El primer semestre del año fue extenso, el hecho de conocer nuevos lugares, nuevas personas y el estar tantas horas fuera de mi casa, hicieron que estuviera muy ansiosa porque llegaran las vacaciones de julio.
Serían los días dónde no usaría despertador, y por ende no tenía que levantarme temprano; no tendría que almorzar temprano para irme a tomar el bus, no tendría que estar fuera de mi casa tantas horas y no tendría deberes para realizar.
¡Qué placer poder estar todo el día en mi casa junto a mi familia! poder acompañarlos y charlas mientras hacían sus actividades en el tambo. Quizás muchos de los que están leyendo esto piense, qué tontería estar contenta porque está en su casa. Pero a mi me gusta disfrutar de mi espacio, de mi casa, de poder tomar mate sin horarios, sin nadie que te apure.
Eso a mi manera se llama "libertad disfrutable", estar libre para hacer las cosas que te gustan sin horarios ni impedimentos. Y es para eso que deseaba que llegaran las vacaciones de julio, para tener esta libertad, en mi casa y con mi familia. No me interesaba el salir a algún lado a pasear, me interesaba disfrutar de mi lugar.
Desde niña pensaba que no se es más feliz porque se tiene dinero, se hace un viaje, se compra determinada cosa; la felicidad son las pequeñas y grandes cosas como tener una familia, disfrutar de una charla sincera, de una caminata observando la naturaleza. Eso es la felicidad para mi, disfrutar lo que la vida nos brinda sin necesidad de tener que pagar por ello.
Quizás mis palabras no coincidan con la mayoría de ustedes, pero siempre pienso que la felicidad no se compra con dinero. Para disfrutar de mis vacaciones de julio, no necesitaba dinero, necesitaba tranquilidad en mi casa y con mi familia. Nada más.