REDESCUBRIÉNDONOS

Daimon llegó a casa entrada la noche, había odio sobre lo que se rumoreaba, el periódico fue sublime con aquel encabezado tan atroz.

Verdaderamente me causaba gracia todo aquello, supuse desde el prime momento, que un gran revuelo se armaría con mi llegada aquí, pero nada podía hacer que me arrepintiera de la decisión que había tomado, seguiría a Daimon al fin del mundo y lucharíamos juntos para salir adelante.

Lo esperé con una elaborada cena, quería que se sintiera feliz de volver a casa, que sintiera que podía dejar su pesada carga del día a día fuera y liberarse de todo al estar aquí dentro, con su familia.

Ángel cenó y se acurrucó en el regazo de su padre, era una imagen extremadamente tierna, sin pensarlo los fotografié mientras se mimaban, entre caricias y miradas.

Cuando se rindió al sueño, Daimon la recostó en su habitación, mientras aproveché para poner algo de música suave que aligerara el ambiente.

Al verme bailar sola en el medio de la sala su mirada se encendió, se acercó poco a poco, con paso lento pero seguro.

Tomó mi cintura firmemente y me acercó a su cuerpo.

Había dicho ya que este hombre comprometía mi cordura, se veía tan sexy y deseable con aquella remera ceñida de cuello en V, con aquel baquero oscuro y desgastado que se ajustaba a sus bien formadas piernas y trasero, sus tatuajes se veían tan bellos en su piel.

Comenzamos a bailar pegados, íbamos fuera de ritmo ya que no era una canción lenta, pero nada parecía importar en este momento.

Su sonrisa y sus brillantes ojos me observaban con devoción.

Sus manos acariciaron mi espalda debajo de la blusa que llevaba.

-Creo que hace calor aquí.

Dije con voz ronca en un lastimero susurro, mientras tomaba el borde de su remera para sacarla de su torso.

-Si y mucho.

Contestó mientras dejaba que mis manos viajaran por sus brazos y su pecho.

Algo llamó mi atención sobre su corazón, en medio de dos tatuajes viejos, había un nuevo trazo en su piel, era una Cereza, igual al dije que llevaba junto a mí en el brazalete, que él me regalo aquella triste noche, donde sus miedos e inseguridades decidieron por él.

No parecía ser reciente, pero sabía que no lo tenía cuando comenzamos hace años nuestra relación.

Lo toqué suavemente, delineando su forma.

-¿Cuándo…?

No dejo que terminara la pregunta, ya que me besó con tenacidad.

-Mi corazón siempre te ha pertenecido, dejaste una huella no solo en el, mi piel y mi alma también están marcadas por ti mi dulce Cherry, cuando llegué aquí quería llevarte conmigo, no solo dentro sino fuera también.

Terminó guiando mi mano, sobre aquel bello dibujo sobre su corazón.

Me emocioné, hasta el punto de no poder contener, una traicionera lágrima que cayó sobre mi mejilla.

Daimon la limpió delicadamente, mientras repartía besos por mi rostro, comenzó a quitar mi blusa.

-Creo que el calo aquí ha aumentado.

Exclamó con burla, mientras trazaba pequeños dibujos sobre mi piel, haciendo que la temperatura de mi cuerpo en verdad se elevara.

Me recostó sobre el sofá sin dejar de besarme.

-Los sofás siempre fueron mis muebles favoritos, creo que tienen su encanto.

Me reí de su absurdo comentario, recordaba aquel viejo sofá de mi apartamento, el cual fue testigo de muchas muestras de amor entre ambos.

-Claro, aunque creo, que podemos hacer que prefieras todo el mobiliario de la casa.

Dije elevando mis cejas de forma provocadora, mientras observaba la mesa del comedor.

El siguió mi mirada, incrédulo por mi descaro.

-Me sorprenden tus ideas, son brillantes, creo que empezare a adorar la mesa o la mesada de la cocina desde este momento.

Agregó elevándome de sopetón entre sus brazos, haciendo que sonoras carcajadas salieran de mí.

-Shhh… que no queremos despertar a la niña.

Silenció mis labios con un beso sensual y pasional.

Nos permitimos explorar la sensibilidad de nuestros cuerpos, redescubriéndonos nuevamente y entregándonos el uno al otro.

Lo amaba, hoy más que ayer, pero seguramente, menos que mañana.