LLovieron varios días durante la semana de turismo. Era domingo y debíamos ir a la escuela el día lunes. El único medio de transporte que tenía era mi moto, por lo tanto debía ir si o si.
Como el domingo a la tarde, dejó de llover por unas horas, comencé a preparar mis cosas cuando vi el pronóstico de la semana. Seguiría lloviendo, por lo tanto debía aprovechar esas horas para intentar llegar a la escuela.
Mi padre me insistía en que no fuera, porque el arroyo debía de estar crecido, pero no pudo con mi convicción de irme a la escuela ese domingo y llevar ropa para toda la semana para quedarme allí, debido a los pronósticos.
Fue así como preparé dos mochilas: una con ropa y la otra con comida para la semana. Me abrigué y salí hacia la escuela. Al llegar al arroyo, sucedió lo que mi padre me dijo: estaba crecido. Luego de mirar por unos momentos, me decidí a cruzar.
Me bajé de la moto y crucé caminando a través del arroyo, sólo con las mochilas. Me dio mucho trabajo y crucé despacito, pues la fuerza del agua era bastante y tenía miedo de resbalarme y que la corriente me llevase.
Luego volví, nuevamente por la moto. Le dí arranque y la puse en primera, pero pasé caminando con ella, pues la corriente me hacía más fuerza aún. Cuando terminé de cruzar y miré hacia atrás, no lo podía creer. Me había arriesgado de cruzar ese arroyo crecido un domingo, para estar el lunes en la escuela.
Al llegar a la escuela, nuevamente comenzó a llover, manteniéndose la lluvia hasta el día martes inclusive. El día lunes llovía tanto, que no fue ningún niño a la escuela. Pero, yo estaba conforme, porque la maestra no había faltado.