Irene.
Ya no tenía dudas: William y María no nos harían daño ni a mí ni a Viola. Esa certeza me llenó de valor. Decidí que era momento de hablar, de compartir con ellos todas mis conjeturas y lo poco que había logrado averiguar. Ya no podía seguir callando.
—Eso no es todo —dije, deteniendo a William justo cuando parecía a punto de interrumpirme—. Aproximadamente dos meses después de que Carla regresara a casa, ya en su quinto mes de embarazo, recuerdo haber visto una llamada en la pantalla de su teléfono. El remitente estaba guardado como "S.R.".
William frunció el ceño, pero fue María quien reaccionó primero. Su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y confusión.
—¿"S.R."? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia adelante—. ¿Podría ser... Steve?
Asentí lentamente, con cautela.
—Eso pensé al principio —respondí—. Siempre creí que el nacimiento de Viola había sido un problema para su padre. Pero con Steve… no tenía sentido.
María enarcó una ceja, intrigada.
—¿Por qué no?
Tomé aire, intentando ordenar mis pensamientos.
—Cuando finalmente vi a Steve, su actitud fue completamente diferente a lo que esperaba. Fue amable con la niña, incluso afectuoso. No parecía alguien que quisiera hacerle daño a Carla o impedir el nacimiento de una hija. Además, no está casado ni tiene una reputación que proteger. No tendría motivos para cometer un crimen tan atroz.
María asintió lentamente, procesando mis palabras. William, por su parte, parecía más reservado. Su mirada era una mezcla de escepticismo y concentración.
—Sí, tienes razón —admitió finalmente, aunque con cierta reticencia—. Steve no haría algo así.
Sentí un pequeño alivio, pero sabía que todavía había más que decir.
—Pero hay algo más —añadí, clavando mi mirada en ellos—. Carla y "S.R." discutían mucho. Yo misma escuché varias de sus peleas por teléfono. En una ocasión, ella estaba furiosa y gritaba que, si él no hacía lo que le pedía, podría arruinarle la vida.
María abrió los ojos con sorpresa, mientras William fruncía el ceño aún más.
—¿Qué le pedía? —preguntó María, su tono reflejaba un interés urgente.
Negué con la cabeza.
—No lo sé exactamente. Pero parecía un chantaje. Carla tenía algo contra él, algo grande, y no dudaba en usarlo.
Hice una pausa, sintiendo que lo más difícil estaba por venir.
—Estaba segura de que el motivo del asesinato podría estar relacionado con Viola. Quizás Carla lo amenazó con contarle a alguien sobre el bebé. Tal vez quería dinero o algo más a cambio de su silencio. Pero lo que sí sé es que "S.R." estaba desesperado por callarla.
El silencio en la habitación era pesado, casi opresivo. María parecía procesar todo lo que acababa de escuchar, mientras William se cruzaba de brazos, claramente perturbado por lo que oía.
—Por eso decidí investigar por mi cuenta —continué, mirando a ambos con firmeza—. Acepté ir al club disfrazada de Carla. Fue allí donde empecé a descubrir detalles que nunca habría imaginado.
María se tensó al escuchar esto.
—¿Y qué aprendiste? —preguntó, con el rostro serio.
—El motivo del asesinato de Carla no tiene por qué estar relacionado únicamente con Viola. Podría haber sido una venganza.
William frunció el ceño y cruzó los brazos, claramente desconcertado.
—¿Venganza? ¿De quién?
—De Lila —dije, pronunciando su nombre con cautela, sintiendo su peso—. Carla se interpuso entre ella y su marido. Lila me lo confesó directamente: Carla fue la razón de su divorcio. Y no solo eso... dijo que la odiaba, que nunca la perdonaría por destruir su matrimonio.
—No —intervino William, negando con la cabeza con firmeza—. Lila puede ser vengativa, incluso cruel, pero no es una asesina.
—¿Estás seguro de eso? —pregunté, alzando una ceja.
William no respondió de inmediato. Su silencio me hizo sospechar que incluso él albergaba dudas.
—Tal vez tengas razón —admití finalmente, aunque no del todo convencida—. Pero volvamos al otro motivo: Viola.
María se inclinó un poco más hacia mí, sus ojos reflejaban una mezcla de curiosidad y preocupación.
—Vera, otra bailarina del club, me contó algo que podría ser clave —continué—. Según ella, Carla planeaba casarse con un hombre mayor y rico. Lo llamaba “Abuelo”. Lo más probable es que fuera ese hombre quien le dio los trescientos mil que estaban en el sobre.
William levantó una ceja, intrigado.
—¿Era uno de los clientes del club?
Negué con la cabeza.
—No. Ese es el punto. Según lo que entendí de Vera, Carla y ese hombre habían comenzado a salir antes de que ella empezara a trabajar en el club. Sin embargo, hay algo más... —me detuve, dudando por un momento—. Uno de los clientes también llamó mi atención. Alguien apodado "Pelusa". Vera mencionó que dejó de ir al club justo después de que despidieron a Carla.
William se quedó en silencio por un instante, procesando toda la información. Finalmente, suspiró con frustración.
—Esto es interesante, pero aún no es suficiente. Todo esto son conjeturas. No hay pruebas que respalden ninguna de estas teorías.
Noté cómo su mandíbula se tensaba ligeramente mientras se levantaba de la silla. Había algo en su expresión, una mezcla de preocupación y determinación, que me hizo estremecerme.
—Tengo que ir al trabajo —dijo finalmente, poniéndose la chaqueta. Se giró hacia mí y me miró con seriedad—. Irene, prométeme que no saldrás de casa sola hasta que tengamos más claro lo que ocurrió hoy. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —respondí sin discutir.
William se giró hacia María y le dedicó una leve sonrisa.
—Adiós, mi amor. Hoy no podré venir a comer, así que no te preocupes por mí.
María lo abrazó con calidez, acariciándole el brazo.
—Está bien, no te preocupes. Estaremos bien.
Él se inclinó para besarla en la frente antes de salir. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en el silencio de la sala, dejándonos solas.
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Editado: 04.02.2025