Salir de campamentos con alumnos que nunca han salido de sus hogares por tres días, fue toda una aventura. Algunos niños no habían salido nunca sin su familia, y menos por tres días.
Fuimos en ómnibus, y al llegar allá nos encontramos con chicos de otra institución educativa. Nos recibieron e inmediatamente nos distribuyeron en las cabañas donde íbamos a pernoctar. Bella sorpresa se llevaron los chicos al conocer el lugar, era todo nuevo para ellos.
Tuvimos la suerte de que todos los chicos fueron distribuidos en dos únicas cabañas: la de varones y la de niñas. Las actividades de día no tuvieron mayores inconvenientes, pero el tema se complicó a la noche.
Los líderes (los que organizan los juegos) habían organizado juegos para las noches, donde se debía buscar distintos objetos en el monte del lugar. Para ello, se había solicitado que llevaran linternas cada uno. En la primera noche, fue todo nuevo, por lo que la aventura vivida por esos chicos en el monte fue sensacional: gritos, sustos, risas, todo confluía en una búsqueda incesante de diferentes objetos.
Cuando nos reencontramos todos en la cabaña, las anécdotas fueron sensacionales, pues cada uno de ellos tenía algo diferente para contar. Seguramente, nunca olvidarán aquella experiencia al igual que nosotros los docentes. Verlos disfrutar es algo inolvidable. Cuando uno trabaja y lo hace con la mejor dedicación, puede recoger los frutos de su trabajo. En este caso, esa noche de sustos fue una experiencia inolvidable para los chicos.