Criaturas Oscuras

Capítulo 1: El Encuentro en la Niebla

La niebla cubría el suelo como un manto espeso, serpenteando entre los árboles de un bosque oscuro donde la luna llena apenas lograba atravesar las nubes. El aire estaba frío, cargado con el olor a tierra húmeda y algo más… algo salvaje. De repente, el silencio se rompió por el sonido de unas pisadas suaves, casi inaudibles, que se deslizaban entre las sombras.

Isabella se detuvo al borde del claro, observando con ojos amarillos brillantes, la luz de su mirada cortando la oscuridad. Su piel, pálida como la luna, parecía brillar tenuemente bajo la luz tenue. A su alrededor, los árboles más viejos del bosque susurraban al viento, pero ella no los escuchaba. No necesitaba oír nada. Ella veía, olía, sentía más allá de lo que cualquier ser humano o criatura pudiera comprender.

La vampira más poderosa que jamás haya existido. Esa era la forma en la que se referían a ella los pocos que aún se atrevían a hablar de Isabella. Con una fuerza sobrenatural que iba más allá de su increíble velocidad, tenía el don de la telequinesis, el control de las sombras y la capacidad de manipular las mentes débiles. Pero lo que la hacía aún más temida era su capacidad de absorber las habilidades de aquellos con los que entraba en contacto. Nadie había logrado desafiarla nunca.

Un crujido a su derecha la hizo girarse con rapidez, como una sombra más. Allí, a unos metros, una figura alta y robusta apareció entre los árboles. Un hombre, o al menos lo que parecía un hombre. Su rostro estaba cubierto por una melena oscura, que caía en ondas salvajes sobre sus hombros. Su complexión era musculosa, pero no de la manera humana. Cada uno de sus movimientos transmitía la fuerza contenida de una bestia, y sus ojos, brillando con un resplandor dorado, observaban a Isabella con intensidad.

Era un hombre lobo.

Isabella podía percibir su esencia a kilómetros de distancia, la energía salvaje que emanaba de su cuerpo. Sin embargo, este hombre no era como los demás licántropos que había encontrado a lo largo de los siglos. Había algo peculiar en él, algo que no lograba descifrar del todo. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió la necesidad de comprender qué lo hacía diferente.

—Te he estado esperando —dijo ella, su voz suave pero firme, resonando en la quietud del bosque.

El hombre lobo dio un paso adelante, sus garras sobresaliendo ligeramente de los puños apretados. No era un hombre común, ni siquiera un licántropo común. Su cuerpo, cubierto por una capa de pelo oscuro y espeso, era una mezcla entre hombre y bestia, pero su postura erguida y su mirada decidida indicaban una inteligencia que pocos de su especie poseían.

—Entonces, ¿eres tú? —gruñó él, su voz grave, como el retumbar de un trueno distante. Sus ojos brillaban con una intensidad dorada que parecía reflejar la luz de la luna. No le temía, y aunque Isabella podría haberlo destruido en un segundo, él no retrocedía. En su mirada había algo más, algo desafiante.

Isabella lo estudió durante un largo momento, sintiendo cómo su poder crecía al comprender cada detalle del hombre lobo. Sus habilidades eran superiores a las de la mayoría de su especie, sí, pero había algo más. Algo que no podía identificar de inmediato.

—Soy Isabella —respondió ella finalmente, casi con indiferencia. Pero la verdad era que el joven lobo la intrigaba. Ninguno de los suyos había llegado tan lejos para desafiarla o incluso para enfrentarla de esa manera. No, este hombre era diferente. Y tal vez eso lo hacía aún más peligroso.

El hombre lobo no dijo nada más. Solo dio un paso más hacia ella, sus ojos nunca apartándose de los suyos. La niebla se levantaba a su alrededor, como si la naturaleza misma cediera ante su presencia. Isabella alzó una mano con gesto perezoso, y las sombras a su alrededor se contorsionaron, tomando forma a su voluntad. Las sombras no solo eran su refugio, eran su extensión, su poder tangible. Sin embargo, el hombre lobo no parecía asustado. Al contrario, su presencia parecía atraer más poder hacia él.

—¿Qué deseas, licántropo? —preguntó Isabella, su tono impregnado con una mezcla de curiosidad y desafío. Sabía que no era casualidad que él estuviera allí.

El hombre lobo soltó un suspiro, como si fuera algo que había estado esperando durante mucho tiempo.

—Tu cabeza. —La simple respuesta fue un golpe directo, un desafío que resonó más allá de las palabras.

Isabella soltó una risa suave, divertida por la audacia de su adversario. Los hombres lobos eran conocidos por su valor y ferocidad, pero jamás se atrevían a desafiarla tan abiertamente. La oscuridad alrededor de ella se tensó, sus sombras moviéndose con vida propia. Sin embargo, su poder no se desató. Aquel hombre lobo merecía algo más que una muerte rápida.

—¿Estás seguro de lo que estás pidiendo? —preguntó ella, su voz apenas un susurro que parecía mezclar la amenaza con la curiosidad.

El hombre lobo no respondió. Simplemente se preparó, sus garras afiladas brillando a la luz de la luna. Estaba dispuesto a pelear, no solo por la venganza, sino por algo más profundo, algo que ni él mismo comprendía del todo.

Isabella lo observó, una leve sonrisa se formó en sus labios, y alzó una mano. En ese mismo instante, la niebla que rodeaba el bosque comenzó a espesarse, y la luna se oscureció, como si ambos mundos —el de la luz y la oscuridad— se estuvieran preparando para entrar en guerra.

—Entonces, que empiece el juego.



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En el texto hay: vampiros, drama amor problemas

Editado: 12.11.2024

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