Los días de clases en el liceo transcurrían rápidamente, a excepción de las clases de dibujo. ¿Quién dijo que dibujar es fácil? observar los colores, las sombras, las formas de los objetos no es para cualquiera.
Cada martes, día de clases de dibujos, era un suplicio para mi, pues no me gustaba dibujar. Por lo tanto, al ingresar al salón de clases de dibujo ya estaba predispuesta para que esas dos horas fueran de terror.
Cuando teníamos que realizar dibujos con formas geométricas, ahí me gustaba porque sabía hacerlas y me entretenía. Pero, los días en que debía dibujar objetos los cuales (según el profesor) tenían sombras y colores variados, eso sí que era un problemón.
Borraba tantas veces mi hoja de dibujo, que el profesor venía hacia mi banco a ver qué me pasaba. Era obvio que al mirar lo que estaba haciendo, no necesitaba ninguna respuesta de mi parte. Ja, era un desastre. Para mi la manzana era roja y punto, no tenía matices de colores y mucho menos, generaba sombras.
Hasta el día de hoy me pregunto, cómo fue que no me quedé a examen de dibujo ese año, pues realmente era un desastre. ¿A quién se le habrá ocurrido realizar ese tipo de dibujos? ¿Quién inventó el programa de estudios para esos años? ¿Por qué yo tenía que dibujar, inventando cosas que no veía?
Estas y otras interrogantes me acompañaron durante todos los años en que tuve dibujo. Hoy veo a mis hijos rezongar con las clases de dibujo y no les digo nada, sólo pienso, todo sigue igual...