Al caer la tarde, se comenzaba a sentir que el aire era más fresco. Al observar el paisaje a mi alrededor, algunas hojas estaban cambiando de color. Entre color amarillo, amarronado y bordó el otoño iba marcando su llegada.
Los campos tenían un tinte especial: variedad de pasturas, de tamaño apreciable acompasaban los cambios que estaban sucediendo. En el cielo, se veían los últimos pájaros que volaban velozmente hacia los árboles, a protegerse por la caída del atardecer.
¡Quién vive en el campo puede apreciar la naturaleza! el silencio, la tranquilidad, los cambios en el paisaje provocados por los cambios en las estaciones. Hasta los animales, cambiaban de lugar donde pasar la noche para estar un poco más protegidos.
Nunca pensé que vivir en el campo fuera una experiencia inolvidable, tanto que víví veintiocho años de mi vida allí. Nunca pensé que lo dejaría para vivir en la ciudad. Pero, llegó un día en que tuve que partir en busca de nuevos rumbos. Ese momento pensé que nunca llegaría, en realidad nunca quise que llegara.
Pero el destino quiso que a los veintiocho años, me casara y me mudara a la ciudad. Extrañé muchísimo, y aún hasta hoy, quisiera terminar mi vida viviendo en el campo, recordando lo vivido allí. ¡Ojalá la vida me permita volver a esos lugares!