Créeme

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

La felicidad y la dicha comenzaron a regir mis días, me sentía plena y completa.

Luego de darle la noticia sobre el embarazo a Daimon, se volvió loco de felicidad.

Me pidió ver las ecografías de Ángel, que conservaba guardadas como un tesoro.

Se preocupaba y trataba de estar en cada detalle, sabía en mi interior que trataba de poder remendar los errores del pasado.

Amaba a aquel increíble hombre, que podía convertirse en el mejor amante, en el tierno y comprensible amigo, en el mejor confidente y apoyo, en el corredor de motos misterioso y sexy, en un padre dedicado y ejemplar, hasta podía ser una princesa con disfraz y todo si nuestra pequeña se lo pedía.

Era todo en uno y amaba cada faceta de él.

Me concentre en mantener mi tranquilidad, hablaba a diario con Titi sobre el Hogar y la biblioteca, todo iba de maravillas y funcionaba correctamente.

La noticia de mi embarazo casi vuelve loca a Sam y a mi suegra, decidieron venir a pasar una temporada aquí conmigo cuando mi embarazo estuviese en su ultima etapa, para no perderse ningún detalle y poder acompañarnos y ayudarnos.

Me sentía verdaderamente feliz, agradecía todos los días por poder vivir mi vida de esta manera, pero el recuerdo de mi madre me llenaba de pesar.

Los meses transcurrieron muy de prisa, Daimon participo en el mundial, no logro ganar, pero salió tercero, un puesto muy bueno con la cantidad de corredores geniales que participaban, su carrera gracias a eso iba en acenso y se lo veía emocionado con todo lo que sucedía a su alrededor.

Involuntariamente la imagen de Marta invadía mi mente, era la única familia que tenía después de Daimon y mis hijos, pero se sentía tan ajena y lejana que dolía.

Decidimos viajar antes de entrar en mi 6to mes de embarazo, para poder saludar a los chicos, Daimon se encontraba ansioso por la llegada de su ahijado a este mundo, el niño de Robert y Vanessa estaba a punto de nacer y él no podía perderse aquel acontecimiento.

Maicol, su mujer e hija se sintieron enormemente feliz por nosotros ya que también pasamos a visitarlos y darles las buenas nuevas.

Al estar nuevamente en Nueva York los recuerdos me castigaron de forma dura, pensar en mi madre me generaba mucha tristeza.

Sin pensar muy bien en lo que hacía, solo guiándome por mis instintos me dirigí a la mansión que había sido mi hogar durante mi niñez.

No necesité anunciarme ya que tenía la clave de acceso, después de ingresarla, el portón se abrió.

Mis nervios se instalaron en la boca de mi gran barriga, traté de serenarme para no alterar a mi bebé.

Luego de presionar el timbre, esperé a ser atendida, pese a que tenia una llave en mi cartera, no quería invadir su privacidad de aquella forma.

Ana apareció detrás de las enormes puertas, sus ojos se abrieron con sorpresa, mientras me observaba de pies a cabeza.

Sus ojos se detuvieron largos segundos en mi panza, hasta que se dispuso a verme a los ojos con una sonrisa forzada.

-Señorita Emma, que placer volver a verla.

-No se si tengo el mismo gusto, pero necesito ver a mi madre.

-Oh ella no se encuentra, se marchó de la casa poco tiempo después de que usted se fuera de aquí, se queda en una casa más pequeña cerca de la plaza a la que iban cuando eran pequeños.

Su revelación me asombró, pero sin perder el tiempo me despedí de ella con un asentamiento de cabeza y me retiré del lugar.

No me agradaba esa mujer, sabía que era fiel a mi madre, a lo largo de mi vida me mantuvo controlada y vigilada por ella, me enfurecía lo fría que podía llegar a ser, más aún lo clasista y manipuladora que era.

Me dirigí a la casa que usábamos como lugar de descanso, pese a que mi madre nunca le gusto, Bruno la compro cuando papá falleció, para compartir momentos en familia, era una casa más pequeña, más humana y más cálida que aquella enorme y fría mansión, no sabía cómo, pero podía asegurar que se encontraba allí.

Al estacionar el auto, los recuerdos se acumularon en mi mente, haciéndome derramar más de una lagrima, frente a la casa un espacio verde y hermoso, lleno de vegetación y flores adornaban el lugar, en aquel parque solíamos divertirnos y pasar horas charlando con Bruno.

Cuando llamé a su puerta esperé encontrarme con alguien de la servidumbre atendiéndome, pero parada frente a mí se encontraba Marta.

-Mamá…

Dije armándome de valor mientras de forma inconsciente tocaba mi panza.

-Hija, ¿en verdad eres tú?

Preguntó incrédula sin creerse que estuviese allí, me observó detenidamente y comenzó a llorar mientras se lanzaba a mis brazos.

-Mi niña que feliz me haces al estar aquí… no sabes cuánto…

-Shhh tranquila, creo que debemos pasar dentro.

Dije mientras acariciaba su espalda, tratando de alivianar la situación y ganar algo de espacio, su repentina cercanía me abrumaba y descolocaba.

-Claro pasa… ¿has venido sola? ¿ángel como esta? O por dios tengo tantas preguntas ¿estas embarazada?

Rei sin poder controlarlo por su ansiedad y nerviosismo.




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