— No puedes hacer eso.
— Claro que puedo y lo haré.— Le respondo cortante.
Asiente lentamente.
— No te entiendo ¿Sabes?—Suspira.— Desde que te conozco nunca te ha importado lo que los demas digan ¿Por que ahora?
— Porque el es como un segundo padre para mi, el cuido de mi muchas veces. Quizás nunca nos vimos de pequeños pero asi paso.
— ¿Asi que me dejas, sin mas? — Se sitúa frente mio.
Respiro hondo.— ¿Como dejar algo que...nunca empezó?
Me mira con decepción.—¿Nunca empezó? Me estas jodiendo.
— Tu no tiene corazon, te conte todo y aun asi, me haces elegir.— Le miro dolida, aguantando las lágrimas que luchaban por salir.
— Claro que si, mejor dicho, me lo acabas de romper.— Abro la boca sorprendida.— La segunda vez que me lo rompes, la primera fue hace cuatro años.
Agacho mi cabeza, pienso que si tal vez no lo veo a los ojo, se me hara mas facil irme.— Lo siento.
— Yo también.— Se acerca lentamente, deteniéndose a escasos centímetros de mi, nuestras respiraciones se entrelazan. Pensé que me iba a besar en los labios, sin embargo, inclinó la cabeza y me dio un beso en la mejilla. Un beso que se sentía triste, melancólico.— Que te vaya muy bien.
Dio la media vuelta y se fue con pasos lentos, casi arrastrando la suela de los zapatos.
Me quedé en medio del aeropuerto, con una maleta y un nudo un la garganta.