La tregua tácita entre Isabella y Liam dejó tensiones latentes que apenas comenzaban a explorarse. Mientras la batalla se retiraba al amanecer, ambos se sumieron en pensamientos sobre lo que este conflicto realmente representaba para cada uno, así como las extrañas y profundas emociones que, inesperadamente, habían surgido entre ellos.
Isabella regresó a su castillo, inquieta. Sabía que había algo más detrás de aquella atracción inexplicable que sentía hacia Liam, y comenzó a investigar en los textos antiguos de su biblioteca, en busca de respuestas. Las crónicas vampíricas narraban las antiguas guerras entre vampiros y licántropos, mencionando la existencia de un pacto oscuro que, siglos atrás, había unido sus poderes. Los detalles del pacto se perdieron en el tiempo, pero se decía que aquellos que lograban un vínculo entre ambas razas desbloqueaban habilidades y sabiduría inimaginables, aunque el costo solía ser tan alto que nadie se había atrevido a intentarlo.
En un rincón de su biblioteca, Isabella encontró un antiguo pergamino que relataba la profecía de la “Noche de los Dos Corazones”, donde un vampiro y un licántropo destinados a encontrarse podrían romper las cadenas de la antigua enemistad y dominar poderes de creación o destrucción. Isabella sintió un escalofrío; aquella descripción era inquietantemente familiar, pero no podía permitirse dejarse llevar por antiguos mitos.
Esa noche, lejos de allí, Liam también se encontraba sumido en pensamientos. Conversó con sus más cercanos, su clan de élite, sobre lo que había percibido en su encuentro con Isabella. A diferencia de él, sus compañeros no entendían la complejidad de lo que describía, y se mostraban cada vez más preocupados por lo que parecía una distracción. Sin embargo, Liam sentía en su alma que, de alguna forma, aquel encuentro con la vampira estaba marcado por el destino.
Fue entonces cuando el anciano Seamus, el más sabio y longevo del clan, habló:
—Liam, los espíritus nos han advertido de que vendría una figura que cambiaría nuestro destino. Ese cambio, sin embargo, no viene sin peligro. Si permites que la conexión con ella crezca, podrías perderte. Pero también es posible que encuentres en ella la clave para sanar las antiguas heridas de nuestra gente.
Estas palabras resonaron en la mente de Liam. ¿Podría aquella atracción hacia Isabella significar algo más profundo? ¿Tal vez un destino compartido que iba más allá de las batallas y el odio?
Mientras ambos procesaban esta revelación, Cassandra, observadora e inteligente, comenzó a percatarse de los cambios en Isabella. Cada vez más desconfiada de las verdaderas intenciones de su aliada, se acercó a Morgana, que compartía sus sospechas. Para ambas, los sentimientos emergentes de Isabella hacia el enemigo constituían una amenaza, no solo para su liderazgo, sino para los objetivos de la alianza de vampiros y brujas.
Decidieron, entonces, vigilar a Isabella en secreto, convencidas de que la situación podría llevar a una traición. En el fondo, Cassandra sentía una rabia creciente hacia aquella vampira que parecía desviarse de su rol como líder. No estaba dispuesta a permitir que Isabella rompiera su pacto, ni a exponer a los suyos a una tregua que ella consideraba absurda.
De vuelta en su castillo, Isabella decidió que necesitaba respuestas, y que solo podía encontrarlas en la mente de Liam. Pero no podía manipularlo sin acercarse de nuevo, así que, al caer la noche, salió en busca de él, sin compañía alguna, solo con sus sombras como protección.
No lejos de allí, Liam también había salido solo, dejando que sus instintos lo guiaran hasta el encuentro que sabía que era inevitable. Cuando finalmente se encontraron en un claro del bosque, las primeras luces del amanecer comenzaron a asomarse, creando un ambiente etéreo.
—Viniste —murmuró Liam, con una mezcla de sorpresa y resignación.
—Hay algo en ti que necesito comprender, algo que los siglos no me han mostrado —respondió Isabella, sin disimular la intensidad en su mirada.
Ambos avanzaron cautelosamente, sabiendo que su acercamiento no era solo físico, sino también emocional. Isabella extendió su mano hacia él, y Liam, tras un instante de duda, tomó la suya.
En ese momento, un destello de energía los envolvió, como si sus propias esencias se fusionaran momentáneamente. Las imágenes de antiguos recuerdos, de vidas pasadas y de futuros posibles, inundaron sus mentes, revelándoles fragmentos de un destino compartido que iba mucho más allá de la guerra.
Sin embargo, un grito cortó el momento. Cassandra, oculta entre los árboles con varios hechiceros de su séquito, lanzó un hechizo contra ambos, incapaz de contener su ira al ver la conexión entre Isabella y el enemigo.
Liam, herido por el hechizo, cayó al suelo, y en un arranque de furia, Isabella invocó todas las sombras a su alrededor, creando una barrera infranqueable para protegerlo. Pero Cassandra, en su frenesí, no se detuvo y arremetió nuevamente, dispuesta a terminar con la vida del licántropo.
—¡Espera! —gritó Isabella, bloqueando su ataque—. Cassandra, hay algo que no entiendes. Esta guerra puede tener otro final.
Cassandra no estaba dispuesta a escuchar. Para ella, la traición de Isabella era clara, y sus palabras no eran más que una excusa para una debilidad inaceptable.
—Has perdido tu camino, Isabella. No puedo permitir que nos destruyas a todos por este… capricho —respondió Cassandra con odio, su voz llena de veneno.
Isabella sabía que había llegado el momento de tomar una decisión. No podía dejar que el odio de Cassandra y las brujas destruyera aquello que había empezado a descubrir junto a Liam. Necesitaba tiempo para comprender su destino, y también para hallar un propósito en el que ambos pudieran unir fuerzas.
—Entonces, Cassandra, a partir de ahora, nuestro camino se separa —declaró Isabella, sabiendo que acababa de iniciar una guerra interna en su propio clan.
Editado: 12.11.2024