Cosmic Shine

La Niña y el Brillo Cósmico

 

La sirena de la línea comenzó a sonar estruendosamente tal como lo hacía en cada inicio de jornada, los que venían saliendo de trabajar bajaban de los ascensores y se iban quitando sus pesados trajes de minería mientras iban directo al área de equipaje, mientras que los que venían entrando esperaban a que los ascensores se vaciaran para poder entrar.
En eso se escuchó un alboroto en la parte en la que los mineros dejaban sus cosas, se podía ver como unos oficiales sacaban a alguien de la multitud a rastras mientras éste se revolcaba para que lo soltaran, gritaba con todas sus fuerzas: ¡No me he robado nada, se me perdió, se me perdió!
— Otro ladrón más. —Dijo Dara regresando su vista al frente. Xinamon, que estaba justo frente a ella, ojeaba un pedazo metal que había encontrado tirado en el suelo.
— ¿Qué ves ahora?
— Nadar. —Contestó deshaciéndose del metal al lanzarlo para un lado—. ¿A dónde crees que nos manden hoy?
— No lo sé, la verdad. —Respondió Dara con desdén.
Parecía más desanimada que de costumbre, pensó Xinamon. Por lo general estaría hablando sobre el mar o algo parecido, pero ahora estaba en silencio. A diferencia de ella, que vivía solo por comer y por jugar un rato, Dara siempre había tenido otros pensamientos, como por ejemplos, los de abandonar la mina.
Como si eso se pudiera... Habían nacido ahí adentro, y ahora su destino era morir ahí adentro también. Aunque apenas tuviera trece años lo sabía, y la verdad no le importaba, ya lo había aceptado. Además, ya su trabajo en los conductos era demasiado peligroso como para intentar escapar de ahí.
Se escuchó otro sonido de la sirena y entonces todos los de la nueva jornada comenzaron a caminar hacia los ascensores. Un sujeto, montado sobre un podio enorme y ayudado por un aparato que incrementaba sus gritos iba dirigiendo a los mineros por su sector.
— Explosivistas a los ascensores del A-1 al A-8. Escombreros para los A-9 al A-13. Los soldadores del A-14 al A-19. Los reparadores de conductos para los A-20 al A-26...
Xinamon tomó a Dara de su mochila y la siguió así entre toda la gente hasta los ascensores que les habían dicho. Cuando llegaron todos los niños que pertenecían a sus equipos comenzaron a saludarse. No se veía ningún adulto, de cualquier manera era imposible que un adulto estuviera con ellos, pensó Xinamon, esto es un trabajo para niños.
Cuando ya no hubo nada en las plataformas de abordaje se escucharon alarmas que anunciaban el cierre de las enormes puertas que poco a poco iban quitando la luz a los ascensores. Al cerrarse por completo todo estaba sumido en la oscuridad, y entonces unos bombillos rojos se encendieron y se sintió como el ascensor comenzó a descender.

— ¿Escuchaste que encontraron a Kir? —Escuchó Xinamon de una conversación que había detrás de ella, Dara le presto igual atención a lo que hablaban los otros.
— Sí. Estaba escondido en el basurero. Qué idiota, como si no lo fueran a encontrar ahí. Todo por no querer trabajar.
— A mí me dijeron que no quería trabajar porque se había partido una mano con un martillo neumático.
— Pues qué mala suerte...
Xinamon miró a Dara—. ¿Ves lo que te digo? —Dijo Dara asintiendo levemente—. Este lugar es un infierno.
— No comiences con eso de escapar. —Dijo ella con fastidio.
— ¿De qué más podría hablarte? Claro, tú lo dices así porque no viste lo que yo he visto.
— Solo hablas de huir porque viste unos dibujos en un libro que ni siquiera sabemos si es de verdad. Podía ser un cuento, como nos dijo Jarma. ¿Qué pasa si en verdad logras salir y te encuentras conque en verdad allá afuera todo es una matanza y perdición?
— No creo que sea así.
— Pues te falta volver a ir a los límites y ver lo que hay luego de ellos. No hay nada, solo tierra, un desierto. Estamos seguras aquí adentro.
— Trabajando como esclavos.
— ¿Cómo sabes qué somos esclavos? ¿Has visto alguno en verdad si quiera?
— Por favor. Los veo todos los días, incluso veo a una cuando miro mi reflejo. Si no fuera así, ¿cómo es que hay gente que no se la pasan como nosotros?
— Ahí va de nuevo —dijo ella volteando los ojos y cruzándose de brazos.
Dara siguió hablando y ella se puso sus máscara y protectores auditivos, ahora solo había silencio.
¿Cómo es que hay gente que no se la pasan como nosotros? Fácil, porque tienen otros trabajos en los que no se ensucian... Ni sufren...
Los sujetos, aquellos que solo se les había podido ver la silueta en lo alto de la ciudad, en lugares tan altos en donde parece que ni el polvo ni los gases pudieran llegar. Ya había pasado un tiempo desde la última vez que había escuchado hablar de ellos, hasta los momentos algunos incluso los tenía como mitos, sombras en lo alto de las canteras o edificios que se confundían con personas. Es que era imposible que alguien no tuviera que trabajar ahí, sino entonces todo colapsaría. Desde pequeña le habían enseñado que su esfuerzo y sacrificio era para poder mantener la ciudad. Que no importaba lo cansada que estuviera, si podía agregar algo más de carbón, hierro o quién sabe qué más antes de morirse había ayudado a que otros cientos de miles no murieran por el Colapso. No creía del todo en eso, pero sabía que tenía que trabajar, aunque no fuera lo mismo con su mejor amiga. Además, solo un idiota se deja convencer por otro, recordaba que antes Dara no era así, todo cambió luego de que un grupito de chiflados le engatusaran la mente con ideas absurdas. Como agua infinita, o plantas por doquier, o lluvia que no ardiera. Ella había podido ver muchas veces lo que hay más allá de los límites de las enormes barreras de metal y concreto que rodea a la ciudad. Nada. Un yermo anaranjado, sin nada verde, o azul, sin un atisbo de vida. Por algo será que cuando alguien es atrapado cometiendo un delito, como dejar de trabajar o robar es sacado de la ciudad y llevado lejos para soltarlos y dejarlos morir allá afuera.
No hay nada allá afuera, Dara. Aquí estamos mejor.



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En el texto hay: cosmic shine.

Editado: 16.09.2022

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