El campamento estaba sumido en una calma tensa tras el descubrimiento en la caverna y el encuentro con la sombra del espíritu de Cassandra. Las conversaciones en voz baja y las miradas de desconfianza entre los clanes reflejaban la incertidumbre que se cernía sobre todos. Aunque habían destruido el altar, sabían que era solo un fragmento de la influencia de Cassandra, y la sensación de estar siempre bajo amenaza comenzaba a afectar la moral de los guerreros.
Isabella, consciente de la gravedad de la situación, convocó a los líderes de los tres clanes esa misma noche. La fogata en el centro del campamento iluminaba los rostros de Aidan, Liam y los otros líderes, cada uno con su propia carga de preocupaciones. A su lado, Isabella sintió la responsabilidad de mantener la unión entre ellos, sabiendo que una ruptura en la alianza solo fortalecería a cualquier remanente de oscuridad que quedara.
—Debemos permanecer juntos, ahora más que nunca —comenzó Isabella, su voz clara y decidida—. Lo que hemos enfrentado hasta ahora es solo el inicio. Cassandra sembró el caos en nuestras tierras, pero debemos ser firmes en no permitir que su influencia vuelva a encontrar un lugar aquí.
Aidan asintió, sus ojos brillando con la intensidad de alguien decidido a proteger a los suyos, mientras Liam intercambiaba una mirada de acuerdo. Pero uno de los vampiros, Lord Aric, alzó la voz.
—Hablas de mantenernos unidos, Isabella, pero ¿cómo podemos estar seguros de que esta alianza nos protegerá de las amenazas que aún existen? La presencia de esos altares y anclas oscuras es prueba de que Cassandra sigue viva en espíritu, y no sabemos cuántos de estos lugares pueden estar esparcidos en nuestras tierras.
Isabella tomó aire. Sabía que Lord Aric tenía razón en su preocupación, pero también sentía la necesidad de reforzar su convicción.
—Es cierto que aún hay sombras en el camino, pero juntos tenemos el poder de enfrentarlas. Debemos intensificar las patrullas y continuar buscando cualquier vestigio de la magia de Cassandra —respondió Isabella, intentando proyectar calma—. Además, esta alianza nos da la fuerza y el conocimiento compartido. Los licántropos, los vampiros y los humanos, cada uno de nosotros posee habilidades únicas. Si las unimos, podremos limpiar nuestra tierra de cualquier remanente oscuro.
Liam, siempre pragmático, asintió.
—Debemos organizar nuestros exploradores y establecer un sistema de comunicación más efectivo. Si encontramos algún rastro de magia oscura, debemos poder reaccionar de inmediato.
Aidan añadió, con su voz profunda y firme:
—Los licántropos podemos recorrer las áreas más alejadas y menos accesibles. Nadie conoce el terreno mejor que nosotros. Seremos los primeros en descubrir si algo más ha quedado en la oscuridad.
Isabella sintió un destello de esperanza al ver el compromiso de cada líder. Sin embargo, sabía que la amenaza no solo venía de los vestigios de Cassandra. En su interior, sentía que algo más grande y oscuro aún estaba por revelarse. Esa noche, tras finalizar la reunión, Isabella decidió retirarse para meditar y conectarse con las fuerzas elementales, buscando cualquier señal que pudiera advertirles de peligros futuros.
Se arrodilló en una pequeña arboleda a las afueras del campamento, cerrando los ojos y permitiendo que sus sentidos se abrieran al flujo natural de energía que la rodeaba. Pronto, sintió cómo el poder de la tierra, el aire, el fuego y el agua comenzaban a responder a su llamado, rodeándola con una paz y calidez que solo encontraba en esos momentos de comunión con la naturaleza.
Entonces, una visión comenzó a formarse en su mente.
Vio un vasto paisaje oscuro, con sombras que se extendían y retorcían sobre la tierra como dedos espectrales. En el centro, una figura en penumbras, envuelta en un manto negro y con un poder tan intenso como el de Cassandra, observaba en silencio. La figura levantó la mano, y el suelo bajo sus pies se agrietó, dejando escapar un humo oscuro que se extendía por el horizonte.
Isabella sintió un nudo en el pecho. Esta figura no era Cassandra, pero emanaba un poder igualmente aterrador y familiar, como si fuera la encarnación misma de las fuerzas oscuras que Cassandra había invocado en su tiempo.
La visión se desvaneció, y Isabella abrió los ojos con el corazón latiendo aceleradamente. No estaba sola; detrás de ella, Aidan había estado observándola, su expresión seria y su mirada fija en ella.
—Vi algo —dijo Isabella en voz baja, intentando procesar lo que acababa de experimentar—. No era Cassandra… pero la oscuridad que la rodeaba era incluso más densa. Hay alguien más, algo que aún no conocemos y que está a punto de despertar.
Aidan la miró con preocupación, acercándose para poner una mano en su hombro.
—Entonces tenemos que prepararnos, Isabella. Hemos enfrentado sombras antes, y esta vez no será diferente.
—No, esta vez sí será diferente —murmuró ella, sintiendo el peso de la visión aún en su mente—. Esta oscuridad parece estar ligada a las raíces mismas de nuestra tierra, y si logramos despertar su ira… podríamos enfrentar algo que ninguno de nosotros esté preparado para soportar.
Ambos quedaron en silencio, observando la quietud del bosque que los rodeaba, conscientes de que las sombras que habían combatido hasta ahora eran solo una advertencia de lo que se avecinaba.
Editado: 12.11.2024