Cosas que pasan...

No todo fue fácil

Desde pequeña me caracericé por ser una persona tímida, no me gustaba hablar con personas desconocidas por temor. Fue así que la primer semana de clases en el liceo, me sirvió para entender que debía acercarme a los demás para hacer nuevas amistades. El hecho de ser treinta compañeros en una clase de liceo, y el ser todos desconocidos para mi significaba que tenía dos opciones: o estar sola ó acercarme a ellos para hacer nuevas amistades.

Por suerte, algunos de ellos también compartían el viaje en el ómnibus por lo que me hacían el viaje más placentero también. Las actividades en grupo en clase, las anécdotas de mis compañeros fueron haciendo que el transcurrir de los días fuera más placentero.

Anécdotas para contar de las clases, por supuesto que hay muchísimas. unas más lindas que otras. Algunas que con sólo recordarlas me causan risa, otras que traen a mi mente nostalgia. Hicimos un lindo grupo de clase, cada uno tenía una experiencia de vida diferente y a veces, esas experiencias nos servían para darnos cuenta que hay personas que no la pasan bien en la vida.

Pero voy a escribir acerca de una anécdota que hoy nos causa risa, pero que en ese primer año sentíamos pánico. Tuvimos un profe de matemáticas que era bastante estricto, no le gustaba que no le prestáramos atención. Desde que entrábamos a la puerta del salón, el silencio debía ser total, hablando sólo para responder al profesor. Pero como en todo grupo de clases, siempre hay un grupito que estar callado le es imposible. Fue así como un día cuando estábamos en pleno trabajo de trigonometría, dos de mis compañeros estaban al fondo cuchicheando y riéndose. De pronto, el profesor los mira fijamente y en el mismo momento, les arroja un borrador del pizarrón hacia ellos. Todos los de adelante nos agachamos para que no nos pegara a nosotros. En el mismo moento que lanzó el borrador, dio un grito tan grande que nos hizo saltar a los que nos asustábamos fácilmente.

Todos nos asustamos de la cara de enojado del profesor y de la reacción violenta que tuvo frente a nuestros compañeros. Si bien es cierto que ellos no estaban prestando atención a su clase, el hecho de lanzar un objeto era algo violento, pues podría haber lastimado a otro compañero que no tuviese nada que ver. Quizás no fue una buena opción, pero a nosotros nos sirvió para escuchar y prestar atención el resto del año. 

Si habrá sido impactante lo que vivimos, que hasta el día de hoy recordamos ese momento, ya no con miedo, sino como una anécdota de nuestra vida liceal. También es bueno mencionar, que con ese profesor aprendías o aprendías, pues no ibas a perder el tiempo. 




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