sobre este asunto!—dijo una voz en el noticiero y Eve sintió que sus nervios se ponían de punta al escuchar esas palabras.

—¡Por supuesto que esto es bastante preocupante para quienes son profesionales en el asunto!... Sólo imagínalo, un lugar en el que jóvenes pueden prestar pelear por placer y una buena recompensa económica?—respondió el otro hombre, que parecía tener un copete infinito… O al menos eso fue lo que ella pudo ver desde su ubicación en el sofá, a una distancia bastante prudente de la televisión.

—Sin normas, sin protección. Peleas entre dos luchadores que están dispuestos a enfrentarse sin límite de tiempo… No sé qué piensas tú, pero a mí me parece que, fácilmente, cada enfrentamiento podía convertirse en una masacre.—dijo el otro hombre y ella sintió que había tenido suficiente de ese reportaje.

Apagó el televisor rápidamente y caminó hacia la ventana que estaba a un par de metros del sofá.

Eve estaba muy nerviosa.

Ya habían pasado más de veinte minutos de la hora de salida de su hermano... Y él nunca llegaba tarde a casa.

Se tenían el uno al otro, Ray no podía darse el lujo de dejar a su hermana sola a altas horas de la noche.

Quizá no se hubiese preocupado tanto si él no fuera terriblemente puntual y además, no hubiese explotado una lluvia torrencial que amenazaba con inundar la ciudad.

Evelyn se sentía un poco dramática últimamente... Sabía que lo estaba siendo, pero le preocupaba la lluvia.

Habían estado pasando tantas dificultades que, en ese momento, un resfriado era algo que ninguno de los dos podía permitirse.

A duras penas lograban pagar el alquiler cada fin de mes, el dinero casi nunca les alcanzaba para comida, electricidad y agua… Enfermarse en ese momento sería la cosa más desafortunada que pudiera pasarles.

Ella habría seguido su línea de pensamientos catastróficos, de no ser porque el sonido de la puerta al ser golpeada torpemente ruidosamente la asustó.

Con el corazón acelerado, pensó en que no debía abrir la puerta.

Su hermano tenía llave, además de que no acostumbraba a golpear de esa manera tan brusca.

En ese lugar robaban demasiado, así que obviamente ella no iba a ser tan estúpida como para abrir la puerta estando sola.

Caminó hacia el perchero roto, en donde colgaban sus abrigos, y tomó el paraguas que había sido de su madre. Lo hizo pensando en que, si la persona derribaba la puerta, al menos intentaría defenderse con él.

—¡Eve! ¡Abre la puerta!—gritó su hermano, haciéndola soltar el paraguas. —Necesito que abras rápido, es una emergencia...—agregó pero no necesitó decir más nada, pues su hermana menor ya había abierto la puerta.

—¿Qué sucede?—preguntó ella con voz temblorosa, al ver cómo su hermano cargaba a un hombre inconsciente.

—Tiene un corte feo, pero llamé al amigo de papá y dijo que venía en camino... Me pidió que intentemos mantenerlo despierto, y que hagamos lo posible por detener la hemorragia.—explicó Ray atropelladamente.

—¡¿Heriste a este hombre?!—preguntó su hermana conmocionada, sin entender por qué diantres su hermano había traído una persona herida su casa.

—¡Lo encontré en el callejón detrás del restaurant! ¡Yo no le hice nada, lo estoy ayudando!—explicó su hermano y Eve lo miró como si estuviera totalmente loco.

—¡¿Cómo se te ocurre traer a alguien herido al departamento?! ¿Y si nos asesina después de salvarlo? ¡Debiste llevarlo a un hospital!—gritó asustada mientras lo veía posar al hombre sobre el suelo de la sala.

Subirlo al comedor hubiese sido mejor, pero el hombre era muy alto y su comedor a duras penas lograba sostenes dos platos y una jarra de agua.

—¡Deja de gritar, carajo! ¡¿Por qué estás tan renuente?! Siempre eres tú la que quiere ayudar a todos, Eve. Es extranjero... No podía dejarlo ahí a su suerte. Sabía que me harías regresar por él en cuanto te dijera que lo había visto. Eres muy altruista y yo sólo pensé en ahorrarnos tiempo...Que para él parece su vida, por cierto.—dijo, señalando la palidez del rostro del desconocido y Eve sintió que su corazón se detuvo al ver algunos rasgos del rostro del hombre.

Logró ver su barbilla, labios, pómulos y nariz... Y se veían realmente angulosas. Estaba segura de que tenía un rostro bastante atractivo.

—Además, no creo que siquiera sea capaz de explicarle algo a alguien en el hospital.—continuó diciendo su hermano, ignorante de la mirada que Eve le estaba dando al hombre inconsciente. 




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