Irene
—Vamos a casa —dijo Steve con determinación.
Negué con la cabeza de inmediato, aferrando a Viola con más fuerza contra mi pecho, como si ese simple acto pudiera protegernos de todo lo que estaba ocurriendo.
—No puedo —susurré, sintiendo cómo mi voz se quebraba bajo el peso de la realidad—. Tu padre me dejó claro que debía alejarme de ti. Si no lo hago, no solo mi madre pagará las consecuencias… Yo también. Terminaría en prisión por falsificación de documentos.
Tomé aire con dificultad y lo miré directamente a los ojos.
—Así que, si realmente quieres ayudarme, olvídate de nosotras.
Viola comenzó a removerse inquieta en mis brazos, tratando de escapar de mi agarre. Sus pequeñas manos se extendieron en dirección a Steve, sus ojos brillando con el instinto más puro e innegable: el reconocimiento de su padre.
Steve no dudó en acercarse y, con suavidad, tomó a Viola de mis brazos. Su gesto fue firme, pero delicado, como si supiera que, en este instante, yo era la que más miedo tenía de soltar.
—No pienses en mi padre —su voz fue un ancla en medio de mi tormenta—. Él no te hará nada.
Viola, ajena a nuestras tensiones, apoyó sus manitas en las mejillas de Steve antes de deslizar las suyas sobre su propio rostro. Su gesto favorito cuando estaba feliz.
Steve sonrió y, por un instante, el mundo pareció detenerse en esa simple conexión entre padre e hija.
—En cuanto a tu madre… creo que la investigación lo esclarecerá todo. Pronto será liberada —añadió con una certeza que yo no podía compartir.
Negué con la cabeza, aún sintiendo el miedo latente en mi pecho.
—No. No puedo confiar en eso, Steve. No tengo nada en contra de que veas a Viola, pero tu padre…
—Te lo repetiré una vez más —me interrumpió con voz firme—. Mi padre no te hará nada. Hablaré con él personalmente.
Antes de que pudiera replicar, una voz desde el umbral de la puerta nos sobresaltó.
—En realidad, tiene razón.
Nos giramos al unísono para ver a Marie, de pie con los brazos cruzados, su expresión grave pero segura.
—Si alguien puede protegerte de Samuel, ese es Steve.
Por supuesto, habría sido más sensato insistir en quedarme al menos una noche más en casa de Marie y luego mudarme al piso que me ofreció amablemente. Allí estaría a salvo, lejos de Steve y cualquier amenaza. Pero ver la felicidad de Viola al reencontrarse con su padre me desarmó por completo. Su risa, la forma en que se aferraba a Steve como si no quisiera soltarlo nunca más… ¿Cómo podía privarla de eso?
Además, quise creer en las promesas de Steve. En su determinación de protegernos, en su seguridad al afirmar que su padre no nos haría daño. Tal vez era ingenuo de mi parte, pero en ese momento, la esperanza pesó más que el miedo, y por eso acepté regresar al apartamento de Steve.
Después del resultado positivo de la prueba de paternidad, una parte de mí esperaba —o al menos quería creer— que la actitud de Samuel Rain cambiaría. Por supuesto, el padre de Steve jamás soñó con una nuera como mi hermana, pero la niña no tenía culpa de nada. Aunque él haya decidido ignorarla, Viola sigue siendo su nieta, le guste o no. Y por muy frío y calculador que fuera, ¿realmente podía darle la espalda a su propia sangre?
Aun así, recordaba bien sus palabras: "No me interesa esa niña." Una frase tajante, desprovista de toda emoción, que me había dejado claro que no debía hacerme ilusiones.
Aun así, me tranquilicé. Quizás porque quería hacerlo, porque estaba demasiado cansada de todo lo ocurrido últimamente.
Ya de vuelta en el apartamento, mientras Steve se ocupaba de Viola, traté de concentrarme en algo que no fuera la incertidumbre que se agitaba en mi pecho. Me senté frente a mi computadora y abrí mi correo, dejando que la familiaridad de la rutina me diera una falsa sensación de normalidad.
Pero esa normalidad se hizo añicos en cuanto vi el nuevo mensaje de Marvel en mi bandeja de entrada.
"Estimada señorita Danto,
Lamentamos informarle que, debido a recientes verificaciones, no podemos seguir adelante con su contratación. Le agradecemos su interés y le deseamos éxito en futuros proyectos."
Me quedé mirando la pantalla, incapaz de reaccionar.
El trabajo que tanto deseaba. La oportunidad que había estado esperando. Todo se había desmoronado en un solo párrafo frío y genérico.
Sentí cómo la rabia y la impotencia se entrelazaban en mi pecho. Apreté los puños, sintiendo un ardor en la garganta. Había trabajado tanto, me había esforzado cada segundo para conseguir ese empleo, y ahora… ahora me lo arrebataban sin una sola explicación.
El nudo en mi estómago se convirtió en un abismo. No solo había perdido el trabajo, sino también el dinero por todo el esfuerzo que puse en ello. Ni siquiera se habían molestado en mencionarlo. Como si ni siquiera existiera. Como si yo no existiera. No era una coincidencia. No podía serlo.
Samuel Rain. Esto tenía su firma por todas partes.
Tragué saliva con dificultad, intentando contener las lágrimas que amenazaban con brotar. No iba a llorar por esto. No iba a darle el gusto a Samuel de derrumbarme tan fácil.
—Steve —lo llamé con voz tensa—. Ven aquí, por favor.
Vi cómo se levantaba del suelo, donde jugaba con Viola, y se acercaba a la mesa con el ceño levemente fruncido. No quería interrumpir su momento con ella, pero esto era importante.
—Prometiste protegerme de los ataques de tu padre —dije, girando la pantalla de la computadora hacia él—. Lee esto.
Steve bajó la mirada y recorrió la pantalla con los ojos. Su mandíbula se tensó mientras leía el correo.
—¿Por qué crees que esto es cosa de mi padre? —preguntó finalmente, sin apartar la vista del texto—. Tal vez simplemente cambiaron de opinión… ¿Qué clase de Marvel es esta?
Su tono no era de incredulidad, pero sí de análisis.
—No importa —respondí bruscamente, cerrando de golpe la laptop con más fuerza de la necesaria.
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hermanas gemelas, secretos del pasado y mentiras, amor entriga peligro
Editado: 09.03.2025