Créeme

Capítulo 46. Tengo que protegerlas.

Steve.

—¿Qué opinas de todo esto? —pregunté a William, manteniendo la voz firme a pesar del torbellino de pensamientos que me golpeaban.

William exhaló lentamente, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Si mis suposiciones son correctas y realmente la confundieron con su hermana, entonces el criminal no esperará mucho para actuar. Tiene miedo de que Irene, o sea “Carla” haga algo.

Su respuesta me dejó un mal sabor en la boca. Sentí que, si me involucraba en este asunto, los problemas lloverían sobre mí como una maldición inevitable, cayendo sin tregua, como si brotaran de un cuerno de la abundancia, pero lleno de desgracias en lugar de bendiciones. La razón me decía que no debía hacerlo, que no tenía ninguna obligación con Irene ni con la niña. No fui el amante de una ni el padre de la otra. Y, por encima, Irene me había engañado cruelmente, haciéndose pasar por Carla, tejiendo una mentira en la que yo caí sin siquiera sospecharlo.

Pero, por más que intentara acallar mis pensamientos con la lógica, en algún rincón de mi alma, la voz de la conciencia comenzó a hacerse más fuerte. Era un murmullo al principio, apenas un eco lejano, pero cada vez se volvía más insistente, más imposible de ignorar. Me decía que, más allá de la traición y las mentiras, había algo real en todo esto. Algo que me concernía, aunque no quisiera admitirlo.

—¿Sospechas de alguien?

William entrecerró los ojos, como si intentara poner en orden sus pensamientos.

—Bueno, Carla era muy caprichosa, ¿sabes? —suspiró, con una mueca de fastidio—. Lo más probable es que se haya metido en algún problema peligroso por dinero. Podría haber estado chantajeando al padre de su hija… o podría ser algo mucho peor.

Entonces metió la mano en el bolsillo y sacó un pequeño trozo de papel, arrugado por el tiempo o por el nerviosismo con el que lo había sostenido.

—Esto también estaba en el sobre que Carla le dejó a Irene. Aún no tengo idea de qué significa.

Tomé el papel y lo examiné con el ceño fruncido. Solo había un conjunto de números escritos con trazo rápido, casi desesperado.

—¿Podría ser un número de teléfono? ¿Uno del extranjero? —sugerí.

—No, ya lo comprobé. No pertenece a ninguna línea activa. —William negó con la cabeza—. Es otra cosa. Necesitamos tiempo para averiguar qué.

Apreté el papel en mis manos, sintiendo una creciente impaciencia.

—Bien. Volvamos a lo importante: la seguridad de Irene y la niña. ¿Cómo podemos asegurarnos de que el peligro no las alcance?

William me miró con seriedad.

—Tenemos que demostrar que ella no es Carla y que no tiene nada que ver con los asuntos de su hermana.

Su voz era tranquila, pero antes de que pudiera responder, él añadió con un chasquido de dedos:

—Por cierto, Irene vivió en paz durante seis meses, iba a hospitales con la niña, a la policía y no le pasaba nada hasta que llegó a ti.

Sentí un golpe en el pecho. Me puse de pie de golpe, la silla rechinó contra el suelo.

—¿Qué estás insinuando?

—Tranquilo. No me refiero a ti. —William levantó una mano para calmarme—. Pero piensa en esto: el robo del coche y el intento de secuestro ocurrieron justo después de que Irene hiciera su “gran regreso” al club disfrazada de Carla.

Las piezas empezaban a encajar de una manera desagradable.

—¿Estás diciendo que el asesino de Carla trabaja en mi club?

William negó lentamente.

—No. No dije eso. Pero es posible que alguien aquí haya informado al asesino de que Carla “regresó”. También de que “Carla” de nuevo vive contigo, porque los secuestradores la esperaban cerca de tu apartamiento.

En ese instante, la voz de mi conciencia rugió con tal fuerza que ahogó cualquier rastro de duda. Sin pensarlo dos veces, agarré el teléfono y marqué el número de Irene, con los dedos tensos por la urgencia. Pero no hubo respuesta. O mejor dicho, su teléfono estaba apagado.

Un escalofrío helado me recorrió la espalda, erizándome la piel. Una inquietud visceral se apoderó de mí, una sensación de que algo no andaba bien, de que tal vez ya era demasiado tarde.

—Maldición… Necesito ir a casa de inmediato. ¡Irene y la niña! Tengo que esconderlas en algún lugar seguro. Es poco probable que el asesino siga creyendo que Irene no es Carla.

William asintió con gravedad.

—De acuerdo. Mientras yo reviso, quien del personal estaba en el club ese día y hablo con Irene.

Me giré hacia la puerta con paso decidido. Le pedí a Nora que se hiciera cargo de los invitados y de la fiesta, ya que tenía asuntos urgentes y no sabía si volvería al club. No esperé su respuesta. Bajé las escaleras a toda prisa, me subí al auto y arranqué sin dudar, con el corazón latiéndome en la garganta.

Mientras aceleraba por las calles, solo podía rezar para que Irene simplemente se hubiera olvidado de cargar su teléfono… y que no fuera señal de algo peor.

Llegué a casa con el corazón martillándome en el pecho y, conteniendo la respiración, me dirigí al guardia de seguridad.

—¿Dónde está mi invitada? —pregunté, esforzándome por mantener la calma.

El hombre me miró con total incomprensión.

—Hasta donde sé, sigue en el apartamento. No ha salido.

Exhalé, sintiendo un alivio momentáneo.

—Gracias.

Sin perder más tiempo, me dirigí a los ascensores. La ansiedad me carcomía por dentro mientras subía. ¿Por qué tenía el teléfono apagado? ¿Por qué sentía este maldito presentimiento?

Cuando la puerta se abrió, caminé con pasos apresurados hasta la entrada y saqué mi llave. Al girarla en la cerradura, mi mente se preparó para lo peor… pero la escena que encontré al entrar me tomó por sorpresa.

Irene estaba de pie en medio de la sala, sosteniendo a Viola en brazos. Sus ojos reflejaban una tormenta de emociones, pero lo que realmente me golpeó fue lo que vi en el pasillo.

Junto a la puerta, su mochila y su bolso estaban listos, con todas sus cosas ordenadas dentro. El caos que había dejado antes, las mantas en el sofá, las pequeñas huellas de su presencia… todo había desaparecido. Incluso las decoraciones del árbol de Navidad, que antes estaban esparcidas por el suelo, ahora colgaban en su sitio como si nunca hubieran sido descuidadas.




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