Creo que te quiero

11 de Septiembre

 

El 11 de septiembre, una fecha muy especial para Chile, pues se celebra un nuevo aniversario del golpe militar de 1973, que hizo que el país fuera dirigido por una junta militar a mando de Augusto Pinochet. De ese momento tan radical para el país, habían pasado 22 años y como era costumbre, los isurreptos de siempre salían a protestar.

—Se espera que, el día de mañana, más de 2000 personas salgan a protestar en el marco de un nuevo aniversario del golpe militar—. Mencionaban en el noticiario.

—Que terrible, estos delincuentes que salen a hacer desmanes—. Reclamó mi papá, mientras cambiaba la televisión.

—No faltan los desubicados—. Se quejó mi hermana.

—Tuvieran idea de lo que pasó ahí—. Comentó nostálgica mi mamá.

—Debe haber sido terrible—. Dije yo.

—Si, murió mucha gente inocente y otros fueron deportados del país—. Se lamentó mi mamá.

Debió ser terrible toda la gente que murió, por no pensar igual que el gobierno, además de los muchos que fueron depor... eso que dijo mi mamá.

—¿Y que es eso?—. Pregunté curioso.

—Es cuando lo mandan fuera del país, y no pueden entrar a Chile de nuevo, ignorante—. Me dijo mi hermano.

—Aaah—. Fue mi reacción.

Mi hermano y su amorosa manera de explicar las cosas, si te lo dice así, era imposible no entenderlo.

—Y te crees vivo—. Empezó a molestarme.

—Cállate tonto—. Le pedí

—¡¡Shhttt!! Silencio los dos, o se van a acostar—. Nos amenazó mi papá.

Esa noche, en las noticias, solo hablaron de lo que iba a pasar al día siguiente, como alentando a los malhechores para que salieran a hacer desmanes. Al día siguiente, que justamente era 11 de septiembre, el tema de conversación a la hora de almuerzo, era la conmemoración de un nuevo aniversario del golpe militar, claro hoy era ese día tan fastidioso para nosotros.

—Espero que hoy no corten la luz, como los otros años—. Rogaba mi mamá.

—Esos taraditos, que se ponen a tirar cadenas a los cables, no faltan, tienen que ponerse firme el gobierno de Aylwin—. Seguía alegando mi papá —Hay que sacar a los soldados a la calle y que disparen no mas a los que anden por la calle—. Exigía.

—Pero Ernesto, como dices eso, tu sabes como son los soldados, matan a cualquiera que se asome—. Le replicó mi mamá.

La verdad que mi familia era bien apolitica, sobre todo mi papa, y como no creíamos en los políticos y sus promesas, no era mucho de lo que se hablaba del tema, excepto en esta fecha en particular.

—Y pensar que nosotros estábamos trabajando en el centro cuando vino el golpe—. Contaba mi papá.

—Ayy ni me lo acuerdes Ernesto, realmente fue horrible—. Se acordaba mi mamá.

—¿Y como lo hicieron para arrancar?—. Preguntó mi hermano.

—Bueno, tu papá trabajaba en el banco Inglés, que en ese tiempo quedaba en la calle Estado, fue a buscarme  mi trabajo que en ese tiempo era en Dancafor en la calle Morandé, pero yo salí por la parte de atrás, y tu papá, ciego, no me vio—. Nos contaba mamá.

—Gracias a una de tus compañeras nos encontramos—. Aportó mi papá.

—Si, y nos fuimos por Morandé y los militares, le disparaban a todo lo que se movía—. Continuaba con su relato mamá.

—Las balas nos silbaban por el lado—. Volvió a intervenir mi papá.

—¿Y como arrancaron?—. Preguntó mi hermana Paloma.

—Corrimos por Morandé, hasta Rosas y ahí seguimos hasta Mapocho, nos íbamos escondiendo en los kioskos que habían en el centro, luego le pedimos un caballero, que pasó en un camión, que nos llevara hacia abajo hasta Carrascal—. Explicaba mi mamá.

—Y no pasaron por la Moneda para ver que estaba pasando —. Se me ocurrió preguntarles.

—Ni loco—. Gesticuló mi papá —Estaba lleno de militares, Tanquetas y al que se acercaba le disparaban, así que optamos por alejarnos de ahí porque había menos militares en las otras calles—. Nos explicó.

—Se salvaron por poco entonces—. Acotó mi hermano.

—Si, fue casi un milagro divino—. Reconoció mi papá.

Vaya, no tenia idea de lo que habían pasado mis padres y pensándolo fríamente, casi lo matan los militares y si hubiera pasado así, yo no hubiera nacido. El resto del día pasó tranquilo, salí a la calle junto a mis amigos, estuvimos conversando, hasta que llegó la noche, justo a las 21:47 hrs, la luz de mi pieza empezó a parpadear hasta que, finalmente, quedamos en oscuridad; para mi eso era algo excelente, porque mi panorama era ponerme a escuchar música en mi personal estéreo, hasta quedarme dormido. Sin embargo algo interrumpió ese ritual de cada año; alguien estaba tirando piedrecitas a la ventana de la pieza de mi hermana, y como ella estaba trabajando en la clínica de noche, me asome extrañado a ver que estaba pasando.

—¿Que pasa?—. Me asomé al balcón.

—Oye, puedes salir, me conseguí las llaves del furgón de mi mamá, para que escuchemos por la radio que está pasando—. Me invitó el Cabezón.

—Espérame—. Le pedí, me puse las zapatillas y salí.

Como la mamá del Víctor tenia furgones escolares, tenia una radio de esas de radio aficionados de la banda de 11 metros, como la que usan algunos colectivos*, para comunicarse entre los vehículos, y a veces nos entreteníamos hablando con otras personas o simplemente escuchábamos las conversaciones.

—Deja el 29, que es el canal donde se juntan todos—. Me recordó el Victor.

—Pero ahí están puro conversando, mejor vamos cambiando a ver si encontramos algo interesante —. Propuse.

—A ver cambia—. Me pidió.

Deje el canal 32 y ahí escuchamos algo que nos dejó para dentro.

—Aquí móvil 23, vine a dejar a un cliente, y quedé encerrado entre unas barricada en la Pincoya, si algún móvil, que esté disponible, me puede venir sacar, se lo agradecería mucho, cambio—. Pedía.

—Todos los móviles están en la QTH (casa), está muy complicada la cosa móvil 23, trate de salir por sus medio—. Le indicó lo que parecía ser la base de dicho móvil.




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