El aire, denso y pesado, se volvió aún más sombrío conforme se adentraban en el territorio que Cassandra había marcado con su maleficio. La niebla, espesa como una manta, rodeaba al grupo, limitando su visibilidad y creando una atmósfera de inquietud. La sensación de estar siendo observados se intensificaba, como si cada paso los acercara a algo mucho más oscuro y peligroso.
Isabella caminaba al frente, con los ojos fijos en el terreno inexplorado, mientras los demás se mantenían alerta. Sabía que Cassandra no los dejaría avanzar sin presentar resistencia, pero la determinación que sentía dentro de ella la impulsaba a seguir adelante. La bruja había jugado su carta de terror con la muerte del explorador, pero Isabella no permitiría que eso los rompiera. Cada vez más cerca del corazón del dominio de Cassandra, la presión en el aire aumentaba.
Aidan caminaba a su lado, sin decir palabra, pero su presencia era reconfortante, como una sombra protectora. La tensión entre ellos, que había sido palpable al principio, se había ido suavizando. Aunque seguían siendo dos fuerzas opuestas, ahora existía una comprensión tácita, una aceptación de la necesidad de luchar juntos para sobrevivir.
Liam se adelantó ligeramente, mirando hacia el horizonte con una expresión seria.
—Estamos cerca —dijo en voz baja—. Puedo sentir la magia en el aire. Cassandra está esperando.
—¿Qué haremos cuando lleguemos? —preguntó Aidan, sin apartar la mirada del sendero que se extendía ante ellos.
—Venceremos a Cassandra —respondió Isabella, con una determinación que era casi palpable—. Tenemos que concentrarnos en cómo destruir su poder, no solo enfrentarnos a ella. Si logramos cortar su conexión con la oscuridad, la derrotaremos. Pero necesitamos actuar rápido. Cada momento que pasa, su poder crece.
El silencio que siguió fue pesado, lleno de la gravedad de lo que estaba por venir. Cada uno de los miembros del grupo sabía que la batalla final sería decisiva. No había margen de error.
Al caer la tarde, el grupo llegó a un claro sombrío, donde el suelo parecía estar impregnado de magia negra. La tierra estaba seca, quebrada, como si hubiese sido drenada de su energía vital. En el centro del claro, se erguía una antigua torre de piedra, oscura y desmoronada, rodeada de un aura de maldad palpable.
—Este es su refugio —dijo Isabella, mirando la torre con una mezcla de desconfianza y resolución. La sensación de la presencia de Cassandra era abrumadora. Estaban al borde del enfrentamiento final.
El viento comenzó a aullarle al grupo, como si intentara advertirles del peligro que acechaba. De pronto, una sombra se descolgó de la torre, moviéndose con la velocidad de un rayo. Era Cassandra, flotando en el aire, rodeada por una energía oscura que emitía un brillo violeta. Su rostro estaba marcado por una expresión de furia contenida, y sus ojos brillaban con una maldad fría.
—Pensaron que podían derrotarme. Que una simple alianza entre vampiros y licántropos sería suficiente —dijo Cassandra, su voz retumbando como un trueno en el silencio del claro—. No entienden nada. Yo soy el caos. Soy la sombra que consume todo a su paso.
Isabella, sin vacilar, dio un paso al frente.
—No somos simples, Cassandra. Somos lo que temes. La unión de nuestros pueblos es más fuerte de lo que crees, y esta vez no te dejaremos ganar.
Cassandra sonrió, una sonrisa cruel que mostraba su confianza total en su poder.
—Veremos si tus palabras son tan poderosas como tu magia —dijo, y al instante, la torre a su alrededor comenzó a vibrar. La energía oscura que la rodeaba creció y se amplificó, mientras el suelo bajo los pies del grupo temblaba con la fuerza de un terremoto.
Liam gritó una orden y el grupo se preparó para la batalla. Los licántropos se transformaron en sus formas de bestias, sus ojos brillando con un ferocidad animal. Aidan, con su aspecto bestial, se lanzó al ataque, seguido por el resto de la manada. Isabella, por su parte, extendió las manos hacia la tierra, invocando las fuerzas elementales para canalizar su magia.
La batalla comenzó con una furia imparable. Los licántropos atacaron a Cassandra, pero ella los desvió con facilidad, creando barreras de energía oscura que los repelían. Mientras tanto, Isabella luchaba para mantener el control sobre la magia que intentaba invocar. Sabía que no podía simplemente atacar a Cassandra de frente, debía encontrar una manera de romper su vínculo con la oscuridad.
Cassandra, riendo de manera aterradora, extendió las manos hacia el cielo. Una tormenta de energía oscura se desató, oscureciendo el cielo. Relámpagos morados surcaron el aire, y la tierra misma comenzó a temblar con fuerza. Era la magia más poderosa que Isabella había presenciado. Cada chispa de energía parecía drenarla, y el vínculo oscuro que la conectaba con Cassandra pulsaba con fuerza en su pecho.
—¡Isabella! —gritó Liam, al ver cómo la bruja la atacaba directamente, su magia oscura arrastrándola hacia el suelo.
Isabella, luchando por mantenerse erguida, apretó los dientes. No podía caer ahora. Sabía que tenía que romper la conexión, y para hacerlo, debía concentrarse en su magia elemental.
—¡Aidan, líbrame de su magia! —gritó, mientras intentaba desviar la corriente de energía que la envolvía.
Aidan, aullando con rabia, atacó con toda su fuerza, aprovechando su agilidad para acercarse a Cassandra y obligarla a desviar su atención. La bruja, irritada, soltó un grito ensordecedor y disparó un rayo de oscuridad hacia Aidan, pero él esquivó con destreza, ayudando a dar a Isabella el tiempo necesario para canalizar su magia.
Isabella cerró los ojos, sintiendo la vibración de la tierra bajo ella. Tomó aire, concentrándose en el flujo natural de las energías a su alrededor. La tierra, el viento, el fuego y el agua: todo respondía a su llamado. Con un grito, soltó su magia con todo su poder, creando un vórtice de luz pura que se desplegó hacia Cassandra, desgarrando la tormenta oscura.
Editado: 12.11.2024