Finalizó el mes de diciembre, y luego de las fiestas tradicionales de Navidad y Año Nuevo, me dediqué a estudiar para el examen de Historia, Sabía que aprobando ese examen, me recibía de maestra, lo que sería una gran alegría para mis padres, quienes eran los que habían hecho un gran sacrificio para pagarme los estudios .
Duante todo el mes de enero, me ocupé de organizar los temas de estudio, y los fui estudiando muchas veces, de tal manera que prácticamente los sabía de memoria cuando llegó el día del examen. La materia Historia no me podía vencer, y mi meta era salvarla si o si.
Una tarde de mucho calor, cuando me encontraba sentada junto a un árbol leyendo, se acercó mi padre con el termo y el mate. Y me pregúntó cómo iba con el estudio. Le respondí: -Bien papá. La voy a salvar si o si. Ante estas palabras, me respondió que si salvaba el examen me iba a dar un premio, que yo lo eligiera.
¿Y qué elegí? Elegí un litro de vermouth blanco para beber, Menudo pedido realicé, pero ese era mi deseo. Mi padre se rió y me respondió, así será. Seguí estudiando hasta que llegó el 10 de febrero. Al día después, debería estar a las 8 hs en el instituto para dar el examen.
Al llegar al instituto, me sentí muy segura de poder rendir el examen, pues había estudiado mucho y sabía todo. Así fue como salvé el examen escrito con calificación 12/12 y luego, debía ingresar al examen oral. Cuando ingresé al oral, me dijeron los profesores que integraban la mesa que me quedara tranquila, que el escrito había sido excelente.
Nunca me esperé la pregunta oral que me iban a hacer; no era nada de lo estudiado. Pero, mi respuesta fue directa: Eso que me preguntan no está en ninguno de los libros que estudié y ustedes tampoco lo mencionaron en la clase. Asi que no puedo responder lo que no sé. El tribunal se sonrió y me dijo que saliera, que en breve me darían el resultado del examen.
Al minuto salió mi profe del año sonriendo diciéndome que había aprobado el examen con calificación 10/12. En ese momento fui feliz, entre gritos y felicitaciones de mis compañeras de clase, la tradicional "huevada" de festejo y luego la ida hacia la central telefónica. Allí avisé inmediatamente a mis padres en la primer llamada, y en la segunda llamada, llamé a mi maestra Susana, aquella maestra con la cual yo me quedaba en la escuela para acompañarla de noche.
Todos se pusieron muy contentos; mis padres y mi maestra Susana. Esa noche festejamos a lo grande, porque teníamos el casamiento de una compañera de clase, por lo que el festejo siguió hasta el sábado de madrugada. Recién a las tres de la tarde pude llegar a mi casa y reunirme con mis padres, para poder festejar con ellos. Allí me estaba esperando mi litro de vermouth, el que obviamente no pude terminar.