Cósmico

Capítulo 5: Ley del Más Fuerte

El interior de la nave de los Nómadas era un golpe violento a los sentidos después de la pureza bioluminiscente de la Bóveda. El aire olía a aceite quemado, sudor y metal caliente. Los pasillos estaban recubiertos de placas soldadas de forma tosca, con cables expuestos que serpenteaban por las paredes como venas mecánicas. No había gracia aquí, solo una utilidad brutal y sin concesiones.

Lena y Kael fueron empujados sin ceremonias hacia lo que parecía la cubierta principal, un espacio abarrotado de pantallas parpadeantes, armas apiladas en rincones y miembros de la tripulación con armaduras similares a las de sus captores, realizando tareas de mantenimiento con una urgencia ceñuda.

El líder, que se había quitado el casco, reveló un rostro marcado por cicatrices y una mirada dura como el acero de su hacha. Sus ojos, de un gris casi del color de la escoria, los escrutaron sin un ápice de la benevolencia que uno esperaría de un salvador.

—Soy Vorlag —dijo, su voz era áspera, sin la distorsión del casco, pero igual de intimidante—. Y ustedes dos acaban de convertirse en la carga más problemática que hemos recogido en ciclos.

—Nos... salvó —logró decir Lena, aún acurrucada sobre la Semilla, que ahora palpitaba con un ritmo bajo y ansioso, como un animal asustado.

—¿Salvar? —Vorlag soltó una risa corta y seca—. No me hagas reír, recipiente. Interrumpimos una cosecha. Esa cosa —señaló con la barbilla la esfera— es un imán para todo el sistema inmunológico de este maldito planeta-planta. Matamos a unos cuantos de sus centinelas, pero no será suficiente. El Jardinero no se rendirá. Solo estamos comprando tiempo.

Kael, recuperando algo de su compostura, se interpuso un poco entre Lena y Vorlag.

—Somos arqueólogos de la Academia de Cygnus.Estamos en una misión de investigación. Le agradecemos el... auxilio, pero debemos regresar a nuestro puesto de avanzada.

—La Academia —escupió Vorlag la palabra como si tuviera mal sabor—. Un montón de eruditos que juegan con fuego que no comprenden. No hay "regresar". Su puesto de avanzada ya debe ser un bonito jardín de cristal. El Jardinero consume, asimila. Es lo único que hace. Ustedes son todo lo que queda de su expedición, recipientes. Lo único que no ha sido digerido.

Las palabras de Vorlag golpearon a Lena con más fuerza que cualquier raíz. Su equipo, sus colegas... todo, transformado en parte de ese silencio eterno. Un nudo de dolor y culpa se le formó en la garganta.

—¿Por qué nos ayudó entonces? —preguntó Lena, su voz temblorosa pero desafiante.

La mirada de Vorlag se posó de nuevo en la Semilla.

—Porque esa cosa que sostienes como un bebé es la única razón por la que todavía están conscientes.Y es la pieza de caza más valiosa que he visto en mi vida. Es una llave, ¿verdad? Una llave para el corazón mismo de esta bestia.

Un tripulante gritó desde un puesto de control.

—¡Jefe!Está reorganizándose. Formaciones masivas acercándose desde los vectores beta y gamma. Patrón de asedio.

Vorlag maldijo en un idioma que sonaba a pedernales chocando.

—Bien,escuchen, recipientes. Tienen dos opciones. Opción uno: los arrojo por la esclusa y dejo que su amigo el jardín los convierta en abono. Opción dos, la sensata: me dicen qué demonios es esa esfera y cómo podemos usarla para sacar de aquí el núcleo de procesamiento principal del Jardinero antes de que este mundo entero nos aplaste.

—¿El núcleo? —Kael palideció—. ¿Quiere... saquearlo? ¿Destrozar toda una conciencia planetaria?

—No es una conciencia, es una plaga —refunfuñó Vorlag—. Una plaga muy, muy valiosa. Su núcleo contiene los patrones de todas las especies que ha asimilado. Es una biblioteca de biotecnología inigualable. Con eso, podríamos comprar una flota. O un planeta.

Lena sintió cómo la Semilla se calentaba en sus manos. Una oleada de imágenes, de sensaciones, le llegó a la mente. No eran órdenes, sino una advertencia, un miedo ancestral. Vorlag y el Jardinero eran dos caras de la misma moneda de la aniquilación: uno asimilaba, el otro devoraba. Pero uno de ellos la tenía a ella y a Kael en una jaula de metal.

—No es una llave —dijo Lena, con una claridad repentina que sorprendió incluso a ella misma—. Es una semilla. Y no abre puertas... puede que plante otras cosas.

Los ojos de Vorlag se estrecharon, calculando. No era un filósofo, era un pragmático. Una nueva herramienta era tan buena como una llave.

—Entonces, recipiente —dijo, acercando su rostro cicatrizado al de ella—. Les sugiero que empiecen a plantar.

Fuera, a través de los monitores de la nave, podían ver cómo el paisaje idílico se retorcía. Los árboles de cristal se reconfiguraban en estructuras defensivas, y oleadas de Conscientes Silentes, ahora más grandes y armados con protuberancias cortantes, avanzaban como un sistema inmunológico enfurecido. La batalla no había hecho más que empezar, y Lena y Kael se encontraban en el ojo de un huracán de fuego, acero y voluntades diametralmente opuestas, con el destino de un mundo entero latiendo en las palmas de sus manos.



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En el texto hay: tierra, cósmico, gravitación

Editado: 14.11.2025

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