Creo que te quiero

Último verano juntos

Eran los últimos días el verano del año 95, el sol alumbraba y se reflejaba en el cemento de Santiago. Mi rutina juvenil era jugar y aprovechar los últimos días de verano que quedaba antes de entrar a clases, pero también tenía que ayudar a mi mejor amigo que se estaba empezando a enganchar de la Kuky.

—¿Y tu crees que la Kuky todavía anda detrás mío después de lo qué pasó?—. Me preguntaba inquieto.

—Creo que si, o sea como te mira.... Es obvio que aún se pone nerviosa cuando le hablas—. Le contesté mientras mirábamos de reojo como ella pasaba en bicicleta.

—Ya están el cabezón y su obsesión con la Kuky—. Se aburrió el Braulio, que venía llegando y escuchó lo que conversábamos.

El Braulio vivía en la casa "O", era un poco raro, no hablaba mucho, le gustaba la música heavy metal, sin embargo teníamos muchas cosas en común: el cómic, la lucha libre.

—Tu sabes como es este cabezón poh Braulio—. Respondí riéndome.

—Ya olvídate wn, tuviste tu oportunidad y no la supiste aprovechar—. Le enrostró Braulio.

—Pero nunca es tarde para arrepentirse—. Respondió seguro de si mismo  Víctor.

—¿Pero como lo vas a hacer?—. Se me ocurrió preguntar.

—Bueno, no sé—. Respondió mirando al suelo el cabezón.

Ahí estábamos nosotros, tres adolescentes pensando en cómo conquistar a la chica que le gusta a uno de ellos, pero no teníamos idea de cómo lograrlo.

—Buena, que hacen cabros—. Nos saludando el Rorro y el Juan.

—Buena Tonijua, buena Rorro—. Fue mi respuesta al saludo.

El Rorro y el Juan eran dos hermanos que vivían en la primera casa del pasaje, fueron los primeros en llegar al recinto privado, se jactaban mucho por dicho logro; pero en realidad eran como los hermanos Macana, lo único que hacían era pelear y cómo Juan era el menor, siempre terminaba llorando.

—Cabros* les tenemos una mala noticia—. Contó el Rorro.

—No me digas que al final tu papá ...—. No alcanzó a terminar la frase Braulio.

—Si, nos cambiamos de casa a fin de mes—. confirmó la mala noticia Juan.

Quedamos helados, nos costaba creer; casi todos estábamos viviendo ahí casi desde los cinco, seis años, a excepción de la Kuky y su hermano Diego que habían llegado hace dos años, pero lo importante era que crecimos juntos y nos íbamos a separar después de tantos años.

—Entonces este será nuestro último verano juntos —. Murmuré con un dejo de tristeza.

—Deberíamos hacer algo entonces, el Rorro y el Juan se van y después va a ser difícil que nos veamos, así que...—. Propuso entusiasmado el Braulio.

—¡¡Hagamos una fiesta!!—. Se le ocurrió al Victor.

—Ya pero ¿Dónde la vamos a hacer?—. Preguntó el Juan.

—En mi casa, yo no tengo problema en ponerla —. Respondió Victor.

—¿En tu casa?—. Respondimos a coro los demás.

—Sipo, si quieren vamos a preguntarle inmediatamente a mi mamá—. Se animó.

Era raro, nunca en nuestra vida habíamos ido a una fiesta, a excepción de los cumpleaños, ni habíamos hecho una en el pasaje, a excepción de navidad, donde todos nos juntábamos en la plaza del pasaje para recibir nuestros regalos cuando éramos niños, pero hacer una fiesta en la casa del Victor, no sé porque, pero esa idea iba a terminar muy muy mal.

—Y si lo hacemos en el pasaje no mas unos alargadores y chao—. Propuse

—Cuantos alargadores necesitaríamos para conectar todas las cosas—. Me hizo razonar el Rorro.

—Además que el patio de mi casa es cerrado—. Agregó Victor.

—¿Que le tienes miedo a la tía Orieta?—. Me preguntó El Ariel.

Bueno, miedo miedo, no sé si le tenía, pero la señora y también Don Victor, el papá de mi amigo, eran muuuy serios y no eran mucho de fiestas y cosas así.

—Vamos, si no perdemos nada con preguntar—. Insistió el Rorro, así que sin más fuimos en patota* a ver que nos decía la mamá del Víctor.

—Así que quieren hacer una fiesta los perlas—. Nos respondió con sorpresa.

—Ya poh tía diga que si si vamos a ser nosotros no mas; juro que nos portaremos bien—. Se comprometió  Juan.

—Mmmmm no jures por los demás mira que hartas cagaitas* se mandan—. Respondió muy seria.

En ese momento nos miramos casi resignados, no había mucho más que hacer y cuando ya no quedaba casi esperanza.... Apelamos al corazón.

—Tía este va a ser el ultimo verano junto con los chiquillos porfaaa—. Le rogó el Rorro —Después de este verano nada va a ser como antes porque nos vamos—. Puso cara de pena.

—¿Quien se va?—. Se interesó ella.

—El Rorro y el Juan—contesté también poniendo cara triste.

—Ya, ya, esta bien, pero me dejan la embarrada y voy a ir a su casa a buscarlo para que me lo paguen y además, me tienen que dejar soplada la casa cuando termine la fiesta—. Nos amenazó.

Perfecto, ya teníamos la casa, pero ahora venía la parte más difícil; tenia que conseguir el permiso de mis padres.

—¿Quee? ¿Una fiesta?—. Fue la reacción de mi mamá.

—Si mami, en la casa del Víctor, no nos moveremos de ahi—. Le recalqué.

—¿va a haber alcohol?—. Preguntó muy serio mi papá.

—Papá, somos menores de edad —. Le recordé.

Los padres de hoy son tan desconfiados que hasta si hiciera una fiesta en la casa del lado, saldrían a ver si estoy bien y se meterían a la casa para asegurarse que no hay drogas ni alcohol..

—Ok solo hasta la una—. Dijo mi mamá y cuando ella dice así, debe ser así.

—Pero mamá, voy a estar aquí mismo dentro del pasaje—. Reclamé impaciente.

—Hasta la una o nada—. Fue su firme respuesta.

Ante tanta convicción no me quedaba otra que resignarme, no la iba a hacer de cambiar de opinión así que, hasta la una tendría que estar.

—Mamá déjalo otro rato yo voy a estar ahí—. Se metió mi hermano que estaba escuchando.

—Ya Nena déjalos, pero no se entren tan tarde—. Nos pidió papá.

Comúnmente con mi hermano no nos llevábamos muy bien, solo nos agarrábamos a combos hasta que uno de los dos se enojaba, pero tal gesto de amabilidad había que aprovecharlo.




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