Créeme

FINAL

Al Contarle a Daimon lo sucedido esta mañana con Marta, esperé que se enfadara conmigo, por no haber hablado con él antes de tomar decisiones importantes, sabía que mi madre no era santa de su devoción, pero no dejaba de ser quien me trajo al mundo.

Para mi gran sorpresa, se alegró por mi valentía, se sentía orgulloso de mis acciones y me transmitió su apoyo incondicional para retomar la relación con mi progenitora.

Al volver a España, dejamos equipajes pesado en tierra firme, al despegar solo trajimos con nosotros cosas que sumaran en nuestra vida.

Comencé semanas después con los preparativos de la boda, decidimos junto con nuestra familia y amigos que nos casaríamos antes de que naciera el bebé.

Contratamos a una organizadora de bodas, para que se ocupara de llevar las ideas que teníamos para aquel día, a la realidad.

 Queríamos que fuese algo familiar, sencillo, pero con detalles que se vieran increíblemente llamativos, buscábamos algo cálido y que desbordara amor, así que participamos mucho en los planes de la misma.

Daimon se veía radiante en todo momento, mientras que mi silueta se volvió abultada, mi vientre estaba a punto de explotar, mis piernas se hincharon por la retención de líquidos, hasta mi cara se veía enorme.

Pese a ya haber pasado por algo así en mi anterior embarazo, que Daimon compartiera cada detalle junto a mí me tenía extremadamente nerviosa.

Él parecía no notar los cambios tan abruptos que sufría mi cuerpo, me seguía haciendo el amor con las mismas ganas e intensidad que antes, adoraba cada curva de mi cuerpo como si fuese lo más preciado que alguna vez pudo observar.

Pasaba horas besando mi panza, junto a Ángel le hablaban y acariciaban como si fuese un acto por puro instinto y amor.

Me sentía insegura ante muchas cosas, pero el apoyo que Daimon me transmitía ayudaba a que los miedos se evaporaran de mi mente.

Nos apresuramos para llegar a tiempo, al entrar en mis 38 semanas de embarazo, festejamos nuestra unión en matrimonio.

Nos casamos en una bella iglesia a las afueras de un pequeño pueblo de Madrid, era algo rustica, pero muy hermosa.

La ceremonia fue corta, ya que no soportaba estar mucho tiempo en aquellos tacones de pie.

Llevamos al juez hacia el lugar, para que de forma legal junto con el sacerdote de la iglesia hiciera valido nuestro matrimonio.

Cuando me dirigía hasta Daimon frente al altar, millones de recuerdos llenaron mi mente.

Desde que lo vi parado frente a mí, aquella mañana tan especial de nuestro primer encuentro, me robó el aliento y el corazón.

En mi mente se reprodujeron imágenes de nuestro primer beso, nuestra primera cita, nuestra primera vez juntos, nuestras peleas, caricias y besos, su partida, du regreso a mi vida, sus canciones, un sinfín de momentos únicos e inolvidables, que llevaron todos ellos a estar donde hoy nos encontramos.

Quizás si me hubiesen dicho al momento de su partida que terminaría caminando hacia sus brazos, para unirnos en matrimonio, me estaría riendo hasta ahora, pero las cosas sucedieron de tal forma, que era inevitable que volviéramos a estar juntos.

Su lugar era a mi lado, mi lugar era junto a él.

En el momento de dar el sí, la gente a nuestro alrededor exploto de alegría, mirando a los ojos al hombre de mi vida, me di cuenta de que estaría dispuesta a pasar nuevamente por cada cosa vivida, si mi destino y final es estar aquí, junto a él, junto a mis hijos, mis seres más amados.

El festejo fue a lo grande, todos estuvieron presentes, Daimon me dio una increíble sorpresa, trajo a todos los chicos del hogar, para que pudiesen ser parte de nuestra unión y que nos acompañaran en este momento tan especial… fue algo verdaderamente mágico.

Esa misma noche comencé con dolores fuertes, los invitados ya se habían comenzado a ir hacia el hotel, que habíamos designado para su hospedaje de una semana completa.

Nosotros decidimos quedarnos disfrutando de la velada un poco más, pero el charco en el piso bajo mis pies y el dolor agudo que me llevo a casi caer al suelo, indicó que debíamos salir rápidamente.

En la sala del hospital, me encontraba dolorida y molesta, llevaba horas con trabajo de parto y mi querido Ramiro se negaba a venir al mundo aún, la espera se me hacia eterna y mi cuerpo y mente se encontraban exhaustos.

Cuando la partera volvió a revisarme, ya había comenzado a dilatar rápidamente, se prepararon para recibir a mi bebé mientras que yo sostenía fuertemente la mano de Daimon a mi lado, quien se veía asustado y a punto de un desmayo.

-Cariño te amo demasiado, estoy aterrorizado, pero no soltare tu mano, nunca…

Dijo besando el dorso de la misma, apretándola contra su pecho después.

Los dolores se hicieron más fuertes.

-Puja…

Sentía hablar a la doctora, me concentré en respirar y pujar, tratando de controlar los dolores que amenazaban con hacerme enloquecer.

No recordaba haber sufrido de esta manera con Ángel, pero podía entender que cada experiencia era única y diferente.

No transcurrió mucho tiempo, hasta que sentí que la presión en mi intimidad disminuía, estaba adormecida…no sentí más dolor, el llanto fuerte y claro de mi niño resonó por el lugar, unos segundos después.




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