Cosas que pensé antes de sanar

Capítulo 4 – Cartas a nadie

Capítulo 4 – Cartas a nadie

A veces escribirle a alguien que no va a leer, es la única forma de sanar. Hay palabras que se nos quedan atravesadas. En la garganta, en el pecho, en la memoria. Cosas que quisimos decir pero no nos animamos. O que simplemente no pudimos, porque ya era tarde, o porque la otra persona… ya no estaba, quizás nunca existió más que en nuestra cabeza. Este capítulo es para eso.
Para escribir lo que no pudimos soltar en voz alta. Para esas cartas que no tienen remitente, ni dirección, pero sí una carga enorme de emoción.

Cartas a personas que se fueron. A versiones nuestras que ya no somos.
A emociones que todavía nos habitan.
A encuentros que no llegaron a ser.
A despedidas que nunca cerraron bien.

Porque a veces no se trata de que alguien lo lea. Sino de que vos lo escribas y lo sueltes.

Carta para aquellas personas a las que no les importó entenderme ni lastimarme

Fecha: cuando por fin decidí escribirles

A todas esas personas de mierda :)

No sé si alguna vez se tomaron el tiempo de pensar en lo que dejaron atrás. Probablemente no.
Probablemente sigan con su vida sin recordar cuánto dolía la mía cuando ustedes decidieron no mirar. Esta carta no es un reproche. Es lo que nunca dije en voz alta porque me enseñaron que sentir tanto era exagerado, que doler tanto era un defecto, y que hablarlo era un drama. Pero hoy escribo porque no quiero seguir cargando con lo que ustedes dejaron. Me dolió.
Me dolió más de lo que mostré. Y me dolió no solo lo que hicieron, sino todo lo que no les importó. No les importó entender por qué lloraba.
No les importó saber qué me pasaba.
No les importó si yo también necesitaba ser escuchada alguna vez.

Hoy entendí que lo que más ruido me hacía… era el silencio que me dejaron ustedes. No sé si alguna vez se dieron cuenta del efecto de sus palabras. De su indiferencia. De cómo uno se va apagando cuando el otro deja de mirar. ¿Saben lo que se siente? Se siente como gritar desde adentro y que nadie escuche.
Como querer explicar un incendio y que te digan “estás exagerando, solo es humo”. No escribo para que vuelvan.
No quiero que lo hagan. Solo quiero dejar esto acá, escrito, fuera de mí.
Porque ya no me corresponde cargar con la ignorancia ajena.
Porque ya no me voy a culpar por no haber sido suficiente para alguien que nunca quiso comprenderme. Hoy cierro esta carta con alivio. Con dignidad.
Porque me merezco relaciones donde no tenga que traducirme.
Gracias por haberme enseñado lo que no quiero volver a vivir.
Y por mostrarme, con tanta frialdad, la importancia de elegir con quién sí vale la pena quedarse.

Sin más,
yo.

Para la nena que todavía creía que el mundo era bueno

Fecha: el día que creciste de golpe, sin quererlo

Querida yo chiquita:

Si pudiera volver a abrazarte en ese momento exacto en el que te diste cuenta de que no todo era ternura, lo haría sin dudarlo. Te miraría a los ojos —esos que todavía creían que la gente era como vos— y te diría que no es tu culpa.
Que nunca lo fue.
Que el problema no fue haber confiado, sino que del otro lado no supieron cuidar eso que para vos era tan valioso. Vos creías en las promesas, en la amistad como refugio.
En que las personas decían lo que sentían y sentían lo que decían. No entendías de mentiras, de envidias, de indiferencias disfrazadas de sonrisas.
Y cuando lo descubriste —cuando te lo hicieron sentir—, dolió tanto que tu cuerpo todavía lo recuerda. Fuiste vos, la que se quedó callada la primera vez que la excluyeron.
La que fingió que no escuchaba cuando se burlaban.
La que pensó que si hacía todo bien, la iban a querer.
Y no sabías que hay personas que lastiman sin motivo, o porque pueden, o porque también fueron lastimadas y no supieron hacerlo diferente.

Me parte el alma pensar en vos descubriendo la crueldad como quien choca contra una pared en plena carrera.
Te hubiera gustado que te avisen.
Te hubiera gustado que el mundo fuera más suave.

Pero aun así seguiste. Con más miedo, sí. Con menos brillo, también. Pero seguiste. Y hoy quiero agradecerte por eso. Por no haber dejado que la amargura te gane, por haber seguido creyendo, aunque ahora lo hicieras con más cuidado, por haber sobrevivido a palabras que nadie debería decirle a una nena, por haberte vuelto tan fuerte… sin que nadie te preparara para eso.

Perdoname por exigirte tanto, por obligarte a entender lo que ni los adultos entendían.
Y gracias.
Gracias por ser la base de quien soy hoy.
Gracias por seguir estando adentro mío, incluso cuando me olvido de cuidarte.

Ojalá algún día pueda devolverte todo lo que te faltó. Y abrazarte, por fin, sin pedirte que seas fuerte.

Con todo el amor que hoy sí sé darte,
yo.

“Para quienes no hablaron nunca, pero lo dijeron todo”

Nota antes de leer: Esta es, sin dudas, la carta más especial de todo este capítulo. Está escrita en honor a Gordie, mi perrito. Ese compañero que me acompañó sin pedir explicaciones, que entendía mis silencios mejor que nadie, y que, aunque hoy ya no está físicamente, sigue siendo uno de los amores más puros que conocí en la vida. Esta carta es para él… Y para todas esas mascotas que alguna vez nos enseñaron que el amor verdadero no siempre tiene palabras.

En memoria de Gordie

Querido amigo,
mi chiquito, mi amor de cuatro patas:

Te escribo desde un rincón del alma donde todavía estás y vas a estar siempre.
Porque aunque muchos no lo entiendan, vos fuiste una forma de amor que jamás encontré en ningún otro lado. Ni en una pareja, ni en una canción, ni en un abrazo humano. Nos pasamos la vida tratando de encontrar "al amor de nuestra vida". Como si solo pudiera tener forma de romance. Como si solo valiera si nos elige alguien con palabras. Pero hay amores que ladran.
Que esperan.
Que corren cuando nos ven volver.
Que no preguntan cómo estamos, pero lo saben igual. Y vos fuiste eso. Fuiste mi consuelo silencioso en los días tristes, mi alegría exagerada cuando no tenía motivos, mi testigo constante en una vida que a veces dolía.
Fuiste hogar, sin ser lugar.




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