El viento susurraba entre las ruinas de la torre, una quietud extraña envolvía el claro. El aire, antes pesado y oscuro, ahora estaba impregnado con una sensación de alivio, aunque algo incompleto. La batalla había terminado, pero la victoria no era total. La energía oscura de Cassandra había sido erradicada, pero el precio de la lucha se sentía en cada rincón del grupo. El esfuerzo había sido titánico, y cada uno de ellos cargaba con el peso de lo que acababan de enfrentar.
Isabella se desplomó sobre una roca, su cuerpo agotado por la magia que había desatado. Los restos de la torre caían a su alrededor, como si el mismo suelo que había sido corrompido por Cassandra ahora se liberara de su dominio. Pero la bruja, aunque derrotada, había dejado su huella. La oscuridad aún parecía latente en el aire, como una sombra que no podía disiparse por completo.
Aidan, con su aspecto bestial aún presente, se acercó a ella, su rostro reflejando tanto preocupación como alivio. Sus ojos, tan intensos y penetrantes, suavizándose ligeramente al verla.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz ronca, como si aún cargara con el peso de la batalla.
Isabella levantó la mirada, una leve sonrisa curvando sus labios. Estaba exhausta, pero su espíritu seguía firme.
—Lo estaré —respondió, aunque sus palabras no lograban ocultar el cansancio en su tono—. Lo único que me preocupa ahora es lo que hemos dejado atrás.
Liam apareció entonces, su rostro preocupado, pero con una expresión que, por primera vez, mostraba una leve relajación. Se agachó junto a Isabella, observando los restos de la torre con cautela.
—Cassandra estaba más allá de la redención. Pero aún no sabemos qué consecuencias tendrá todo esto —dijo, mirando hacia el horizonte, donde el cielo comenzaba a clarear.
Isabella asintió lentamente. El caos de Cassandra, aunque disipado, no significaba que la amenaza del mundo hubiera desaparecido. El poder que la bruja había desatado, aunque quebrantado, había dejado cicatrices profundas en el equilibrio del mundo. Si bien la oscuridad ya no estaba al mando, los vestigios de su presencia quedaban atrás, acechando en las sombras.
—No hemos terminado —afirmó Isabella, mirando hacia la destrucción que rodeaba el claro—. Esto ha sido solo una batalla. La oscuridad tiene muchas formas, y no podemos descansar hasta que el último vestigio de su influencia desaparezca.
Aidan asintió, sus ojos fijos en ella. Había algo en su mirada que ya no era solo cautela, sino una comprensión profunda de la gravedad de sus palabras.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó.
Isabella cerró los ojos por un momento, recargando sus fuerzas. La sensación de la tierra bajo ella, aunque había estado impregnada por la maldad de Cassandra, ahora parecía más estable, como si el mundo mismo comenzara a sanar lentamente. No podía ser una curación completa, no aún. Pero era un comienzo.
—Debemos regresar. Hay muchas cosas que aún necesitamos resolver. La influencia de Cassandra, aunque destruida, tiene ecos en los reinos más allá. Tal vez ya no podamos encontrar a más brujas como ella, pero las fuerzas que se alimentan de la oscuridad no desaparecen tan fácilmente. Habrá otros, y debemos estar listos para enfrentarlos.
Liam, que parecía estar profundamente pensativo, dio un paso atrás, contemplando el paisaje devastado. La desolación era palpable, pero también lo era la esperanza, algo que había sido completamente ajeno en esos momentos de tensión. A pesar de todo lo que habían perdido, había algo más en ellos ahora: una unidad inquebrantable.
—¿Y los reinos? —preguntó Liam, con una sombra de incertidumbre en su voz—. ¿Qué les diremos?
Isabella se levantó lentamente, sintiendo como sus músculos, agotados por el esfuerzo, respondían con torpeza. Pero había una llama dentro de ella que seguía ardiendo. No podía permitir que el miedo o las dudas la alcanzaran ahora.
—Les diremos la verdad. Sobre Cassandra, sobre lo que hemos hecho y sobre lo que está por venir. La oscuridad no puede ganar, pero el trabajo no ha terminado. La unión de nuestros pueblos, vampiros, licántropos y humanos, es más fuerte que nunca. Debemos permanecer juntos, más allá de cualquier diferencia. Esta es nuestra guerra.
Aidan observó en silencio, su figura imponente bajo el cielo gris que comenzaba a despejarse. Podía sentir la sinceridad en cada palabra de Isabella, y a pesar de las diferencias que los separaban, comprendía que solo a través de su alianza lograrían reconstruir lo que Cassandra había destruido.
El grupo comenzó a caminar en dirección al campamento, la luz del día iluminando sus rostros fatigados. A medida que avanzaban, la sensación de unidad se consolidaba, como una fuerza renovada que los mantenía unidos en medio de las ruinas.
Isabella miró hacia el cielo, donde las primeras luces del amanecer comenzaban a emerger. La batalla había sido ganada, pero el camino por delante sería largo. Sabía que la paz no se lograría solo con magia. Sería necesario más que eso: confianza, sacrificio y, sobre todo, la voluntad de seguir adelante, sin importar cuán oscura fuera la sombra del pasado.
La oscuridad se había disipado por un momento, pero el amanecer estaba lejos de ser definitivo. El futuro, incierto, les esperaba.
Y ellos estarían listos.
Editado: 12.11.2024