La madrugada se alzó con un cielo gris y sombrío, como si la misma naturaleza estuviera presagiando la oscuridad que se había desatado nuevamente. Isabella no pudo dejar de mirar hacia el horizonte, donde una capa de niebla comenzaba a extenderse, lenta pero implacable, sobre el campamento. Algo había cambiado en el aire, como si la tierra misma respirara con dificultad. La energía oscura que había comenzado a infiltrarse la noche anterior ya no era solo una sensación distante; ahora la sentía pulsando bajo sus pies, en cada respiración, en cada rincón del campamento.
—¿Cómo pudimos ser tan ciegos? —murmuró Isabella para sí misma, mientras sus ojos recorrían el campamento, buscando respuestas que ya no sabía si existían.
Liam se acercó, interrumpiendo sus pensamientos, con su rostro aún marcado por el cansancio de la batalla, pero con una determinación creciente en sus ojos. A su lado, Aidan observaba en silencio, su expresión igualmente sombría, como si él también sintiera el cambio en la atmósfera.
—¿Qué descubriste anoche, Isabella? —preguntó Liam, su voz grave, aunque sin acusación, solo la urgencia de entender lo que enfrentaban.
Isabella respiró profundamente, reuniendo fuerzas para compartir lo que había sentido. Su magia, que antes había estado tan conectada con la tierra, ahora se encontraba débil, casi vacía. La grieta que había visto, aquella distorsión de la realidad, no había sido un error ni una ilusión. Había sido un portal, un umbral hacia algo mucho más oscuro y profundo que Cassandra.
—Lo que liberamos no era solo una entidad. Era una... fuerza primigenia. La oscuridad que había estado dormida, esperando, y que ahora está extendiéndose a través de todo lo que tocó. Se está infiltrando en la tierra, el aire, y está envenenando nuestras fuerzas. Esto no solo es magia. Es algo que hemos liberado sin saberlo.
Aidan se adelantó un paso, su rostro tensándose con la gravedad de las palabras de Isabella.
—¿Y qué significa eso? ¿Que lo que derrotamos no era más que una fracción de lo que realmente estaba allí?
Isabella asintió lentamente. Sus ojos brillaban con la luz de una comprensión amarga.
—Exacto. Lo que liberamos no era solo magia oscura, sino la conciencia misma del caos. Un ser primordial que ha existido desde el principio, una fuerza tan antigua que las civilizaciones ni siquiera registran su existencia. Lo que está ocurriendo ahora es solo el primer susurro de algo mucho más grande.
Liam, al igual que Aidan, observaba la distancia, comprendiendo la magnitud de lo que Isabella les estaba revelando. Una batalla contra Cassandra había sido solo un preludio. Lo que ahora enfrentaban era mucho más que una guerra entre vampiros y licántropos, o incluso contra una bruja desquiciada. Era una lucha contra el mismo concepto de oscuridad, algo que los superaba a todos.
—¿Entonces qué hacemos ahora? —preguntó Aidan, con un tono que reflejaba tanto la frustración como la desesperación.
Isabella se giró hacia él, su rostro marcado por una serenidad tensa. Sabía que lo que propondría podría cambiar el curso de todo. Si había algo que había aprendido de su conexión con la tierra y la magia, era que la única forma de derrotar algo tan profundo y primordial era ir al origen mismo.
—Debemos encontrar el núcleo de esta oscuridad, Aidan. El lugar donde todo comenzó. Allí podremos destruirlo de raíz. No puedo decir con certeza qué nos espera, pero es la única opción. Si no lo hacemos, si no nos enfrentamos directamente a esto, la oscuridad se seguirá propagando hasta consumir todo.
Liam, aunque dudoso, no dejó de mirar a Isabella. Sabía que su confianza en ella no era solo por su poder, sino por la sabiduría que siempre había mostrado en momentos de crisis. Si ella creía que esa era la única solución, él estaba dispuesto a seguirla, sin importar los riesgos.
—Entonces, ¿cuál es nuestro siguiente paso? —preguntó él, con firmeza.
Isabella se volvió hacia el mapa que había trazado días atrás, señalando un punto remoto al norte, más allá de las montañas donde la magia oscura había comenzado a emanar con más fuerza.
—Este es el lugar. En el corazón de las montañas, donde la tierra se retuerce por el poder de lo que liberamos. La grieta no solo se abrió allí. Es el umbral hacia algo mucho más grande.
Aidan frunció el ceño, mirando el mapa con desconfianza.
—Eso está en el territorio más peligroso que hemos cruzado. Hay criaturas que nunca hemos visto, fuerzas que no entendemos.
Isabella asintió, consciente de la gravedad de lo que proponía. Pero el tiempo se agotaba, y la oscuridad ya no estaba solo en el aire. Los ataques de criaturas extrañas ya habían comenzado en las aldeas cercanas, y el caos se estaba extendiendo como una mancha de aceite.
—No tenemos elección. Si nos quedamos aquí, simplemente esperaremos nuestra destrucción. Si seguimos adelante, tenemos una oportunidad. La clave está en detener la propagación de esta oscuridad desde su origen.
El viento sopló con fuerza en ese momento, como si la tierra misma estuviera respondiendo a las palabras de Isabella, como si la naturaleza se alineara con la decisión que acababan de tomar.
Con determinación, el grupo comenzó a prepararse para lo que sería su viaje más peligroso. No solo tendrían que enfrentarse a las fuerzas oscuras que se habían infiltrado en el mundo, sino también a los propios terrores que su viaje traería consigo. La incertidumbre los envolvía, pero al menos sabían que tenían un propósito claro: detener la propagación del caos desde su raíz.
Isabella, con una mirada fija en el horizonte, sintió que cada paso hacia las montañas sería una batalla por el futuro del mundo. Una batalla que no podrían ganar sin sacrificios.
Lo que seguía era el último camino, y la verdadera oscuridad apenas comenzaba a desvelarse.
Próximamente: El último enfrentamiento.
Editado: 12.11.2024