Irene
Viola dormía profundamente en una cuna improvisada. La manta que Marie había encontrado para ella era suave, aunque tenía ese olor de las cosas guardadas por mucho tiempo. Observé su rostro tranquilo, sus pequeñas manos cerradas en puños. Había algo casi milagroso en cómo podía descansar con tanta paz, ajena a todo el caos que nos rodeaba.
El cansancio me pesaba en el cuerpo como una losa. Había pasado toda la tarde entrenándome, sin saber para qué. Igual como los últimos días, que intentaba huir sin saber adónde, sin tener ni rumbo, ni planes. Y aunque Marie y William me habían ofrecido refugio, mi mente seguía dando vueltas sin descanso.
Entonces escuché sus voces.
—Sabes, fingir ser otra persona no es precisamente una elección fácil —decía Marie desde el pasillo, su tono estaba sereno pero lleno de significado.
Me tensé de inmediato. Había intentado evitar esta conversación todo el día, pero parecía que el momento finalmente había llegado.
—No quiero involucrarme más de lo necesario en esta historia, pero Steve no está bien ahora mismo... —La voz de William era más grave, llena de inquietud.
Me acerqué con cuidado a la puerta entreabierta. No podía verlos, pero sus palabras llegaban claras.
—Espera, querido —lo interrumpió Marie, con ese tono calmado que parecía capaz de desarmar cualquier discusión—. Déjala explicarse. No creo que haya hecho esto por capricho, y no parece una mala chica.
—Si tiene razones válidas, no la juzgaré —respondió William, aunque su tono seguía siendo duro—. Pero aun así… Steve merece saber la verdad.
Las palabras se clavaron en mi pecho como un dardo. Steve merece saber la verdad. Sabía que tenía razón, pero ¿cómo enfrentarlo? ¿Cómo empezar siquiera a explicar todo este desastre sin que me odiara?
Tomé aire profundamente. No podía esconderme para siempre. Con cada segundo que pasaba, la culpa pesaba más.
Viola suspiró en sueños, y me agaché para besar su cabecita. Esa pequeña era la razón por la que había tomado tantas decisiones cuestionables, la razón por la que seguía adelante a pesar del miedo. “Por ella”, me recordé. “Por ella, puedo enfrentar esto.”
Con pasos inseguros, salí de la habitación. Era momento de enfrentar la verdad, aunque no toda.
—Gracias, Marie, por cuidar de Viola. Y a ti, William, por sacarme de ese lugar. No sé si algún día podré devolverles esto —dije con un hilo de voz, mientras me sentaba en la mesa que Marie había preparado con esmero.
—Nosotros no hemos hecho nada especial —respondió Marie con una sonrisa cálida, empujando un plato hacia mí—. Viola es una niña encantadora. Ha sido fácil cuidarla.
Pero William no estaba dispuesto a soltarme tan fácil.
—Entonces, ¿puedes explicarnos por qué te presentaste a Steve haciéndote pasar por Carla? —preguntó, directo como una flecha.
—William, por favor, deja que la chica coma primero —lo regañó Marie suavemente, aunque la curiosidad brillaba en sus ojos.
Suspiré, bajando la mirada hacia el plato frente a mí. La comida parecía apetitosa, pero el nudo en mi estómago hacía imposible siquiera probar bocado.
—Es fácil de explicar —dije finalmente, aunque sabía que nada en esto era fácil—. No tenía a dónde ir. Mi situación era desesperada, y pensé que esta era mi única opción.
William frunció el ceño, su mirada fija en mí, como si intentara desentrañar cada rincón de mi mente.
—Quería buscar al padre de Viola, pero me aterrorizaba que Steve no me escuchara si me presentaba como yo misma. Pensé que, si decía que era la hermana de Carla, ni siquiera nos abriría la puerta. En cambio, al hacerme pasar por ella… creí que al menos me escucharía.
—¿Eso era todo? —William arqueó una ceja, su tono incrédulo.
—No lo hice por egoísmo —respondí rápidamente, sintiendo la necesidad de defenderme—. Solo quería saber si Steve es el padre de Viola. Si la prueba confirma que lo es, pensaba contarle toda la verdad.
Marie seguía observándome en silencio, como evaluando cada palabra. Finalmente, habló, su tono suave pero lleno de intención.
—¿Y si la prueba dice que no lo es?
Me encogí de hombros, sintiendo el calor subirme al rostro.
—Entonces… buscaré otra forma de salir adelante. Me ofrecieron trabajo en ARTCrome, pero no puedo dejar a Viola en una guardería ahora, y tampoco tengo dinero para el alquiler. Solo necesito sobrevivir un par de meses.
William soltó un suspiro, inclinándose hacia adelante con una mirada más intensa.
—Y Carla… ¿cómo murió? ¿Y cómo lograste poner tu nombre en el acta de nacimiento de Viola?
Apreté los dedos alrededor del vaso de agua que sostenía, como si con eso pudiera mantenerme anclada.
—Carla fue atropellada por un coche que nunca encontraron. Las placas estaban cubiertas de lodo, y la policía lo calificó como un accidente de tránsito común. Dijeron que cruzó por un lugar indebido. —Hice una pausa, tratando de contener el temblor en mi voz—. Pero no es cierto. Estaba en el paso de peatones. Lo vi.
William me observó con el ceño fruncido, mientras Marie intercambiaba una mirada con él antes de hablar.
—A veces… esas cosas pasan. Es trágico, pero puede ser solo un accidente.
—Tal vez —respondí, aunque sabía que no lo creía del todo. Había algo en todo aquello que no cuadraba, pero no tenía pruebas, solo una sensación punzante en el pecho.
Tragué saliva y continué, obligándome a mantener la voz firme.
—Carla llegó al hospital con vida, aunque apenas podía hablar. Yo llegué poco después… pero murió antes de que pudiera decirme nada.
El silencio en la habitación era casi insoportable.
—El médico decidió hacerle una cesárea para salvar al bebé. Viola nació débil, con un problema en el esófago que le impedía comer. Necesitaba una cirugía urgente, pero nadie podía firmar el consentimiento. Carla estaba muerta, y el padre… —Sacudí la cabeza, dejando la frase en el aire—. Sin un tutor legal, Viola estaba condenada.
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Editado: 04.02.2025