En la vida como docente, siempre tienes recuerdos de esas familias especiales, las que te hicieron sentir bien. En el grupo de sexto año, tuve un alumno especial: era un niño que concurría por segundo año a esa escuela . Sus compañeros me manifestaron que no se integraba, que no le gustaba salir al patio a la hora del recreo y que no iba a los cumpleaños de ningún compañero.
Cuando le pregunté por ese niño a la directora, me contestó que era una familia especial y que no intentara cambiar sus costumbres porque no iba a lograr nada. Fue así, que comencé a cambiar algunas estrategias en la clase.
Cuando formaba los grupos de trabajo, los iba formando cada vez de manera distinta, de manera que ese chico fuera intercambiando opiniones con sus compañeros. De a poco, fue animándose a participar en clases. Quedaba aún pendiente la tarea de que se animara a salir al patio a la hora del recreo.
Fue así, que cuando sonó el timbre del recreo, le pregunté si no quería salir afuera al patio. Me respondió que quería quedarse dibujando, a lo que le respondí que afuera también podía hacerlo porque había bancos para ello.
Salí y me senté en unos de esos bancos, y al ratito apareció él con su cuaderno de dibujos a sentarse al lado mío. Había logrado la segunda meta, pero quería ir por más. Fue así, como al día siguiente lo invité a ir a la cancha de fútbol a mirar el partido de fútbol de los compañeros.
Observé cómo prestaba atención al partido, y al finalizar el recreo, me comentó que había entendido cómo era el juego. Le dije que si se animaba, podía jugar con sus compañeros. Me respondió que no, que debía aprender bien la técnica para atreverse a jugar.
Al cabo de dos semanas de observar el juego de sus compañeros, una tarde, antes de sonar el timbre del recreo, les dijo a sus compañeros que quería jugar con ellos. Al escuchar su petición, los compañeros le dijeron muy animados que si, que lo iban a ayudar a jugar.
Para sorpresa de todos,(y me incluyo), había resultado un buen jugador de fútbol. Esas semanas había aprendido muy bien la técnica de jugar al fútbol . Al terminar el recreo, estaba feliz porque había compartido el juego con sus compañeros.
Me fui inmediatamente para la dirección al comentarle a la directora lo que había sucedido, y me respondió: Uy de seguro mañana viene el padre a quejarse porque el niño jugó al fútbol. Me guardé la respuesta y me fui para la clase.
Al otro día, efectivamente llegó el padre del niño y pidió para hablar conmigo. Fue a agradecerme que estaba ayudando a su hijo a integrarse y que eso era lo más importante. ¡Qué alegría sentí! decididamente aquella era una familia especial.