La calma que había descendido sobre el campamento tras el sellado del ancla fue breve. Al día siguiente, Isabella y Aidan se reunieron con Liam y los demás líderes para discutir las implicaciones del descubrimiento. Sabían que la piedra no era un simple residuo de la magia de Cassandra, sino una prueba de que la bruja había tenido aliados o seguidores que aún mantenían su influencia en el mundo.
Mientras debatían, un grupo de exploradores humanos llegó con noticias urgentes. Habían encontrado rastros de actividad sospechosa en una antigua caverna al norte del bosque. Al parecer, alguien había estado usando el lugar como refugio, dejando tras de sí símbolos y escritos similares a los que Cassandra utilizaba en sus rituales.
Isabella escuchó con atención, sintiendo una inquietud creciente. Las antiguas fuerzas oscuras parecían haber dejado semillas de maldad dispersas por la tierra, y esta caverna, al igual que la piedra que habían sellado, podía ser otro punto de manifestación.
-No podemos ignorar esto -dijo Isabella, con voz firme-. Tenemos que investigar la caverna y asegurarnos de que no haya más de esos anclajes oscuros.
Aidan asintió de inmediato, sus ojos centelleando con la intensidad de alguien que también sentía el peligro cercano. Liam y el líder vampiro estuvieron de acuerdo, reconociendo que debían actuar rápidamente antes de que la influencia de Cassandra pudiera echar raíces de nuevo.
Isabella formó un equipo reducido para la expedición: ella misma, Aidan, Liam y tres de los mejores guerreros de cada grupo. Partieron al amanecer, avanzando en silencio por el bosque mientras la neblina matutina cubría el suelo, dándole un aire de misterio. Isabella percibía una energía extraña en el ambiente, una tensión que no podía identificar del todo pero que le generaba una sensación de urgencia.
Finalmente, llegaron a la entrada de la caverna. Las paredes estaban cubiertas de extrañas marcas talladas en piedra, símbolos que parecían latir con un poder latente. Al cruzar la entrada, Isabella sintió el aire volverse más denso, impregnado de una energía antigua y ominosa.
-Es similar al aura de la piedra -murmuró Aidan, mirando a Isabella-. Esto es más grande de lo que pensábamos.
Mientras se adentraban en la caverna, descubrieron que las marcas en las paredes formaban un patrón, un círculo que convergía en un altar de piedra en el centro de la caverna. Sobre el altar, había un pergamino antiguo, descolorido y desgastado, pero aún visible. Liam se acercó con cautela y lo tomó entre sus manos, leyéndolo en voz baja.
-"Que el vínculo oscuro prevalezca sobre la luz y la paz se desvanezca en sombra" -leyó, su rostro lleno de preocupación-. Esto no es solo un resquicio de la magia de Cassandra. Es un juramento, una maldición que alguien lanzó para perpetuar su legado.
Isabella sintió un escalofrío. Cassandra había tenido seguidores fieles, pero nunca imaginó que alguien pudiera estar tan dedicado a continuar su legado después de su muerte.
-Debemos destruir este lugar -afirmó Aidan, apretando los puños-. No podemos dejar que esta energía continúe aquí.
Isabella, sin embargo, notó algo extraño en el aire alrededor del altar. Una presencia, una sombra invisible que parecía observarlos desde las sombras.
-Esperen -susurró, levantando la mano para que los demás se detuvieran-. Algo está aquí... algo que nos observa.
Al pronunciar esas palabras, el aire en la caverna pareció estremecerse. De repente, una figura sombría se materializó frente a ellos, una forma etérea que flotaba sobre el altar. La figura era alta y delgada, y sus ojos brillaban con un resplandor violeta que reflejaba la misma energía oscura de Cassandra.
-¿Pensaron que la muerte de Cassandra pondría fin a su poder? -murmuró la figura con una voz espectral-. Ella era solo el principio. Su poder perdurará mientras exista el deseo de dominar y destruir.
Isabella dio un paso adelante, invocando su magia para crear un escudo de luz que protegiera a su grupo. La figura retrocedió ligeramente, pero su presencia seguía siendo abrumadora.
-No permitiremos que su legado continúe -declaró Isabella con determinación-. Cassandra y sus seguidores no tienen lugar en este mundo.
La sombra soltó una carcajada, un sonido vacío que reverberó por la caverna.
-Ya veremos. Las raíces de la oscuridad son profundas. Y aunque logren destruirnos, siempre habrá alguien que anhele el poder que ofrece la oscuridad.
Sin más, la figura se desvaneció, dejando tras de sí una sensación de vacío y frialdad. Isabella y el grupo sabían que la amenaza no había desaparecido, pero se sentían más determinados que nunca.
-Destruyamos el altar -ordenó Isabella con voz firme.
Trabajaron juntos, combinando las habilidades de cada uno para desmantelar el altar y romper el círculo de energía que lo rodeaba. Las marcas en las paredes comenzaron a desvanecerse, y el aire en la caverna se tornó más ligero, como si la misma tierra hubiese recuperado su equilibrio.
Cuando finalmente salieron de la caverna, el grupo sintió una mezcla de alivio y determinación renovada. A pesar de los peligros, sabían que el trabajo de erradicar los restos de la magia de Cassandra era necesario para consolidar la paz.
Esa noche, de regreso en el campamento, Isabella reflexionó en silencio. Sabía que cada paso hacia la luz conllevaba el riesgo de atraer de nuevo la oscuridad, pero estaba dispuesta a enfrentarlo. La paz y la unidad entre los reinos no solo eran un ideal; ahora, eran su misión y su responsabilidad.
Los ecos de Cassandra aún resonaban, pero Isabella tenía la certeza de que, con la alianza fortalecida y sus compañeros a su lado, no habría oscuridad capaz de apagar la luz que estaban construyendo juntos.
Editado: 12.11.2024