El grupo regresó al campamento al amanecer, cansados pero con una chispa de esperanza que iluminaba sus rostros. Sin embargo, la atmósfera en el lugar era sombría. Los soldados y aldeanos que los esperaban recibieron la noticia de la derrota de Cassandra con una mezcla de alivio y escepticismo. Muchos aún temían que la oscuridad pudiera regresar, que las cicatrices que la bruja había dejado en la tierra nunca sanaran del todo.
Isabella, apoyada en Aidan, recorrió el campamento con una sensación de melancolía. No era el regreso glorioso que había imaginado, sino uno silencioso, donde cada mirada reflejaba una historia de pérdidas y sacrificios. Sabía que, aunque Cassandra había caído, el miedo y el dolor que ella había sembrado persistían.
El consejo de los líderes de cada reino —vampiros, licántropos y humanos— se reunió al mediodía para escuchar a Isabella. Se encontraban alrededor de una mesa improvisada, con rostros tensos que reflejaban tanto la desconfianza como la necesidad de encontrar una solución.
Isabella se irguió, tratando de proyectar toda la fuerza que aún le quedaba. Sabía que lo que dijera en ese momento sería crucial para el futuro de todos.
—Cassandra ha sido derrotada —comenzó, su voz firme—. Pero su legado de destrucción no desaparecerá de inmediato. La oscuridad ha dejado su huella en este mundo, y necesitamos sanarlo juntos.
Uno de los líderes vampiros, de ojos fríos y penetrantes, habló con voz calculadora.
—¿Por qué deberíamos confiar en que esta alianza será suficiente? La oscuridad es persistente. Si una bruja como Cassandra pudo causar tanto daño, ¿qué garantiza que no haya otros como ella?
Isabella sostuvo su mirada, dejando claro que sus palabras no la intimidaban.
—No puedo prometer que no habrá amenazas en el futuro —dijo—. Pero puedo asegurarles que la unidad que hemos formado aquí es más fuerte de lo que cualquiera de nosotros imaginó. No debemos subestimar el poder de nuestras diferencias cuando trabajamos juntos.
Aidan, que estaba a su lado, intervino, su voz grave y segura.
—Este conflicto nos ha demostrado que ni vampiros, ni licántropos, ni humanos pueden sobrevivir solos. Las rivalidades que hemos tenido en el pasado solo han servido para debilitar nuestras defensas. Cassandra aprovechó esas divisiones, y cualquier amenaza futura intentará hacer lo mismo. Si realmente queremos protegernos, necesitamos mantenernos unidos.
El líder de los licántropos, un hombre robusto con cicatrices que recorrían su rostro, asintió lentamente.
—Tienes razón, Aidan. Nos hemos aferrado a nuestro orgullo y a nuestras rivalidades por demasiado tiempo. Pero, ¿cómo asegurarnos de que esta alianza dure? Las heridas entre nosotros son profundas.
Isabella respiró hondo, buscando las palabras adecuadas.
—Empezaremos por reconocer las cicatrices y aprender de ellas, en lugar de esconderlas. No será fácil, y habrá quienes duden de nuestra alianza. Pero cada paso que demos juntos, cada batalla que superemos codo a codo, fortalecerá la confianza que hoy comenzamos a construir.
Un murmullo recorrió la mesa. Algunos de los líderes intercambiaron miradas pensativas, mientras otros seguían mostrando escepticismo. Sin embargo, la presencia de Isabella y Aidan, dos figuras que antes jamás habrían trabajado juntas, era prueba suficiente de que el cambio era posible.
Después de varias horas de discusión, finalmente acordaron formalizar la alianza y establecer un pacto de paz entre los tres reinos. Se comprometieron a trabajar juntos para reconstruir las áreas devastadas por la magia de Cassandra y a colaborar en el fortalecimiento de sus defensas, por si alguna vez otra amenaza como la de la bruja surgiera.
Al caer la noche, el ambiente en el campamento comenzó a relajarse. Los soldados y aldeanos conversaban en grupos, sus rostros relajándose un poco después de días de tensión constante. La esperanza, aunque tímida, comenzaba a abrirse paso.
Isabella se alejó del bullicio del campamento y se dirigió hacia el borde del bosque. Necesitaba un momento a solas, para reflexionar sobre todo lo que había ocurrido. Sabía que la paz que habían logrado era frágil, pero también sentía que habían plantado la semilla de algo mucho más fuerte que cualquier magia: la unión de sus pueblos.
Aidan la siguió en silencio, manteniéndose a unos pasos detrás de ella hasta que se detuvo. Al mirarlo, Isabella sintió un agradecimiento profundo. Aidan había sido su sombra, su fuerza cuando ella flaqueaba. Las rivalidades entre ellos se habían disipado, reemplazadas por una conexión que no necesitaba palabras.
—¿Estás bien? —preguntó Aidan, con una suavidad que rara vez mostraba.
Isabella asintió, mirando el cielo estrellado que se extendía sobre ellos.
—Creo que nunca estaremos completamente a salvo, Aidan. Siempre habrá algo oscuro esperando, pero… hoy siento que podemos enfrentarlo juntos.
Él la observó en silencio, como si midiera el peso de sus palabras. Luego, asintió.
—Juntos somos más fuertes, Isabella. Ya no somos solo vampiros y licántropos; somos algo más.
Isabella sonrió, sintiendo que algo nuevo se había forjado entre ellos. Aidan no solo era un aliado, sino alguien en quien podía confiar profundamente, alguien que había recorrido con ella cada paso en esa oscuridad.
El silencio entre ellos era cómodo, lleno de una paz que ambos entendían. El peligro no había desaparecido, y las cicatrices de la batalla aún marcaban sus almas, pero por primera vez, Isabella sentía que había algo bueno al otro lado de la oscuridad. Algo que valía la pena proteger.
Después de un momento, Isabella se volvió hacia Aidan.
—Es hora de volver. Mañana comenzamos la reconstrucción, y hay mucho por hacer.
Aidan asintió, caminando junto a ella de regreso al campamento, donde les esperaba una nueva oportunidad para construir un futuro más brillante.
Sabían que no sería fácil. Las amenazas, como las sombras, siempre acecharían en el mundo. Pero también sabían que, unidos, podrían enfrentar lo que fuera que estuviera por venir.
Editado: 12.11.2024