Cosas que pasan...

Salida didáctica a Isla San Gabriel

Se acercaba fin de clases, y la profesora de Biología estaba programando una salida didáctica a la Isla San Gabriel. Todos estábamos entusiasmados porque iríamos en lancha y pasaríamos allí algunas horas, con la finalidad de observar, sacar muestras y conocer la historia del lugar.

La profesora nos pidió que viniéramos con ropa cómoda y botas de goma porque el lugar era un poco húmedo, entonces con esa explicación nadie preguntó nada más. Esa mañana cuando viajaba de Tarariras a Rosario, el guarda del ómnibus me preguntó para dónde íbamos de excursión. Le comenté que íbamos a la Isla San Gabriel, por lo que enseguida me preguntó si llevaba botas de goma. Al contestarle que si, me dijo que menos mal, porque está lleno de yaras.

Yo le tengo fobia a las víboras desde muy chica, pues una vez una se metió en el baño y desde ese día les tengo mucho miedo. Entonces, cuando me dijo que había yaras, ahí se me arruinó el viaje y sabía que iba a tener que estar muy pendiente de todo.

No le comenté a ninguno de mis compañeros para no asustarlos, pero estaba consciente de que ese día me iba a dedicar únicamente a controlar la presencia de las yaras. Fue así. como entusiasmados subimos a la embarcación que nos llevaría a la isla.

De guía iba un señor, que casualmente llevaba un machete dentro de sus pertenencias. Ese machete era sin lugar a dudas para matar a alguna de las víboras que se acercaran. Al llegar allá bajamos por un pequeño muelle de cementem , fui la última en bajar , pues sabía que mi estadía allí no iba a ser lo más apacible.

El lugar está cubierto de árboles y es una isla baja, pero que está cubierta de vegetación. Cada paso que daba era fuertemente controlado por mi, que no dejaba de mirar a mi alrededor en todo momento.

Comenzamos a caminar y al cabo de una hora, cuando estábamos todos rodeando un pozo, el guía se encontraba dialogando amenamente. Yo me había ubicado en segunda fila, para observar con mayor comodidad el paisaje.

De pronto, observo que a unos diez metros, venía acercándose hacia nosotros una víbora grande de aproximadamente un metro. Mi grito fue tan fuerte que calculo se escuchó en todos los extremos de la isla. Inmediatamente, el guía tomó su machete y la mató. Ahí, fue cuando todos comprendieron el verdadero uso que le estábamos dando a las botas de goma.

-"Yo no sigo más" le manifesté a todos. -"Me vuelvo a la lancha y espero allí a que terminen la recorrida" La profesora no se negó porque sabía que tenía razón. Fue así como cinco compañeras más se sumaron a mi cambio de planes y se volvieron conmigo. Era un disparate que nos hubieran llevado a ese lugar, con el peligro que estábamos corriendo.

Estábamos a tres kilómetros de tierra firme y no teníamos antídoto contra la mordedura de este tipo de serpientes. Dialogando con el señor que conducía la lancha, nos manifestó que en varias ocasiones habían encontrado yaras arriba de la lancha, es decir, que cuando hacían la recorrida con los visitantes aprovechaban para subirse. Es por eso que ahora siempre queda una persona aquí, para controlar que eso no suceda.

!Qué viaje! Sinceramente, deseábamos volver a tierra firme y terminar esa excursión rápidamente. Encima al llegar al puerto, a la profesora se le cayó la caja con las muestras obtenidas y se le rompió todo, por lo que nos quedamos sin el material recogido. Obviamente que nadie iba a volver a buscar otras muestras, la muestra más representativa había sido la presencia de esa yara y bastaba para entender, que nunca más volveríamos allí.




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