Las noches y días pasaban, más gentes desaparecía, el pueblo tenía miedo.
¿Qué estaba sucediendo con su paz? Nadie lo sabía.
Nadie sabía nada sobre creencias, el nombre que le habían puesto a la persona de sus pesadillas.
La persona que los mantenía en bela, con el miedo de ser alguno de ellos la siguiente víctima de una persona sin escrúpulos.
Noches anteriores habían encontrado el cuerpo de una niña de 12 años, Keisha, una niña muy amable y con grandes metas, metas que fueron pisoteadas.
¿Quién era esta persona tan desquiciada? ¿Cómo podía acabar con la vida de una niña tan buena?
La madre estaba destrozada y relataba lo que escucho la noche anterior a la muerte de su ángel.
Escuchaba los pasos, el piso de madera rechinar ante el peso, pero no prestó gran atención. Después de todo, su hija no era una niña que se durmiera temprano.
Así que solo se fue a dormir, sin saber que el peligro estaba justo al lado de su cama.
Esto no lo sabe la pobre chica, pero el asesino sólo veía a la madre que recién había perdido a su hija, la miraba con tanta devoción, con tanto anhelo de pasar su hacha por su cuerpo, lo normal.
Pero decidió dejar las cosas como estaban, tal vez en alguna noche regresaría.
A la mañana siguiente la madre despertó y lo primero que recibió su vista fue a su hija, quien estaba dormida al lado suyo, pero con una gran diferencia de que esta ya no tenía ojos y su cuello estaba rebanado.
Que lindo despertar.
Editado: 24.10.2022