Isabella y Liam avanzaban por los senderos ocultos del bosque, alejándose de Cassandra y de los seguidores que probablemente ya los buscaban para aniquilarlos. El amanecer había disipado las sombras de la noche, y el primer rayo de sol comenzó a filtrarse por el espeso follaje, bañando el entorno con una luz suave y cálida. Aunque ambos habían pasado siglos en aquel mundo, la situación en la que se encontraban ahora era completamente nueva y peligrosa. Ya no tenían refugio en sus propios clanes, y las consecuencias de su alianza comenzaban a sentirse.
—¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes de que nos encuentren? —preguntó Liam, sin perder el ritmo a su lado. A pesar de sus heridas, se mantenía alerta, consciente de que su fuerza y resistencia podían ser la única defensa en cualquier momento.
Isabella hizo una pausa, observando el horizonte. Sabía que Cassandra no descansaría hasta vengarse. La traición era un pecado imperdonable en su mundo, y haberlo cometido significaba un destierro y una persecución sin piedad. Aun así, había en ella una firmeza que la ayudaba a mantener la compostura.
—No mucho. Cassandra es tan implacable como vengativa —contestó con frialdad—. Y, si Morgana la apoya, no tendrán reparos en destruir todo lo que encuentren a su paso para alcanzarnos.
Liam asintió. Aunque hasta hacía poco solo veía en Isabella a un enemigo, ahora sentía un respeto, casi admiración, por su determinación y fortaleza. Además, no podía ignorar la extraña conexión que comenzaba a crecer entre ellos, algo más allá de la atracción física. Sabía que había en ella algo que le estaba prohibido, y sin embargo, cada vez era más difícil resistirse.
Mientras se adentraban en el bosque, llegaron a una cueva que Isabella había utilizado en siglos pasados como refugio temporal. Allí, rodeados por el eco de sus propios pensamientos, ambos decidieron establecer una estrategia para su supervivencia. Sabían que enfrentarse directamente a sus enemigos no era una opción viable. Por el contrario, debían encontrar una forma de evitar una confrontación directa hasta estar preparados para lo que se avecinaba.
—No tenemos suficiente información sobre lo que busca Cassandra en realidad —dijo Isabella mientras encendía una antorcha y examinaba el lugar—. Quizá si logramos entender sus verdaderos motivos, podamos adelantarnos a sus movimientos.
Liam asintió. Era evidente que Cassandra tenía un propósito más profundo que solo mantener la alianza. Los hechizos que lanzaba, su ira desmedida y su deseo de poder eran indicios de una ambición mucho más peligrosa de lo que aparentaba.
—¿Y qué hay de la profecía? —preguntó Liam con seriedad—. Mencionaste algo sobre la “Noche de los Dos Corazones”, pero no explicaste mucho más.
Isabella lo miró un instante, con la incertidumbre reflejada en sus ojos. La profecía era un enigma incluso para ella, pero ahora era su única pista. Se acercó a Liam, y con voz baja, le habló sobre lo que había encontrado en el antiguo pergamino: la posibilidad de unir el poder de ambas razas para crear una fuerza que podría transformar o destruir el equilibrio en su mundo. Si alguien llegaba a controlar ese poder, sería capaz de dominar a vampiros y licántropos por igual.
—Cassandra debe saberlo —concluyó Liam—. No me sorprendería que haya escuchado rumores de esa profecía y quiera cumplirla a su manera.
—Sí —dijo Isabella—. Y si tiene éxito, no solo nosotros estaremos en peligro, sino todo aquello que hemos protegido durante siglos. Sin embargo, para completar la profecía, necesita un sacrificio que aún no poseemos.
El silencio se apoderó de la cueva. Ambos sabían que si Cassandra se hacía con aquel poder, nada podría detenerla. Era, sin duda, una fuerza que ni siquiera Isabella o Liam, por muy poderosos que fueran, podrían enfrentar solos.
Fue entonces cuando Liam tuvo una idea. Sabía que, a pesar de todo, existían clanes de licántropos y vampiros rebeldes, aquellos que no seguían ni a Isabella ni a Cassandra, sino que vivían en las sombras, alejados de las guerras y los conflictos de poder. Quizás esos clanes independientes, al ver la amenaza de Cassandra, estarían dispuestos a unirse a ellos. Isabella lo miró con interés mientras él le explicaba su idea. No era común que clanes que se consideraban “apátridas” confiaran en otros, pero si lograban hacerles entender que la amenaza era real, tal vez podrían contar con su apoyo.
Al caer la noche, se adentraron en las montañas, en busca de un clan de vampiros nómadas que según los rumores, era liderado por un antiguo conocido de Isabella: Damian. Damian había sido un aliado en el pasado, pero luego de algunas disputas con los clanes tradicionales, decidió separarse y guiar a su grupo hacia una vida de independencia.
Al llegar al campamento del clan, Isabella y Liam fueron recibidos con frialdad y desconfianza. Los miembros del clan miraban a Liam con recelo, reconociendo al licántropo como una amenaza natural. Pero al ver a Isabella, Damian salió de entre las sombras, observándola con una mezcla de sorpresa y precaución.
—Isabella —dijo Damian con una voz fría, entrecerrando los ojos—. No esperaba volver a verte… y mucho menos con un licántropo a tu lado.
—No tenemos tiempo para formalidades, Damian —replicó Isabella, directa—. Cassandra está planeando algo que pondrá en peligro no solo a los clanes tradicionales, sino a todo aquel que se oponga a ella.
Damian escuchó en silencio, dejando que Isabella explicara la situación. Aunque sus diferencias eran grandes, sabía que las palabras de Isabella no eran en vano. Finalmente, el líder vampiro asintió, consciente de que no podían ignorar la amenaza.
—Entiendo tu preocupación, Isabella —respondió Damian tras un largo silencio—. Pero para enfrentarse a Cassandra, no basta solo con alianzas temporales. Se necesitará más que poder físico; necesitarás un conocimiento que tú sola no posees.
Editado: 12.11.2024