La noche estaba en su apogeo cuando Isabella regresó a su fortaleza. Se deslizó en silencio entre los grandes pilares de piedra, sintiendo el eco de sus propios pensamientos en el frío de las paredes. La conexión que había sentido con Liam la inquietaba, y aunque había pasado siglos cultivando una fortaleza impenetrable, ahora algo dentro de ella comenzaba a tambalearse.
Al entrar en el salón principal, sus ojos recorrieron los estandartes oscuros que colgaban del techo, símbolo de su reinado y de la temible fuerza que ejercía sobre aquellos que se atrevían a desafiarla. La vampira se detuvo frente a un espejo antiguo. Su reflejo mostraba la misma belleza fría de siempre, pero ahora, en lo más profundo de sus ojos dorados, parecía haber algo distinto: una sombra de duda, una chispa de humanidad que no recordaba haber visto en mucho tiempo.
De repente, sintió una perturbación en la energía de la fortaleza, una presencia que se acercaba. Con un gesto, desvaneció la puerta de sombras y en la penumbra vio una figura alta, imponente. Era Cassandra, una de sus seguidoras más leales, pero el rostro de la mujer estaba tenso, sus ojos oscuros llenos de preocupación.
—Isabella —dijo Cassandra, con voz baja pero urgente—. Tenemos un problema. Los clanes de los licántropos están movilizándose. Al parecer, están formando una alianza. Ya no temen enfrentarte.
Isabella frunció el ceño. Los licántropos siempre habían sido enemigos divididos, con rivalidades entre sus clanes que nunca lograban superar. La idea de que ahora se unieran era perturbadora, pero más aún lo era el motivo detrás de esta súbita alianza. Liam. Él había logrado despertar en su gente una resolución inesperada, una voluntad de luchar que hacía siglos no veía.
—Interesante —murmuró Isabella, una sonrisa oscura asomando en sus labios—. Entonces han decidido desafiarme abiertamente. Bien. Que venga lo que tenga que venir.
—Pero Isabella, estos licántropos están organizados como nunca. Están convocando a todos los clanes, y se habla de una figura nueva, un líder que parece unirlos a todos. —Cassandra se inclinó hacia ella—. Lo llaman *El Alfa Supremo*. ¿Sabes quién podría ser?
Isabella sabía perfectamente quién era. Liam. Aquel licántropo que, en su arrogancia, había aparecido en su bosque y la había mirado sin miedo. Y ahora, ese mismo hombre lobo había logrado lo imposible: unificar a los suyos.
—El Alfa Supremo —repitió, su voz cargada de incredulidad—. Así que él no solo quiere mi cabeza; quiere una guerra.
Cassandra la observó con inquietud, percibiendo en su tono algo más que simple odio hacia Liam. Había una complejidad en su expresión que no podía comprender, una lucha interna que nunca antes había visto en su líder.
—¿Cómo quieres que procedamos, mi señora? —preguntó Cassandra, intentando mantener la calma a pesar de la incertidumbre.
Isabella se quedó pensativa por un momento, pero luego su mirada se volvió fría y calculadora.
—Necesitamos aliados, y tengo en mente exactamente a quiénes convocar.
***
Esa misma noche, Isabella dejó su fortaleza y se adentró en las tierras de las brujas del Bosque Sombrío, un grupo de hechiceras antiguas con poderes que pocos podían igualar. Su líder, Morgana, era una vieja conocida suya; aunque su relación nunca había sido amistosa, ambas entendían la importancia de la alianza en tiempos de necesidad.
El bosque estaba en silencio cuando Isabella llegó al claro donde Morgana la esperaba. La bruja, con su cabello plateado y su mirada penetrante, parecía intuir las razones de la visita.
—Isabella —dijo Morgana con una sonrisa ladeada—. Qué raro es verte aquí. Supongo que la visita de un enemigo tan orgulloso como tú solo puede significar una cosa: tienes problemas.
Isabella ignoró el tono sarcástico de Morgana y se acercó, manteniendo su compostura.
—Los licántropos están movilizándose en mi contra, y necesito tu ayuda —dijo Isabella, sin rodeos.
Morgana la observó por un largo momento, como si buscara alguna debilidad en sus palabras. Finalmente, asintió lentamente.
—¿Y por qué debería ayudar a una vampira que ha arrasado mis tierras y se ha burlado de nuestra magia durante siglos?
—Porque, si los licántropos logran derrotarme, tú serás la siguiente en su lista —respondió Isabella, con voz firme—. Con el Alfa Supremo a la cabeza, ellos no se detendrán solo con mi caída. Quieren tomar el control completo de estas tierras. Y una vez que lo hagan, no dudarán en destruir todo lo que encuentren en su camino, incluyendo tu bosque y a tus brujas.
Morgana se quedó en silencio, evaluando la amenaza. Aunque nunca había sido amiga de Isabella, sabía que las palabras de la vampira eran ciertas. Los licántropos no perdonarían a las brujas que habitaban en los bosques. Con un suspiro resignado, asintió.
—De acuerdo —aceptó finalmente—. Mis brujas y yo nos uniremos a tu causa, pero con una condición. Cuando esta guerra termine, tú y yo firmaremos un pacto de no agresión.
Isabella asintió, satisfecha con el trato. Con el poder de las brujas a su lado, tendría una oportunidad de detener a Liam y a su ejército antes de que llegaran a las puertas de su fortaleza. Sin embargo, aún quedaba una pregunta en su mente: ¿qué tan lejos estaba dispuesta a llegar para vencer a Liam? ¿Estaba dispuesta a matar a ese hombre que había despertado en ella algo que no comprendía del todo?
***
Días después, Isabella y Morgana se encontraban en la cima de una colina, observando el avance del ejército de licántropos. Al frente, montado sobre una gran bestia lupina, estaba Liam. Su mirada era feroz y decidida, y a su alrededor los otros licántropos lo miraban con respeto y admiración. Había logrado lo imposible: unificar a todos los clanes bajo su mando, y lo hacía con la fuerza y dignidad de un líder verdadero.
Isabella apretó los puños, sintiendo una mezcla de rabia y respeto hacia él. Liam no era solo un enemigo, era un adversario digno, alguien que representaba una amenaza real para ella. Y, a pesar de todo, no podía evitar sentir esa atracción hacia él, esa conexión inexplicable que la había llevado a replantearse quién era y qué deseaba realmente.
Editado: 12.11.2024