El amanecer siguiente trajo consigo un renovado propósito para el grupo. Los líderes de los tres reinos habían acordado no solo una tregua, sino una alianza para reconstruir lo que Cassandra había destruido y evitar que el caos volviera a reinar. Pero aunque el pacto estaba sellado, el trabajo real apenas comenzaba.
Los vampiros y licántropos, junto con los humanos, se desplegaron en el claro, recogiendo los restos de la batalla. Algunos aldeanos y soldados aún veían a sus antiguos enemigos con recelo, pero el liderazgo de Isabella, Aidan y Liam ayudaba a mantener la calma. Isabella percibía que este acuerdo era frágil, un reflejo de su propia relación con Aidan: complejo, cargado de un pasado difícil, pero con la posibilidad de convertirse en algo significativo.
Esa mañana, mientras Isabella recorría el lugar para inspeccionar los avances, Liam se le acercó con una expresión grave.
—Isabella, debemos hablar —dijo, señalando una zona apartada del campamento.
Ella asintió y lo siguió, preguntándose qué había motivado la urgencia en su voz. Una vez alejados, Liam comenzó a hablar en un susurro, sus ojos cautelosos.
—He notado algo extraño en los rastros de magia que quedaron después de la derrota de Cassandra. Su oscuridad, aunque se ha disipado, ha dejado una especie de… marca en el ambiente. No desapareció por completo.
Isabella frunció el ceño, pensando en las palabras de Liam. Sabía que la magia de Cassandra era profunda y compleja, pero no había anticipado que pudiera dejar una influencia residual tan fuerte.
—¿Qué clase de marca? —preguntó, su voz cargada de preocupación.
Liam miró alrededor, asegurándose de que nadie los escuchara.
—Es como si su poder estuviera atrapado en ciertos puntos del territorio. He sentido una energía inestable en algunos de estos lugares, como si aún existiera una conexión entre ellos y el espíritu de Cassandra. No quiero alarmarte, pero creo que su esencia aún persiste en la tierra misma.
Isabella sintió un escalofrío recorrer su columna. La perspectiva de que Cassandra pudiera tener una influencia, incluso después de su derrota, era inquietante. Si bien ella y el grupo habían destruido su forma física, la oscuridad de la bruja parecía mucho más profunda y persistente de lo que había imaginado.
—¿Podríamos neutralizarlo? —preguntó Isabella, intentando no mostrar el temor en su voz—. Tal vez con un ritual o alguna forma de magia purificadora.
Liam asintió lentamente, aunque su expresión seguía siendo sombría.
—Es posible. Pero para purificar todos esos puntos, necesitaríamos a alguien con una conexión muy profunda con la magia elemental. Y también requerirá tiempo y energía. No será una tarea fácil, Isabella.
—Lo sé. Pero si dejamos esas marcas sin atender, podrían convertirse en puertas para algo peor —dijo Isabella, comprendiendo que la reconstrucción del territorio no sería solo física, sino también espiritual.
Isabella decidió hablar con Aidan sobre la situación. Lo encontró en el borde del campamento, donde supervisaba la construcción de una pequeña barrera. Él la escuchó en silencio, su expresión grave.
—Sabía que la oscuridad de Cassandra era poderosa, pero no pensé que se arraigaría así en el territorio —dijo Aidan, su voz tensa—. Esto es… peligroso. Si esas marcas se mantienen, podrían atraer a otros que quieran aprovechar ese poder.
—Exacto. Y no podemos permitir que alguien más se haga con esa magia. La tierra misma está vulnerable —respondió Isabella.
Aidan asintió, y luego, con una mirada decidida, dijo:
—Entonces debemos hacer lo necesario para purificarla. Pero, Isabella, este no es un trabajo que debas llevar sola. Si vamos a sanar el territorio, lo haremos juntos.
Isabella sintió un peso liberarse de sus hombros al escuchar sus palabras. La carga de la magia de Cassandra era inmensa, pero saber que no estaba sola la reconfortaba.
Los días siguientes estuvieron dedicados a organizar a pequeños grupos para investigar los puntos donde se percibía la energía residual de Cassandra. Isabella, Aidan y Liam lideraron las expediciones, evaluando cada sitio y realizando rituales menores para contener la energía en tanto desarrollaban un plan más elaborado.
Una tarde, Isabella, agotada pero determinada, decidió llevar a cabo un ritual purificador en uno de los puntos más oscuros. El lugar era un claro pequeño donde las raíces de los árboles parecían ennegrecidas, y el aire era espeso, como si algo invisible se aferrara a él.
Aidan y Liam la acompañaron, formando un triángulo alrededor del lugar de energía. Isabella respiró hondo, sintiendo el flujo de la magia elemental que tanto había aprendido a dominar. Con cada palabra del ritual, invocaba el poder de la tierra, el agua, el fuego y el aire, buscando devolver el equilibrio al lugar. Aidan y Liam, aunque no eran brujos, mantenían sus manos sobre el suelo, prestando su propia energía para reforzar el ritual.
Con el tiempo, una suave luz comenzó a irradiar desde la tierra misma, disolviendo la oscuridad poco a poco. La energía oscura que Cassandra había dejado se fue disipando, hasta que el aire en el claro se volvió liviano y puro.
Isabella, agotada, cayó de rodillas. Sabía que aquel era solo el primer paso y que la tarea completa aún era larga, pero ver cómo la oscuridad se desvanecía le dio esperanza. La victoria sobre Cassandra había sido solo el principio. Ahora, su misión era restaurar la paz de forma definitiva, cerrando cada herida que la bruja había dejado atrás.
Al caer la noche, el grupo regresó al campamento con la primera victoria en este proceso de sanación. Los líderes de los tres reinos comenzaron a percibir la importancia de lo que estaban haciendo. La alianza que habían sellado no solo era para enfrentar amenazas, sino para reconstruir y proteger lo que aún quedaba.
Isabella sabía que el camino sería arduo, pero por primera vez desde la derrota de Cassandra, sintió que la paz era realmente posible. Y mientras miraba a Aidan y Liam, sus compañeros en esta misión, supo que no estaba sola en este viaje.
Editado: 12.11.2024