Cosas Pendientes

CAPÍTULO 11

—Lo primero siempre es el calentamiento del cuerpo.—informó Eve y los dos pequeños asintieron, mirándola embelesados.

—¿Cómo el que hace mi papi antes de entrenar, cierto?—preguntó Eliana orgullosa de saberlo.

—Así es, tesoro.—respondió Eve y les explicó qué podían hacer para calentar.

Los pequeños la imitaron en todo, aunque el pequeño Elian parecía estar luchando por hacer los ejercicios bien.

Eve no podía decir a ciencia cierta si el pequeño tenía dos pies izquierdos o si el asunto se debía a que no estaba acostumbrado a hacer ese tipo de actividades físicas.

Siguieron ejercitándose por al menos media hora más, y luego los pequeños comenzaron a repasar sus clases de idiomas. Eve los ayudó mientras usaba las pesas que tenía en casa para ejercitar.

Era fácil ayudarlos con los idiomas, y lo mejor era que ella misma estaba aprendiendo.

Así estuvieron por una hora entera, y luego los niños tuvieron su receso entre clases.

Justo cuando ella estaba preparando una pequeña merienda para darles, Basil apareció en el umbral de la cocina con una expresión extraña en el rostro.

Parecía estar sufriendo y ella entendió todo.

Eve lo supo al verlo.

Desde que llegó a ese lugar había sido consciente de la amenaza que colgaba sobre su cabeza, como la espada de Damócles.

La había sentido cada vez más real... Pero esa constante advertencia, lamentablemente, no hacía que doliera menos esa realidad.

—Ray y Lily vienen por los niños.—informó y el corazón de ella cayó al escuchar eso.

—¿Po-por qué?—preguntó.

—Tu vas a quedarte aquí conmigo... Necesito que me ayudes a preparar la habitación junto a la mía.—explicó acercándose a ella.—Los niños no pueden saberlo aún, pero tu sí... Es Eleanor. La encontraron y lo más seguro es que mañana esté aquí.—agregó en un susurro y Evelynnn sintió que su mundo se derrumbó.

Sus manos comenzaron a temblar y sintió cómo sus piernas amenazaban con doblarse.

Un año. Un año le había durado la felicidad.

Odiaba contar, ¿pero quién demonios no iba a contar cuando llevaba una racha perfecta de un año entero de felicidad?

—¿Necesitas mi ayuda?—preguntó ella casi sin voz.

—Si. Quiero preparar algo para el recibimiento de Eleanor y pensé que podrías ayudarme... Sé que no te pago por eso, pero creí que...—comenzó a decir él, avergonzado de haber pensado en pedirle ayuda.

De hecho, ni siquiera lo había pensado. Como siempre, su acto reflejo era acudir a ella, aun cuando no debía.

—Esta bien, te ayudaré.—dijo ella y su voz sonó más amarga de lo que pretendía.

—Gracias, Evelynnn. —respondió y se quedó mirándola de una forma extraña, como si quisiera decir algo más.—Yo...—comenzó, pero de pronto la bocina del auto de Ray llegó hasta ellos ruidosamente.

—¡Es el tío Ray!—exclamaron los niños desde la sala.

—Recojan sus cosas, van a ir a visitar a la tía Lily.—dijo Basil con voz temblorosa. No le gustaba separarse de los niños, pero primero necesitaba saber dónde había estado Eleanor todo ese tiempo y si ella estaba dispuesta a recuperar a su familia.

Era lo correcto por hacer, aunque el pecho le quemara con la idea de que Evelynnn ya no podría quedarse.

 

A menos que ella quisiera quisiera... Claro.

Mientras Basil seguía con la mente hecha un nudo, los niños organizaron sus maletas con ayuda de Evelynn quien se veía extrañamente taciturna.

Ray notó la actitud de su hermana, pero decidió no decir nada y, por primera vez, estaba feliz de que Eleanor estuviera por regresar. Estaba convencido de que así su hermana y Basil tendrían sólo dos opciones; o seguían trabajando juntos por el bienestar de los niños o simplemente Evelynnn se iba a otro lugar y comenzaba a rehacer su vida desde cero... Pero, sucediera lo que sucediera, al menos su hermana ya no seguiría estancada entre dos aguas como lo había estado en el último año.

Una vez que los niños estuvieron listos, Ray no dudó en hablar un segundo a solas con su hermana, mientras Basil se encargaba de ayudar a sus hijos a subir sus cosas en el auto del pelirrojo.

—Sé que estás preocupada y no quiero ni siquiera preguntarte la razón.—le dijo abrazándola con ternura.

—No tengo buenos recuerdos con esa mujer... Tu... ¿Crees que soy mala persona por desear que no regresara?—preguntó Evelynn como si fuera una niña pequeña.

Ray negó con la cabeza y le acarició la espalda a su hermana con lentitud.

—No creo que seas una mala persona, creo que eres humana y tienes derecho a sentir lo que te nazca ... Aunque en realidad la mayoría del tiempo no estoy de acuerdo con las cosas que eliges hacer.—admitió y su hermana suspiró.

—Ray... Ya hemos había hablado de esto.—refunfuñó ella.

—Lo sé, pero sigo pensando lo mismo, Evelynn. Si lo que anhelas es tener tu propia familia, ¿Por qué no estás saliendo a lugares en los que puedas conocer nuevas personas? ¿Por qué no estás dándote la oportunidad de volverte a enamorar? Y no entiendas esto como que quiero llamarte vieja o menopáusica, pero sí que continúo preocupándome por el hecho de que prefieras dedicarte en cuerpo y alma a una familia que no es tuya y que, con algo tan simple como el regreso de Eleanor, puede ser arrebatada de tus manos.—indicó él esperando con todo su corazón que su hermana finalmente entendiera el mensaje.




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