14 de marzo, 2015.
Habían cosas que, como todo ser humano, no llegaba a entender. Hoy, por ejemplo, no entendía porqué había aceptado tener una cita con un chico que no me gustaba; porqué la mayoría de las mujeres, me incluyo en ello, nos da por hacer esperar al chico y llegar tarde cuando ya estábamos listas; tampoco qué se supone hacía Casper por mi vecindario y mucho menos entendía cómo es que la piedra que había lanzado hace instantes dio a parar justamente en su cabeza.
Se me hace gracioso cómo busca de un lado a otro al responsable y cuando sus ojos caen en mi soy realmente estúpida de ponerme a hacer ejercicio esperando que crea soy inocente, pero cuando veo sus zapatos acercarse pienso he sido descubierta por lo tanto me incorporo para negar rotundamente ese hecho.
— ¿Sabes quién ha lanzado una piedra?
Yo. Pero dado que no se ha dado por enterado de que soy la responsable niego.
— Creo que el niño de la casa del frente era quien estaba jugando con piedras.— Respondo, sorprendiéndome por la velocidad en que pronuncio las palabras ; y me balanceo de una pierna a otra por los nervios que me produce que me crea.
Me siento culpable porque los vecinos tenían un niño que apenas gateaba y obviamente no tenía fuerza para lanzar una piedra, pero también tengo ganas de reírme por lo loco de la situación.
— Bien, tendré que ir a hablar con sus padres entonces.— eso no me hace reír por lo que exclamo a todo pulmón un no como respuesta—¿porqué no puedo?
No respondo pero siento el alma salir de mi cuerpo al verlo dar media vuelta y dirigirse a casa de los vecinos.
— Fui yo— confieso, luego de varios segundos en que analicé la situación y me di cuenta que era lo mejor. Él llega nuevamente a mi.
— Lo sè —abro mi boca mas palabra alguna sale de ella —. No todos los días te encuentras a una chica con vestido haciendo lagartijas.
Llevo mi mirada al hermoso vestido verde que había decidido llevar para mi cita y me siento estúpida porque pude decidir hacer algo mejor; por suerte no se me ocurrió ponerme tacones hoy porque estaba segura sería más vergonzoso.
— Lo siento — Me disculpo, y cierro mis ojos cuando se acerca demasiado porque creo que me golpeara pero al no sentir nada y abrirlos solo me enseña una hoja que supongo debió estar en mi cabello— . La verdad es que estaba aburrida esperando a que se hiciera la hora para irme a mi cita.
¿Y porqué le dices eso idiota? Él no te preguntó.
— ¿Vas a una cita?
— Si— respondo a su pregunta y saco mi celular de la pequeña cartera que llevo para ver la hora y lo devuelvo al saberla —. Ha pasado un minuto desde que empezó y si no quiero que el chico piense que no iré debo empezar a caminar. Así que adiós y discúlpame nuevamente. — no le doy tiempo de decir algo cuando me alejo tratando de huir.
Respiro con tranquilidad cuando doy algunos pasos, aunque no dura nada porque él dice que lo espere dado que vamos por el mismo camino, el cual se hace incomodo porque solo nos dedicamos a mirar hacia el frente sin mencionar palabras por más que fuéramos uno al lado del otro y nuestros hombros se rozaran. Supongo que es algo normal ya que no nos conocíamos y menos teníamos tema de conversación.
— Si te gusta el chico, ¿porqué vas tarde?— pregunta luego de algunos minutos —. Las mujeres son algo complicadas.
— No me gusta el chico. Y aunque podemos llegar a ser complicadas y los hombres a veces no logren comprendernos en este caso solo queremos hacernos las interesante, supongo. — No estoy muy convencida de lo último, pero tampoco pensaba retractarme.
— Pues yo ahora no comprendo porque si no te gusta el chico aceptas una cita con él.
¿Y a ti porqué te interesa tanta saber qué hago o deje de hacer? Es lo que quiero preguntarle, pero no soy capaz de hacerlo.
— No importa si no me gusta el chico, no es como si pensara casarme y formar una familia con él. No son mis planes.
— ¿y cuáles lo son entonces?
— Mi lema de vida es: disfruta la vida hoy antes que ella te joda mañana.— me doy cuenta que se encuentra observándome cuando llevo mi vista hacia él por lo que decido quitarla y fijarme en el camino— Por los momentos solo quiero disfrutar.
A partir de ahí no decimos nada hasta que me deBato entre despedirme o no de él cuando llego a mi destino, ya que no somos amigos o siquiera conocidos; pero decirle adiòs con una de mis manos y entro a la heladería en la que quedamos de vernos Job y yo y lo diviso en una de las mesas del fondo viendo hacia la ventana por lo que camino hacia él.