El domingo de tardecita papá me llevó a mi y a mi compañera Estela (quién sería la auxiliar de servicio) con la mudanza que contenía todo lo necesario para quedarnos allí durante la semana. Arreglamos todo para poder dormir cómodamente a partir de esa noche.
La noche fue larga, pues estábamos expectantes por el día siguiente. que sería nuestro primer día de clases. Miramos televisión y charlamos largas horas, pues en realidad no nos conocíamos mucho. De a ratos, cuando quedábamos en silencio, escuchábamos el sonido de algunos pájaros y el grito de los zorros, que evidentemete estaban cerca de la escuela. Al cabo de un rato, nos quedamos dormidas.
A la mañana siguiente, a la hora 6:30 sonó el despertador y nos levantamos rápidamente. Organizamos lo que sería el almuerzo para los niños y me dirigí al salón de clases. A la hora 10, llegaron algunos alumnos, los que resultaron ser mis primeros alumnos como maestra. Algunos eran llevados por sus padres, otros fueron en bici y otros, a caballo. Todos estábamos entusiasmados por comenzar la jornada de clases.
La jornada pasó rápidamente, entre trabajos, almuerzo, recreo, y charlas para conocernos entre nosotros. Arreglamos los paneles del salón de clases y del comedor, para que la escuela pareciera más presentable. A la hora de la salida, todos se despidieron entusiasmados y se fueron hacia su casa,
Con Estela observábamos cuando se retiraban y ambas sonreímos, pues había pasado nuestro primer día de trabajo y había transcurrido muy rápidamente, lo que significaba que lo habíamos pasado muy bien todos. Aprovechamos que era temprano y hacía bastante calor, para acostarnos un rato y dormir una siesta que fuera reparadora.
Al despertarnos, preparamos el mate, y mientras tomábamos, yo fui planificando actividades para el día siguiente. De tardecita, llegó el vecino que nos traía el agua, y nos avisó que los días martes a las 15 hs pasa un panadero, por si queríamos comprarle algo. Sólo teníamos que dejar una bolsa en el portón con dinero y el apunte de lo que necesitábamos. Porque en realidad, en la zona no había ningún comercio cerca. Los productos debían comprarse en la ciudad, distante a unos veinticinco kilómetros
Los productos para la escuela se traían una vez al mes, guardando la carne en el freezer para que se conservara. En esa época era todo difícil pero había que adaptarse a la situación, lo que hacíamos rápidamente. Sólo quién tiene vocación de maestra lo logra. Así, fue transcurriendo rápidamente el año. Lo pasamos tan bien, que el transcurrir del año fue un flash.