Capítulo 42
Llegamos a casa y subimos a la habitación, sin pensarlo dos veces tomó su rostro con mis manos y lo beso, él me agarra de la cintura y me pega a su cuerpo, él coloca sus manos en mi trasero cargándome para luego llevarme a la cama sin detener nuestro beso.
Me quita la camisa con rapidez, mientras yo hago lo propio con él, cuando me doy cuenta estamos ya desnudos.
Él besa mi cuello en su marca, que envía corriente a todo mi cuerpo, pero se detiene. Me mira de forma extraña, se pone en pie y comienza a vestirse.
-- Más o menos–- estoy en shock .
--Viste te--- es todo lo que dice cuando ya está listo, por su cara de molestia decido no decir nada, solo me visto como ordenó. Cuando estoy lista me toma de la mano y bajamos al sótano, me agarra tan fuerte que me lastima, por lo que de un jalón sacó mi mano y detengo el paso.
--Me lastimas-– exclamó al ver su cara de sorpresa, pero luego la cambia para una de arrepentimiento y luego preocupación.
--Si te pido que te quedes aquí lo harías--- sujeta mi rostro con ambas manos, yo asiento ya que veo en sus ojos una preocupación alarmante, el besa mis labios antes de soltar me.
--Entra ahí, todo estará bien, confía en mí-– besa mi frente y se marcha.
¿Qué está pasando?
Entró a la habitación que me indico y es como un cuarto de pánico, las paredes de metal y el piso acolchado.
--¿Qué sucede?--- pregunto al ver las mujeres, ancianos y niños en el lugar. La madre de Sebastian se me acerca y me da un abrazo que yo respondo.
--¿Que ocurre?-– vuelvo a preguntar al ver las caras de angustia y tristeza de las mujeres que están aquí.
--Nos atacan, son cazadores-- me responde una mujer mayor que está abrazada a dos niños. ¿Cazadores?-– no entiendo lo que sucede.
--Si, cazadores de lo sobrenatural, había tratados con ellos pero al morir el hijo del nuevo líder, se rompió -– me explica la madre de Sebastian.
--Samanta, pero los cazadores son humanos ¿por qué estamos aquí?-– pregunto a mi Suegra.
--Sus armas pueden matarnos y ellos no tienen corazón, no les importará que sean niños o no-– me dice con tristeza en sus ojos, yo solo la abrazo ya que no se que mas hacer.
--Que culpa tenemos nosotros, que su hijo haya muerto para que se rompa el tratado-– digo con frustración al ver el dolor de todos.
Nadie dice nada, hasta que entra Carol a la habitación con una mujer herida, lo que hace que todas las personas en la habitación se desesperen. Carol no encuentra cómo atenderla por el ajetreo de los presentes.
--¡ALTO TODO EL MUNDO!-– digo sin poder contenerme más. Todos se quedan paralizados en sus puestos viéndome.
--Los niños con los ancianos, los jóvenes ayuden a los médicos, las mujeres busquen gasas, agua, sábanas lo que sea, llorando no van hacer nada-- les digo y todo el mundo obedece. Me acerco a Carolina y esta me mira con orgullo y agradecimiento.
--Tu dime y yo me ocupo-– le digo.
--Has hecho más que suficiente luna, solo asegúrese que estén todos los niños y ancianos-– me brinda una cálida sonrisa y sigue limpiando la herida de la mujer.
Hago lo que me dice, me cerciore de los ancianos y estoy cantando a los niños.
--El pacto se rompió por salvarte, su hijo era tu secuestrador-– me dice Samanta, sin poder ver mis ojos.
Y lo entiendo, estamos siendo atacados por la muerte de Jhon, pero Jeison no lo haría, él no me atacaría.
-- ¿Terminaste la inspección?--- la voz de Carolina me saca de mis pensamientos. Cuándo terminó de contar noto que falta alguien.
--No, falta Luz ¿dónde está Luz? ¿dónde está mi pequeña?–- la busco como loca entre los niños.
--LUZ!!! Luz!!!! LUZ!!!!-- gritó desesperada, no esta, no responde.
Sin que nadie pueda evitarlo, salgo de la habitación del pánico o el bunker para ataques cómo lo llamaron ellos.
Estoy desesperada, no la encuentro en ningún lado, revisó todos los cuarto pero nada, la cocina, la sala, no está en ningún sitio. Salgo de la casa y aunque no están cerca escuchó el ruido de la batalla y veo cómo llegan los heridos.
--Luna venga conmigo-- escuchó que alguien dice.
Pero yo no le hago caso, me zafó de sus brazos sin detenerme a ver quien es y sigo el olor de mi pequeña. Rogando en mi mente que esté bien, que esté escondida, porque no me gusta nada hacia donde me lleva su olor.