Créeme

Capítulo 1. ¡Hola, papá!

Irene.

"…seis, siete, ocho, nueve, diez… ni un paso atrás." Conté mentalmente cada número como un mantra, como si llegar al final de esa lista me diera la fuerza para enfrentar lo que estaba por venir. El frío de la noche calaba mis huesos, pero era insignificante comparado con el peso del secreto que llevaba en el pecho.

—Lo siento, pequeña, pero voy a molestarte. —murmuré al mirar a Viola dormida en mis brazos. Su respiración tranquila era mi ancla en medio de la tormenta de pensamientos que me envolvía. Con cuidado, moví un brazo para presionar el timbre.

La puerta frente a mí era un muro, no solo físico, sino también emocional. Detrás de ella estaba Steve Rain: mi última esperanza o mi mayor error. No sabía qué me esperaba al otro lado, pero no había otra opción. Había corrido demasiado lejos y ya no quedaba un lugar seguro. Al menos no para Viola.

El eco del timbre resonó en el pasillo desierto. Cerré los ojos un segundo, saboreando el momento como si fuera el último aliento antes de saltar al abismo. Este era el plan, aunque no sabía si funcionaría. Solo sabía que no podía retroceder.

De repente, una voz grave, cargada de irritación, rompió el silencio.

—¡¿Quién demonios molesta a estas horas?!

Un nudo de tensión me apretó el estómago. Apreté la manta rosa que envolvía a Viola, buscando algo de calor o tal vez de valor. La cerradura giró, seguida de un clic, y la puerta se abrió con un crujido casi imperceptible.

“Ya está. No hay vuelta atrás.” Esbocé una sonrisa que esperaba que pareciera confiada, aunque no me sentía nada cerca de eso.

—¡Hola, papá! —dije con una alegría fingida que casi me hizo reír de lo absurda que sonaba.

Steve Rain se quedó congelado en el marco de la puerta, parpadeando como si no pudiera confiar en lo que veía. Yo di un paso adelante y, sin darle tiempo a reaccionar, coloqué a Viola en sus brazos.

—¿Carla? —preguntó con voz ronca, cargada de incredulidad.

—¿Esperabas a alguien más? —repliqué con una sonrisa que mezclaba sarcasmo y desafío.

Sus ojos estaban fijos en el pequeño bulto en sus brazos, más sorprendido por Viola que por mí. Por un momento, creí que eso confirmaba algo. ¿Qué, exactamente? No estaba segura. Si fuera un asesino, pensé, sus primeras miradas habrían sido para mí, no para la niña. Pero eso no probaba nada. Aún no.

—¿Qué es esto? —preguntó finalmente, recuperando parte de su compostura.

—Esto —dije, señalando a Viola con un gesto casi teatral— es tu hija. La llamé Viola.

La sorpresa en su rostro era casi cómica, pero no podía permitirme disfrutarla. Tenía que mantener el control, seguir el guion que había ensayado en mi cabeza tantas veces.

—Pasemos adentro. Hace frío, y no quiero que la pequeña se resfríe. —Cerré la puerta tras nosotros, ignorando deliberadamente la mirada que me lanzaba Steve. Su desconcierto era muy evidente, pero no iba a darle tiempo para cuestionarme.

Miré a mi alrededor, tomando nota de los detalles del lugar. El apartamento era un reflejo de Steve: lujoso, minimalista, y demasiado perfecto para ser acogedor. El árbol de Navidad brillaba en una esquina, un contraste casi insultante con el caos que yo había traído conmigo.

—Necesitamos quedarnos contigo, Steve. Un par de meses, nada más. —Solté las palabras como si fuera una simple petición, aunque ambos sabíamos que era una imposición. – Eres su padre, te gusta o no. Ejercerás de verdadero padre durante dos meses y luego nunca nos volverás a ver.

—¿Qué demonios estás diciendo? —Sus ojos se movían nerviosamente entre mi rostro y el bulto dormido en sus brazos. —¿Carla, estás completamente loca? ¿Qué hija? ¡No nos hemos visto en dos años!

Dio un paso hacia mí, extendiendo los brazos como si fuera devolverme a Viola.

—Un año y tres meses, Steve. —Mi voz salió fría, implacable—. Ese es el tiempo exacto desde que me echaste del club. ¿Es eso lo que te sorprende, o el hecho de que hayas sido tan descuidado?

Me moví hacia el sofá sin esperar respuesta e ignorando su gesto. Me acomodé allí como si fuera mi trono. Por un instante, él pareció perdido en sus pensamientos. Su mandíbula se tensó, y cuando sus ojos volvieron a encontrar los míos, vi algo diferente en ellos. Miedo, sí, pero también confusión, como si no supiera qué pieza del tablero mover primero.

—¿Estás loca? ¡No puedes quedarte aquí! —estalló finalmente.

—Claro que puedo. —Le dediqué una sonrisa llena de insolencia mientras me recostaba en el sofá, cruzando las piernas con deliberada lentitud—. Mira, ya estoy instalada.

Su reacción fue inmediata. Dio un paso más hacia mí, dejando a Viola en el sillón más cercano con movimientos torpes. Sus ojos ardían, su cuerpo entero vibraba con una furia que estaba intentando contener a duras penas.

—No. Puedes. Quedarte. Aquí. —Escupió cada palabra con un tono bajo, cargado de peligro.

Lo ignoré descaradamente. Alargué la mano hacia un vaso vacío en la mesita de café, lo olí y levanté frente a él.

—¿Whisky? ¿Tal vez algo de café? O té, lo que sea. —Suspiré con un toque de dramatismo mientras me acomodaba aún más en su sofá—. Este viaje ha sido agotador, y ya sabes cómo me pone el cansancio.

—¡Esto no es un hotel! —gruñó, su voz subiendo un tono. Su rostro se endureció al instante, y su mirada se volvió aún más oscura. Pero no me moví ni un milímetro. —Si no sales de mi casa ahora mismo, llamaré a la policía.

Mi sonrisa se ensanchó.

—Hazlo. —Dejé caer el vaso con un pequeño golpe sobre la mesa y lo miré directamente a los ojos—. Pero ten en cuenta los titulares de los periódicos mañana. —Mi voz se volvió baja, casi un susurro, aunque cada palabra cortaba como una navaja—. Ya no voy a quedarme callada, Steve. No cuando podría contarles a todos quien son los miembros y lo que hacen en tus preciosos clubes exclusivos.

Él se quedó inmóvil, sus labios apretados en una línea fina. Por un instante, vi cómo procesaba mis palabras, cómo su mandíbula se tensaba aún más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.