Mi abuela Dorila vivía cerca de nosotros, a un kilómetro y medio si íbamos por la carretera, Pero si íbamos, cruzando campo la travesía se hacía más corta .
Algunas tardes íbamos con mi madre y mi hermana a visitar a la abuela. Ella vivía en una casa donde había muchas variedades de pájaros, pues le gustaba criarlos y ocuparse de ellos. Ir a la casa de ella, era toda una aventura porque siempre tenía un nuevo pájaro para mostrarnos que había comprado.
Mi abuela cocinaba muy rico, en especial su popular sopa. Esa sopa que preparaba los lunes y tenía para toda la semana , donde iba calentando para tomar un plato al almuerzo y otro a la cena.
En su casa, siempre estaba la cocina a leña prendida, la que era rodeada por sus perros y sus gatos, es decir, que ya sabíamos que no íbamos a poder sentarnos alrededor de ella.
Mi abuela hilaba lana de oveja, así que siempre que íbamos estaba sentada dando pedal a la rueca haciendo la lana para tejer camperas o buzos de lana de oveja. Daba placer verla trabajar de esa manera. A ella le encantaba realizar esa tarea, aunque le diera dolor de espalda no le importaba porque era su trabajo preferida.
Las personas le encargaban a la abuela que le tejiera una campera o un buzo, pasándose días y noches hilando y tejiendo. ¡Qué enseñanza nos dio la abuela! Se debe dejar un tiempo para hacer lo que nos gusta, a pesar de realizar otro trabajo.
¡Disfrutemos la vida!