Cuando yo iba al liceo, viajaba con mi primo Mauricio en el bus, por eso era mi primo más cercano. Eran también los tíos más cercanos que teníamos, esos que nos reuníamos cada 1° de año.
Aún no se sabe con certeza lo que pasó; lo que si se sabe es que encontramos a Mauricio caído al lado de su moto en un puente. Estaba inconsciente y tenía traumatismo de cráneo. Estuvo en CTI unas semanas, donde su mamá lo acompañaba a diario.
Todos teníamos la esperanza de que se iba a recuperar; de pronto, despertó del coma y comenzó a recuperarse. No hablaba pero si podía mirar a las personas que iban a visitarlo y les apretaba la mano. Yo no pude ir a visitarlo, no sé por qué. Aún hasta el día de hoy, y seguramente toda la vida, me reproche ese no haber ido a verlo.
Una mañana , 4 de diciembre, cuando estaba desayunando en el CTI, le dio un infarto y los médicos no pudieron hacer nada para salvarle la vida. Falleció cuando tenía 17 años, toda una vida por delante. ¿Por qué el destino nos puso esa prueba? No lo sé. ¿Por qué su familia tuvo que pasar por ese sufrimiento? Tampoco lo sé. ¿Por qué fue Mauricio el elegido para irse? Menos aún.
¿Por qué estaba tirado en ese puente, al lado de su moto? ¿El accidente lo tuvo sólo?¿Alguién más participó del mismo? Aún no lo sabemos, y ya han pasado treinta y cinco años. Fue un dolor muy grande para su familia, para todos.
Cuando llegó ese primero de año en que nos reuníamos todos, fue un día distinto. Fue un día muy triste, ya sentimos que esas reuniones no serían como antes y marcó un fin en nuestras vidas. Fue el último año que nos reunimos, a partir de allí el 1° día de cada año sería con añoranzas, melancolía de lo que hacíamos antes.
Recuerdo cuánto dolor sentíamos todos, parecía que nuestro corazón nos iba a explotar de tanto dolor.