Cosas que pasan...

Capítulo 5- Una nueva etapa comienza

La etapa de estudiante estaba finalizada, ahora tenía un título de docente en mis manos y ese sería el mejor regalo que podría ofrecerle a mis padres. Ahora con título en mano, el próximo paso sería conseguir un puesto de trabajo.Así fue, como en la semana siguiente concurrí a inscribirme para poder dictar clases en una escuela.

En la segunda quincena de febrero comenzaría la elección de cargos, pero nosotros, los recién recibidos debíamos concurrir el último día de esas dos semanas. Ahí tendríamos la posibilidad de optar por un cargo docente.

Así fue, como el último día de elecciones de cargos, fui a ver si podía elegir algún cargo para comenzar a trabajar. En el lugar había más de doscientos docentes, todos ávidos de poder elegir un cargo para poder trabajar durante todo el año. Fueron muchas horas las que estuvimos en ese lugar, esperando un puesto de trabajo.

Luego de elegir todos los concursantes, nos dieron la posibilidad a los recién recibidos. No había muchas opciones de escuela, pero yo me fui a mi casa con una escuela elegida. Hice opción por una escuela rural, que quedaba a unos treinta kilómetros de dónde yo vivía. Por allí no pasaba ningún ómnibus, por lo que debía ir a quedarme a la escuela. 

Al llegar a casa, conté feliz a mis padres que tenía una escuela para todo el año y les expliqué cuál era. Mi padre me respondió, que para ir a esa escuela debía quedarme allí toda la semana. Además, me dijo que el domingo iríamos a conocerla, para saber qué necesitaba para quedarme allí.

Asi fue como el domingo de tardecita fuimos a la escuela. Menuda sorpresa nos llevamos al llegar; el pasto estaba muy alto, y casi no había jardín. En el patio no había juegos para los niños y el baño de los niños estaba afuera también. En el centro del patio de atrás había un aljibe, cuya etapa estaba al descubierto. ¡Qué raro, dijo mi padre! Esa tapa no puede estar abierta, es un peligro para los niños.

Ingresamos al salón y allí había mucho desorden y suciedad. No había teléfono y observamos que tampoco salía agua de las canillas de la cocina. En ese momento, apareció un vecino. Nos contó que vive en el frente, que tiene dos hijas que concurren a la escuela y que la escuela no tiene agua. Él lleva dos tachos de 40 litros de agua para la semana para la escuela. Y agregó, que tampoco había auxiliar de servicio.

En ese momento, se me vino el entusiasmo al piso. Había elegido una escuela sin auxiliar de servicio y sin agua potable. Ahí entendí por qué nadie la elegía. Mis padres se dieron cuenta de la cara que había puesto, pero no emitieron comentarios. Yo, ya era grande y debía decidir qué hacer.

Seguí charlando con el señor y le pregunté si él, nos iba a seguir llevando el agua para la escuela. Inmediatamente me respondió que si, y que si podía conseguir alguna persona para auxiliar de servicio mejor, pues en el barrio no había ninguna persona disponible.

Al regresar a casa, fui todo el viaje pensando a quién podía conseguir. Recordé a una señora mayor, que vive con dos nietas que son de unos veinte años y no trabajan. Quizás, alguna de ellas podía comenzar a trabajar allí. Al contarles la idea a mis padres, enseguida me dijeron que podía ser, pero que no sabían si se animarían a dejar a su abuela sola.

Esa noche fue muy larga para mi, pues debía tomar varias decisiones importantes: hacerme cargo de la escuela o renunciar, conseguir una auxiliar de servicio, irme a vivir a la escuela de domingo a viernes por a tarde. Pero, no podía perder ese puesto de trabajo que era para todo el año.

A la mañana siguiente, me levanté temprano y me fui en la moto de mi padre a la casa de esa abuela. Al llegar y contar cuál era mi situación, enseguida se ofreció Estela, la nieta mayor para ir a trabajar de auxiliar de servicio en la escuela y quedarse conmigo durante toda la semana. De esa manera, ya estaban resueltos dos problemas: tenía auxiliar de servicio y tenía compañía para quedarme en la escuela.

Mi padre se encargaría de llevarnos todos los domingos de tardecita a la escuela, y los viernes después de las 15 hs nos iría a buscar. El señor que nos había ofrecido el agua, la llevaría todos los domingos de tardecita así el lunes ya arrancábamos la jornada con todo listo.




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