Cosas que pasan...

Una visita inesperada...

Una linda tarde de sol, luego de haberse retirado los niños a sus hogares, me senté en el piso en la vereda del frente de la escuela. Cuando estaba entretenida leyendo un libro, comencé a sentir el maullido de un gato. Pero, no lo veía. Dejé el libro a un lado, y comencé a caminar intentando saber de dónde venía el maullido del gato.

De repente, veo que entre las plantas del jardín se escuchaba el maullido. Me acerqué al cantero y ahí, justo estaba el dueño de ese maullido. Era un lindo gatito de color blanco, con pintas negras en sus orejas. Era pequeño, así que seguramente alguien lo había abandonado allí.

Se dejó acariciar, por lo que comprendí que era mimoso. Llamé a Estela para mostrárselo, y entre las dos le dimos un poco de leche. Tomó bastante, lo que era señal que hacía rato que no comía, quizás algunos días. A la tardecita, le dimos un poco de carne picada, pues no teníamos comida de gato. Le preparamos una caja con unos trapos para que durmiera.

Al día siguiente, le pregunté a las familias si a alguien se le había desaparecido un gato. Todos me respondieron que no, pero que era muy común que abandonaran animales en la escuela, porque sabían que les iban a dar de comer. Les expliqué que en la escuela no podemos criar animales, por lo tanto si alquien quería adoptarlo se lo iba a agradecer muchísimo. 

En la tarde, cuando vinieron a buscar a sus hijos a la escuela, se acercó Alda, la mamá de Ramiro y me dijo que ellos estaban dispuestos a llevarse el gatito. ¡Qué alegría sentí! porque sabía que ahí iba a estar bien cuidado y que no iba a estar más en la calle. Ahora estaría viviendo con una familia, donde recibiría atención y cariño.




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