Cuando le envié el correo al señor Hernandez desde el teléfono de Liam yo… jamás me imaginé que algo así podría ocurrir.
Si, puede que me haya venido encima al recalcar que yo soy maravillosa, que me merecía el viaje por un sin fin de razon y tal vez hice ver a Liam como un impostor arrepentido de recibir una oportunidad que no le correspondía.
Pero repito, ni en un millón de años se me ocurrió que ese estúpido correo le llegaría tanto al corazón de nuestro jefe general como para él solicitar otro cupo y así podríamos ir ambos en el viaje.
—¿Me estás diciendo que vamos a ir juntos? —cuestionó Liam por segunda vez con la mirada puesta en la carretera.
Él no ocultó su ridícula sonrisa en ningún momento. Era lógico que a un idiota como el le provocase algo de gracia una situación así ya que al parecer, había perdido mi unica herramienta que tenía para chantajearlo.
¿El lado bueno?
Creo que había dejado de lado su enojo conmigo, aunque honestamente no sabía si esto era mejor.
—Por favor no hablemos una palabra sobre esto en la oficina y hagamonos los sorprendidos cuando lo anuncien.
Él me miró de reojo por un segundo.
—Me sorprende que no le hayas dicho nada a Monica.
Recosté mi cabeza de la ventana del vehículo. Aunque estuviera sosteniendo la conversación, mi mente estaba pensando en el infierno que me haría pasar este tipo a mi lado por toda una semana en un país donde no podré hablar con nadie más.
—Cumplo mis promesas —respondí en voz baja—. Además, decirle algo a Monica es como decirselo a toda la oficina. No se guarda nada aunque haga un esfuerzo.
—Monica Beker es todo un personaje —dijo con cierto brillo en los ojos que aun le dejó la alegría de hace unos segundos—. Confieso que al principio no me caía para nada bien.
Lo miré sorprendida.
—¿y eso por?
Apretó aun más su agarre al volante, sus nudillos tornandose blancos.
—Pues antes, yo era paralegal igual que tú. Mi encargado era Chris y haciamos buen equipo. Luego terminé la carrera, el señor hernández me ofreció trabajo allá como abogado y entonces contrataron a Monica para reemplazarme. Te mentiría si no te digo que me sentí fatal las primeras semanas a su lado.
—¡No puede ser! —chillé—. Estas celoso de Monica.
El tan solo sonrió de lado, un hoyuelo marcandose en su mejilla.
—Estaba más bien aterrado al cambio y creo que ver a Monica adaptarse tan fácil me hizo daño. Ella era más amigable y siempre tiene algo que hace que sea imposible no sonreir a su lado.
—En cambio, tu eres más introvertido y te cuesta socializar —aprecié.
El semblante de Liam cambió. Se le había esfumado la sonrisa y ahora volvió la mirada al frente.
Pasar tres meses siendo su asistente habían sido suficientes para notar que el no hacía nada más que trabajar. En algunas ocasiones parecía que los únicos seres con los que socializaba eran Christophe que de vez en cuando pasaba a saludar, Monica que lo saludaba desde afuera antes de pasar a chismear a mi oficina y por supuesto yo, que tenía que traerle informes y cosas que me pedía. Pero fuera de eso, nadie más.
¿Acaso fui muy dura al señalar eso?
—Llegamos a tu hogar —dijo con un tono un tanto decaído.
Pues tenía razón, estaba en la sálida de mi residencial y la lluvia había disminuido lo suficiente para llegar hasta mi puerta sin problemas.
Pero sentía que no era lo correcto en el momento.
Posé mi mano sobre su hombro para llamar su atención, lo cual lo hizo parpadear y luego perforarme con esos ojos grises suyos.
Tragué en seco.
—Lamento si te hice sentir mal. Ser introvertido es tan sólo parte de tu personalidad y eso está bien.
Él echó la cabeza hacia atrás y dejó salir una gran bocanada de aire que me hizo apartar mi mano de su hombro.
—No está bien cuando te impide hacer cosas normales como hacer amigos, tener citas o tan sólo ser alguien normal.
Creo que esta era la primera vez que me había confiado algo personal. Culpé a la lluvia, el espacio reducido y las instancias de los últimos días que de un modo u otro, nos habían obligado a mostrarnos en circunstancias fuera del mundo de computadoras y papeles que era nuestro trabajo.
—Si quieres te ayudo —solté sin más—. Podrías empezar invitando a salir a Fernanda por lo idiota que fuiste con ella.
Liam me miró de hito en hito.
—¿Cómo diablos sabes eso?¿me estabas espiando?
Se me escapó una risa.
—Puede ser que Monica haya escuhado algo —mascullé por lo bajo.
El rodó los ojos.
—Debí imaginarlo —pasó una mano por las hebras castañas de su cabeza—. Fernanda es buena persona, la verdad entré en pánico y no sabía que responderle.
—Pues la invitas a salir el sábado. Puedes practicar conmigo mañana después del trabajo si quieres.
Él arco una ceja.
—¿que quieres a cambio de eso?
Debí hacerme la ofendida por pintarme como una interesada, pero se me ocurrió aprovechr la oportunidad.
—Pues tengo dos citas en el medico esta semana así que me vendría bien que me dejes el día libre.
—¿Medico? —me estudió todo el cuerpo con la mirada, como buscando cualquier signo de malestar—. Vaya, quien diría que la muñeca vudú haría efecto ahora despues de tanto tiempo.
Abrí los labios indignada.
—¡¿Tienes una muñeca vudú mía?!
Él cruzó sus brazos bajo su cabeza. Una sonrisa estaba luchando por hacerse presente en sus labios.
—Nunca admití eso.
—Creo que mejor debo irme antes de que cambie de opinión con mi propuesta.
Me volví para abrir la puerta y largarme. Este había sido un día demasiado largo y ya tenía suficiente. Además, tenía que planear que hacer para convencer a Christophe de que me dijera que había pasado durante la fiesta.
—Gracias —dijo en voz baja—. Te debo una, payasa.