Hace cuatro años, llegó a nuestras vidas una dulce perrita. Una lluviosa mañana de mayo, cuando Edgar y su hijo mayor volvían de trabajar se encontraron a la orilla de la ruta a un animalito todo mojado y embarrado. Al detener la marcha de la camioneta, rápidamente se fue corriendo y se escondió abajo de una palmera.
Edgar se bajó y fue hasta donde se había escondido; tuvo que estirar su brazo para poder sacarla. Cuando la tuvo en sus manos comprobó que era una perrita de apenas dos meses. Era cruza con caniche color blanca, pero tenía tanto barro que no se podía distinguir su color.
Edgar se la dio a su hijo para que la cobijara mientras él seguía conduciendo. La perrita temblaba de tanto frío que tenía, además de estar muy delgada. Por lo mal que se encontraba, era evidente que hacía varios días que la habían abandonado.
Al llegar a su casa, Edgar la bañó , la secó y la abrigó. Luego, le dio comer, lo que hizo muy contenta. Al anochecer me manda foto de ella y tenía una carita de tristeza tan grande, que le dije por qué no se quedaba con ella. Me dijo que lo pensaría porque él no quería animales. Yo no podía porque ya tenía a Tom, al que no le gusta compartir su cariño.
Así, que Edgar decidió quedarse con ella. Al otro día, la llevó al veterinario, donde la vacunaron, le controlaron el peso y le dijeron que tenía aproximadamente dos meses. La bautizó Matilda. A las semanas tuvo que llevarla nuevamente al veterinario, porque Matilda tenía una enfermedad en la sangre que era contagiosa para los humanos. Seguramente esa fue la causa por la cual la abandonaron en la ruta. El veterinario le dio unas inyecciones y al cabo de unas semanas, ya estaba totalmente recuperada.
Hoy Matilda se ha convertido en nuestra hija "perruna", es un ser especial. Parece una niña de tan bien que se porta, a veces va a visitar a sus abuelos (los padres de Edgar) y pasa unos días allá para hacerles compañía.
Los fines de semana cuando estoy yo,siempre salimos a pasear, y ella ya sabe que cuando ponemos agua a calentar, es porque vamos a preparar el mate para salir. Se pone muy contenta y comienza a ladrar de alegría. Ni hablar cuando salimos, su carita de felicidad es impresionante. ¡Qué lindo personaje es Matilda! Se ha convertido en una dulce perra.